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1 de diciembre de 2022 | Historia

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La reconstrucción de Japón después de la Segunda Guerra Mundial

Tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, y bajo la presión del gobierno norteamericano, Japón adoptó a partir de 1947 el modelo de democracia occidental. En la nueva Constitución, el emperador perdía su carácter sagrado, y la Dieta Nacional se consagró como el poder político nipón.

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por:
Alberto Lettieri

La Dieta Nacional se compuso por dos cámaras elegidas por sufragio universal con prerrogativas de nombrar y destituir ministros y funciones legislativas al igual que sus pares occidentales. Asimismo, se reformó el Poder Judicial y se estableció un nuevo sistema de partidos políticos: el arco ideológico se desplazó en todas las direcciones, con grupos de derecha, encuadrados en el Partido Liberal Demócrata y el Partido Progresista, una agrupación de centro izquierda, el Partido Socialdemócrata, mientras que el ala izquierda se constituyó con la presencia de un Partido Comunista, aunque siempre tuvo carácter ampliamente minoritario.

Esta política de occidentalización permitió la legalización de los sindicatos, pero también generó grandes cambios culturales, como por ejemplo el reconocimiento de igualdad entre el hombre y la mujer.

Estados Unidos fue configurando, para Japón, un papel específico dentro del orden internacional imperante. Considerado como parte de su hemisferio, Japón era estratégicamente demasiado importante como para ser abandonada a su suerte. Una vez que la bipolaridad se instaló como el statu quo mundial, la cercanía con el bloque soviético la puso en constante peligro, mucho más agravado cuando China se volvió hacia el bloque socialista bajo el dominio de Mao Tsé Tung.

La política de fortalecimiento hacia el Estado nipón fue más que acertada por parte de Estados Unidos. Las confrontaciones de la Guerra Fría pondrían a Corea como el primer escenario bélico entre las potencias. Por lo tanto, Japón se constituyó como un cordón anticomunista fortalecido para evitar el expansionismo soviético en la región del sudeste asiático. A cambio de la garantía de una presencia militar indefinidamente aceptada, Estados Unidos otorgó a Japón y también a Corea del Sur un acceso comercial preferencial al mercado interno estadounidense, y toleró –en oposición a la política que siempre imprimió para América Latina– políticas económicas proteccionistas y mercantilistas.

Más allá de sus reformas políticas, las transformaciones económicas fueron las que le dieron la impronta industrialista y de economía de avanzada en menos de dos décadas. En primer lugar, Japón inició un proceso de reforma agraria que permitió la distribución del 70 por ciento de sus tierras cultivables. Asimismo, diseñó una reforma educativa orientada a elevar la alfabetización en los ciclos básicos y la especialización científica aplicada en los ciclos superiores. Japón intentaba de esta manera contrarrestar su carencia de recursos naturales y de insumos energéticos. A través de una educación científica tecnológica apuntó a un salto cualitativo en materia industrial, política que mostró ser altamente exitosa a partir de mediados del 60.

En efecto, si bien no logró subsanar la dependencia, en particular de petróleo, pudo posicionarse como potencia industrial superando a Europa y a Estados Unidos. El proceso de modernización industrial se realizó durante los primeros años a partir de los recursos tecnológicos que le facilitó Estados Unidos, pero en pocos años estuvo en condiciones de generar su propia tecnología.

Igualmente, la industrialización estuvo marcada por una amplia concentración económica donde las mayores firmas tecnológicas quedaron en manos de unas pocas familias. En efecto, fabricantes poderosos que controlaron las industrias del acero, la construcción naval, la minería, los artículos eléctricos, la electrónica, la industria automotriz, la petroquímica, entre otros, facilitaron el despegue japonés en un breve lapso de tiempo. En la industria textil, las sedas fueron reemplazadas por el rayón y los tejidos artificiales. El Estado ejerció un rol fundamental en la reconstrucción japonesa, mediante políticas proteccionistas destinadas a resguardar la industria nacional de la competencia extranjera.

Para la década del 70, la capacidad de absorción de los productos por parte del mercado interno estaba ampliamente superada. Por ello, Japón comenzó una política de exportaciones cuyo epicentro fue el sudeste asiático. En un primer momento, los productos se dirigieron a Hong Kong, Filipinas, Tailandia y Singapur, pero al poco tiempo la modalidad que prevaleció fue la exportación de capitales, más que la de los bienes finales. Numerosas empresas radicaron sus inversiones en esa zona, consolidando la zona de influencia económica de Japón en el sudeste asiático.

El avance industrial japonés sólo se frenó a partir de 1973. La crisis del petróleo fue un golpe fatal para Japón, ya que toda su economía dependía de la importación de este insumo básico. A partir de entonces, su economía crecería a ritmos más lentos, aun cuando siguió siendo muy superior tecnológica e industrialmente a la mayoría de los países europeos –salvo tal vez el caso alemán– e incluso tecnológicamente más importante que su protector, Estados Unidos.

A mediados de los 80, Japón se convierte en el primer acreedor mundial, mientras que Estados Unidos se transforma en el primer deudor mundial. Por otro lado, la caída del bloque comunista debería haber modificado la dependencia japonesa respecto de Estados Unidos. A pesar de la mutación económica y política, no existió ningún cambio en la relación entre ambos países. Estados Unidos sigue imponiendo su dogma sobre la clase dirigente nipona a través del partido gobernante, el liberal demócrata, que perpetúa su dominio desde 1949. Pero la ecuación económica es inversa a la de esos tiempos. Actualmente, los fondos japoneses invertidos en los bonos del Tesoro norteamericano constituyen más de la mitad de los recursos que existen en dicho país, por lo cual cualquier cambio político en Japón que generara una repatriación de capitales, tendría efectos devastadores sobre Estados Unidos. Una posibilidad que, ciertamente, parece bastante improbable. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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Alberto Lettieri, Japón

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