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18 de diciembre de 2022 | Nacionales

Collar de sandía

La Cámpora le prende velas a Kicillof

El cristinismo quedó asombrado y conmovido por el “renunciamiento” de Cristina. Para sus principales referentes, la decisión de su líder entraña, simultáneamente, su propio pase a retiro de la política y la amenaza de multiplicación de causas judiciales en su contra.

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A mediados de la semana pasada, en una reunión bastante reservada realizada en el conurbano con la participación de intendentes y gobernadores peronistas, Máximo Kirchner fue prácticamente objeto de “bullying”. Tal fue el destrato que sufrió que tuvo que irse, con la cola entre las piernas.

Sólo dos días antes, Axel Kicillof experimentó una decepción comparable, cuando en una reunión con intendentes quiso reivindicar a Cristina Fernández de Kirchner y conseguir para ella un respaldo explícito. No lo consiguió. Más aún, mientras que argumentaba, las conversaciones entre los participantes continuaban. Ni siquiera lo escucharon.

Para los que se ilusionaban con una fórmula mixta compuesta por Sergio Massa y “Wado” de Pedro, la realidad les cayó encima como una masa. Si bien el ministro del Interior es, por lejos, el dirigente de La Cámpora más reconocido por la dirigencia en general -y, probablemente, el único-, las encuestas encargadas demostraron que, ni por lejos, consigue retener los votos de Cristina. E incluso algo peor: en ausencia de la vicepresidenta, muchos de sus votos se orientarían hacia el FIT y a una dirigente en particular: Myriam Bregman.

Ante este panorama espantoso y con la casi seguridad de nuevos procesamientos para Máximo Kirchner, un sindicalista salió a postularlo para la presidencia, promoviendo impulsar un “operativo clamor”.

El gremialista es Carlos Ortega, secretario General del Sindicato de los Trabajadores y Trabajadoras de la Administración Nacional de la Seguridad Social (SECASFPI), uno de los que nuclea a trabajadores de la ANSES. Si bien algunos medios asociaron la iniciativa a la conductora de ese organismo, Fernanda Raverta, referente de La Cámpora, Ortega ha sido tradicionalmente un dirigente ultracristinista.

"Mi candidato es Máximo Kirchner, no renunciaría al apellido”, disparó Ortega. Su propuesta encendió expectativas infundadas dentro de un cristinismo en retirada y la burla del resto, habida cuenta la altísima imagen negativa y la minúscula aprobación que caracteriza al “hijo de dos presidentes”.

"Estoy convencido de que Máximo es un cuadro dirigencial, por conocimiento y práctica, y estuvo al lado de dos monstruos”, fueron los argumentos escasamente sólidos del gremialista, quien no se contentó con promover un “operativo clamor” en su favor, sino que disparó algunas balas sobre Alberto Fernández.

"No tenía muchas expectativas con su gobierno”, confesó. “Yo nunca esperé mucho más”, completó. Pero además reclamó un cambio drástico en las políticas de este gobierno. "Hay un montón de cosas que en el camino se tienen que transformar, porque si no, no ganamos la elección, y vamos a la deriva”, concluyó.

Sin dudas, Ortega es un optimista nato. Su esperanza en la continuidad del cristinismo asociado al poder institucional es un sentimiento que no experimentan ni Cristina –que dio un paso al costado para evitar un fracaso de proporciones-, ni la dirigencia de La Cámpora, que busca desesperadamente mantenerse en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires, y que ahora, después de una larga etapa de confrontación, le prende velas a la candidatura de Axel Kicillof para la reelección.

“La necesidad tiene cara de hereje”, afirma el dicho popular. Y en La Cámpora nunca fueron demasiado religiosos. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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