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11 de noviembre de 2022 | Opinión

Los motivos

En Argentina no hay democracia, hay negociocracia

En el año 2000, hubo tres hechos que marcaron mi vida ciudadana para siempre.

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por:
José Luis Kelly

1.- Desde 1993 a 1997 puse mi grano de arena para poner preso a un banquero, lo logré y ahí conocí el desastre judicial que ya se perfilaba en la Argentina.

2.- Descubro con el Pacto de Olivos que además de la reelección de Carlos Menem y el tercer senador para Raúl Alfonsín, habían creado el Consejo de la Magistratura que tal como hoy está creado, decretó en el año 1998 la “constitucionalidad de la impunidad”.

3.- Como resultante del Pacto de Olivos, Eduardo Duhalde recibe 3.000 millones de dólares por año del Fondo del Conurbano y de un plumazo, entre peronistas y radicales, se llevaron más de 700 millones de dólares; donde los peronistas hacían los pliegos, los radicales hacían que controlaban y entre ambos comenzaron la gran corrupción reinante en la República Argentina. El que dude de lo que estoy hablando lo invito a ver decenas de pliegos donde antes del Pacto de Olivos un pliego de obra emitido por Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires pasaba por Fiscalía, Tribunal de Cuentas y Contaduría y demoraba alrededor de cinco meses en adjudicarse; a partir del acuerdo de corrupción entre ambos partidos en una semana estaban las obras listas para ser adjudicadas.

Sintetizando estos tres puntos más otros conexos en el año 2000, escribí un Libro: “Cómo eliminar la corrupción en un año y tener Justicia independiente en seis meses”, y en las páginas 24 y 25 detallé lo siguiente (léase bien año 2000, hace veintidós años, no una mañana del 2022):

“Democracia sin justicia es como un edificio hermoso, sin base firme en la tierra, que cuando se lo habita y por él se circula se cae.

Observamos crecimiento espectacular en los gastos del estado y sus múltiples administraciones.

Este crecimiento de gastos ha encontrado en el propio sistema democrático y en los partidos políticos unos aliados incondicionales.

Se puede observar que los partidos políticos se han ido convirtiendo en asociaciones cada día más burocratizadas.

Vemos que la mayoría de sus miembros viven o aspiran a vivir del estado.

Entre funcionarios, cargos electos y miembros de los partidos se ha ido creando una poderosa casta social que parece vivir cada día más separada de los ciudadanos.

Es muy curioso ver el reciclaje de los políticos y las artimañas que usan con el fin de no quedarse sin ‘trabajo’.

Vemos que una vez que un político ingresa en la carrera activa, es decir llega a un cargo ejecutivo o legislativo, ya nunca más se queda sin ‘trabajo’. Siempre se encuentra un lugar para él, no importa si sirve, sabe, está capacitado, o no.

En la mayoría de las veces aparece el amiguismo o deudas políticas que poco o nada tienen que ver con la capacidad para cumplir con el rol que se le asigna.

Todo esto conlleva a los partidos políticos a recurrir a las técnicas más diversas y sofisticadas con el objetivo de elaborar sus programas.

No es de extrañar que los partidos políticos se parezcan entre sí.

A pesar de proclamarse hijos de escuelas de pensamiento irreconciliables, acaban todos prometiendo básicamente lo mismo: protección y más protección.

¿De qué nos quejamos a diario?

Pues de que la salud es deficiente, de que la educación es cada día peor, de que la Justicia es lenta, corrupta e incapaz, de que la ley no se aplica por igual a ricos y a pobres, de que crecen los focos de marginalidad, de que la policía es impotente frente al crimen y de que el estado es corrupto.

Pero a pesar de lo visto seguimos reclamando la extensión del estado y el aumento de sus prestaciones, lo que agravado con funcionarios incapaces forma un cuadro propio que explica nuestras desgracias.

Parece como si hubiéramos entrado en una etapa caracterizada por una nueva contradicción: un estado que continúa creciendo pero se declara incapaz de satisfacer a sus ciudadanos, y los ciudadanos que continúan exigiendo más prestaciones sociales y por lo tanto más Estado”.

Vuelvo a repetir, lo escribí en el año 2000, no hoy.

La conformación del Consejo de la Magistratura entre Menem y Alfonsín, decretó la impunidad en la República Argentina, pues el poder político elige presidente, gobernadores e intendentes, el poder político elige ministros y secretarios, el poder político designa jueces y se decreta la Impunidad cuando el organismo que debe controlar a los jueces por ende los robos al estado, es el Consejo de la Magistratura cuando a sus integrantes los designa el poder político.

En esto días vemos cómo Cristina Fernández de Kirchner hace maniobras desesperadas, parte bloque para designar integrantes en el Consejo de la Magistratura, la oposición se aferra a tener lugares para que nadie los controle después y la Corte avala este desaguisado que es el responsable directo que hoy tengamos más del 50 por ciento de pobres en Argentina.

Con el Consejo de la Magistratura tal cual como está formado jamás tendremos Justicia independiente en Argentina ni castigo a los corruptos, y lo más triste, es que todos los políticos de todos, todos, todos los partidos políticos lo saben y lo usan.

Señor lector, haga un ejercicio: vaya al archivo de los diarios que usted quiera y tome la página principal, la segunda y tercera página, uno o dos diarios por año y verá que desde 1960 a 1983 la palabra corrupción no existía, ahora viendo los mismos diarios desde el año 2000 al 2022 va a ver que todos los días aparece la palabra corrupción.

En consecuencia, estudiando a los actores y sus actos desde el año 2000 a la fecha podemos decir lo siguiente:

Deuda externa argentina = Gastos inútiles de toda la clase política.

Argentina a marzo 2022 debe aproximadamente: 376.000 millones de dólares.

Desde 1983 a marzo 2022, 39 años, la clase política total de Argentina gastó innecesariamente: 432.000 millones de dólares.

Por lo tanto, la clase política total argentina gastó en 39 años 15 por ciento más de lo que debemos de deuda externa.

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