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17 de noviembre de 2022 | Historia

Cultura y política

¿Qué significó “El Mayo Francés” de 1968?

La crisis de dominación capitalista comenzó a mostrar sus síntomas en una serie de acontecimientos explosivos que se los suele denominar genéricamente con un suceso particular: el Mayo Francés de 1968.

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por:
Alberto Lettieri

Las ideas que impregnaron a toda una generación de intelectuales estaban constituidas por diversas tendencias y a veces, posturas fuertemente antagónicas. Bakunin, Marx, Freud, Baruch de Spinoza, Wittgenstein, Lacan se mezclaron en un cóctel que a veces pareció bastante inconsistente pero que permitió la emergencia de un pensamiento renovador en el campo de lo social.

Algunos firmemente enmarcados en posturas radicales del existencialismo, como Jean-Paul Sartre, adherían políticamente al comunismo soviético; otros, como Maurice Merleau-Ponty, comenzaban a hacer una abierta denuncia pública desde la izquierda sobre el totalitarismo stalinista.

Pero lo que permite vincular a intelectuales tan dispares como Jürgen Habermas, Michel Foucault, Jacques Derrida, Giles Deleuze, Herbert Marcuse, Martin Heidegger y Hannah Arendt es haber reinstalado en el debate académico y político la cuestión de los valores y su relación con el poder.

En contraposición con el poder “desde arriba” definido tanto en la corriente liberal como en la escuela marxista, estos pensadores comenzaron a analizar el poder finisecular que reside en la sociedad, en la multitud.

En tal sentido, Michel Foucault define que la física del poder comprende un órgano de vigilancia generalizada y constante –a la manera de un panóptico– que instaura un disciplinamiento social, donde su coerción tiene como objetivo un carácter terapéutico y punitivo.

Sin embargo, es necesario destacar que, para este pensador, el poder no debe ser entendido meramente como una esfera externa. En efecto, Foucault afirma que el poder circula entre los hombres. Siguiendo a Giles Deleuze se puede establecer que los puntos de partida para un análisis sistemático del poder son:

a) el poder no está localizado exclusivamente en el Estado;

b) el poder no debe ser considerado como una cosa, ya que eso resulta de una mirada economicista que sustenta tanto el liberalismo como el marxismo y que fetichiza al Estado y lo vuelve también mercancía;

c) el poder es una relación social que circula, reticular y transversalmente;

d) si el poder es circulante la lucha que encarna no puede ser exclusivamente de abajo hacia arriba, sino que se constituye como enfrentamientos minúsculos transversalmente;

e) no debe ser entendido como una superestructura, sino que está permeado por la propia lógica y las tensiones del orden social;

f) los aparatos ideológicos del Estado no son de carácter objetivo, sino que se expresan en operadores materiales de dominación;

y finalmente

g) donde hay poder siempre existe resistencia.

Más elocuente es la teoría de Jürgen Habermas para quien el poder es la emergencia de la acción comunicativa, aunque sugiere que era posible conocerla molecularmente por la transparencia de las prácticas discursivas. Posteriormente, Pierre Bourdieu avanzaría un escalón mayor en este pensamiento al establecer la lucha del poder como “campos de fuerzas”.

En esta argumentación es posible ubicar a los diferentes actores sociales –sindicatos, empresarios, organismos no gubernamentales, partidos políticos– en una lucha por esta circulación de poder en lo micro –la vida cotidiana– y en lo macro –el poder político externo– donde generalmente se materializa en lo estatal, aunque no exclusivamente.

En consecuencia, los “campos de fuerza” se materializan en las mediaciones entre Estado y sociedad, donde buena parte de las acciones de las instituciones estatales y de lo que transcurre a través de la normatividad del derecho es el entretejido de esas mediaciones y con ellas la organización consensual de las articulaciones de la sociedad.

Posiblemente todas estas ideas oscilaban entre la ambivalencia psicologista y el intento de proporcionar racionalidad y universalidad a la historia humana. Posiblemente por ello sus ideas desembocaron en un rotundo fracaso sobre la teoría del cambio social pero también en la práctica política.

También se podría pensar que ese tiempo aún no está cerrado y que lo que el globo vivió a partir de la década del 70 fue una reacción conservadora a esta crisis de valores.

Ganó, provisoriamente, el neoliberalismo, puesto que el poder molecular no logró combatir la fortaleza del disciplinamiento social a la que fue sometida gran parte de la humanidad con la globalización y el auge de las teorías económicas y filosóficas del neoliberalismo.

Aun con todo, gran parte de la intelectualidad actual es tributaria de aquellos rebeldes del 68. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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