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9 de diciembre de 2022 | Historia

Fines de siglo XIX

La Comuna de París y la Tercera República francesa

Tras la derrota de Francia en la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871), ambos rivales transitaron caminos diferenciados. En tanto que Alemania recorría su camino hacia la integración sociocultural, una vez alcanzada la unificación política, los problemas que debió afrontar su adversaria respondían a una clave diferente.

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por:
Alberto Lettieri

En efecto, tras la derrota de 1871, Francia se convirtió en un verdadero polvorín. Desplazados los republicanos, una Asamblea monárquica de origen rural intentó restaurar los tiempos previos a la Revolución de 1789, instalando el gobierno en Versalles. La Asamblea, al mando de Thiers, tomó algunas medidas antipopulares, que afectaron los intereses de los trabajadores y de la pequeña burguesía.

Tras la recuperación del control militar de París por parte del nuevo gobierno, que permitió iniciar el desarme acordado en las negociaciones de paz, la muchedumbre se levantó espontáneamente y mató a dos generales. Incapaz de sostener su control sobre la situación, el gobierno de Thiers ordenó una retirada estratégica. Los rebeldes eligieron inmediatamente una Asamblea de la Comuna de París, integrada por pequeños burgueses, obreros y artesanos, que se reveló incapaz de armar un ejército o de tomar decisiones con la celeridad adecuada ante la gravedad de las circunstancias. Sus oscuros dirigentes no tenían plan alguno y se limitaron a tratar de conservar sus débiles posiciones.

La experiencia de la Comuna se extendió durante tres meses, entre marzo y mayo de 1871, tiempo suficiente para que el gobierno de Thiers organizara la represión. La reconquista de la ciudad fue sangrienta y brutal, contándose por millares los muertos, ajusticiados, deportados y presos.

Una vez reconquistada la ciudad de París, la Asamblea francesa fue el escenario de una disputa entre dos grupos que trataban de restaurar la monarquía en Francia, diferenciándose únicamente en cuanto a la candidatura propuesta: en tanto un grupo de monárquicos legitimistas querían imponer a un nieto de Carlos X de Borbón, el duque de Chambord, los orleanistas proponían a un nieto de Luis Felipe de Orléans.

El tiempo pasaba y la solución no aparecía, permitiendo el restablecimiento de los republicanos, que fueron convirtiéndose en mayoría. Los acalorados debates permitieron definir una nueva legislación y un nuevo esquema constitucional, que acabó con los sueños de restauración.

Se creó entonces un sistema parlamentario liberal compuesto por dos Cámaras, una elegida por sufragio universal y un Senado designado por sufragio indirecto, con un presidente, bastante débil, elegido por las cámaras reunidas en Asamblea Legislativa, encargado de representar a Francia en el exterior, firmar decretos y promulgar las leyes, aunque privado de tomar ninguna decisión por su cuenta.

El Ministerio estaría a cargo de un presidente del Consejo de Ministros, responsable ante las Cámaras. Paradójicamente, tras una larga tradición de gobiernos centralizados, montados sobre la base de un ejecutivo fuerte, la III República implicaría el triunfo del liberalismo político y una garantía de estabilidad que se mantendría durante más de sesenta años.

Durante las primeras décadas, la centroizquierda republicana detentó la mayoría en las Cámaras y los gabinetes, compartiendo su gobierno pluralista con fuerzas de derecha e izquierda, que no consiguieron desequilibrar este esquema. En la década de 1880, la consolidación del régimen favoreció una ampliación de las libertades, resolviéndose así la traumática cuestión del régimen político en la Francia posrevolucionaria. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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