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29 de noviembre de 2022 | Nacionales

Rumbo al 2023

El Evita y La Cámpora, un solo corazón

No los unió el amor sino el espanto, tal vez la sensación más convincente para promover actos humanos y, naturalmente, también políticos. Después de años de enfrentamiento mutuo, La Cámpora y el Movimiento Evita terminaron por sellar una alianza, ante el catastrófico panorama electoral que avizoran para 2023.

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Dos semanas atrás se reunieron Máximo Kirchner y Emilio Pérsico. El primero los necesitaba para mostrar en el acto del día de la Militancia que el liderazgo de Cristina aglutinaba a todo el espacio del Frente de Todos, por lo menos en la provincia de Buenos Aires. El jefe del Evita, por su parte, precisaba que la lapicera que blande el diputado nacional y presidente del PJ provincial no impidiera la presentación de su esposa, Patricia Cubría, como precandidata a la intendencia de la Matanza. ¿El pato de la boda? El recientemente acusado por violar a una empleada, Fernando Espinoza.

Los contactos se profundizaron en los días sucesivos. Cristina recibió en persona a Pérsico en el Senado, una delegación de La Cámpora concurrió a expresar solidaridad con los militantes del Evita agredidos por partidarios de Espinoza en una ceremonia religiosa.

Finalmente, el diputado del Evita, Leonardo Grosso, salió a pedir que el Frente de Todos se organice en una mesa política con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner como "ordenadora", porque es "la figura más importante" del espacio oficialista.

 ¿Y la tradicional alianza entre el Evita y Alberto Fernández? Sólo silencio de radio como respuesta.

Grosso postuló que Cristina "debe ordenar la mesa de diálogo sin rosca política, y después se verá si es candidata". E inmediatamente juró y perjuró: "Nuestro diálogo nunca estuvo roto". En realidad se trata de una verdad a medias, ya que personalmente siempre fue uno de los protegidos y preferidos de Cristina. Claro está, a pesar de formar parte del Movimiento Evita.

Pero las sorpresas no quedan allí, ya que Grosso, además, se anotó para tratar de desplazar a Gabriel Katopodis como intendente de San Martín. Eso explica la razón por la que apareció vivando a Cristina en el acto del día de la Militancia para rendirle pleitesía, a pesar de ser –¿o de haber sido?- una de las caras más visibles del albertismo que nunca nació.

Si ya el entorno de Alberto Fernández resistía desde hace tiempo el armado de una mesa política del Frente de Todos, en contradicción con lo que exigía el cristinismo, ahora que se ha quedado sin soldados ni caciques en la provincia de Buenos Aires la negativa es aún más terminante. “El gobierno no es una asamblea legislativa", afirman. Pero si la presión continúa, sería muy difícil evitar dar el brazo a torcer.

El caso de la elección de San Martín resulta paradigmático, ya que tras doce años de gobierno ininterrumpido de Katopodis, ahora el Evita y La Cámpora saldrán a clavarle los colmillos. Y Katopodis no es un señor más del conurbano sin alineamiento nacional como Espinoza. Es el albertismo.

"Futuro San Martín se llama nuestro espacio armado con compañeras y compañeros para armar algo bueno en el conurbano", sentenció Grosso al comunicar la novedad que emergió de la alianza entre el Evita y La Cámpora, augurando sorpresas en otros distritos.

De este modo, mientras que Alberto sigue soñando con una reelección imposible, la estrategia de abroquelarse en la provincia para resistir va sumando cada vez más adeptos. No por elección, sino por imposición de un futuro amenazante. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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