Internacionales
Experimento balneario
Estación Juancho: La historia del tren que acercó la playa
La derivación del ferrocarril que originalmente iba a Mar del Plata facilitó las experiencias fundantes de la costa argentina en el siglo XX: Ostende y Villa Gesell.
Antes de que aparecieran las rutas, Estación Juancho fue la conexión de los primeros experimentos balnearios del siglo XX con el más allá: en ese tren iban y venían los compradores de lotes, sus primeros empleados, los materiales, las herramientas, los insumos, el alimento y, recién después, algunos turistas. En el viejo Tuyú están hoy las playas más cercanas al área AMBA, Rosario y Córdoba. Es decir, las tres concentraciones poblacionales más grandes de Argentina. Un entorno que nadie imaginó en febrero de 1908.
Tras parar en el centro del último poblado, el ramal acababa entre campos, bañados y aves. El lugar no estaba habitado más que por el personal de la nueva estación, gente traída mayormente de otros lados. En febrero de 1908 se inauguró Juancho en honor a la historia de un negro liberto que murió acuchillado, y su cuerpo — dicen— cayó a la laguna que lleva su nombre. Un lugar en el medio de la nada, donde los campos del sudeste bonaerense se van convirtiendo en la arena de médanos que anteceden al mar.
Hasta la aparición de Juancho, el Ferrocarril del Sur (hoy Roca) salía desde Constitución hacia Mar del Plata vía Chascomús, Dolores y Maipú como paradas más importantes. El nuevo ramal se producía con un desvío que el tren hacía a partir de General Guido: en vez de seguir rumbo a Mar del Plata —para terminar la conexión desde Buenos Aires—, la formación entraba de lleno en el distrito del viejo Tuyú.
Se cuenta que esta alternativa fue concedida a pedido de los estancieros que habían quedado más retirados de la traza inicial. Aunque, en simultáneo, la aparición de la estación Juancho habilitaba otra proximidad con la playa (estaba a unos veinte kilómetros). Claro que, en ese entonces, no existía aún el turismo balneario. Al menos no de manera popular: Mar del Plata, y solo para unos privilegiados. En ese contexto, "comprar playa" en el granero del mundo parecía un negocio ridículo. Salvo para un ingeniero belga y otro italiano, primero, y luego para un autodidacta que muchos creen alemán, aunque era argentino.
Probablemente los que más usaron el tren a Juancho en sus primeros años fueron esos dos extraños tipos que se aparecieron un día hablando un lenguaje raro y presentándose en nombre de una firma extranjera. Habían comprado una lonja de tierra. Aunque "tierra" era un decir: habían comprado arena.
Con el tiempo se fueron agregando en los vagones otros inversores, obreros varios, materiales de todo tipo, jefes, empleados y, finalmente, turistas. Cuatro años después del primer viaje en tren a Juancho, se dio por inaugurado Balneario Ostende, homenaje a la homónima localidad belga sobre el Mar del Norte. Fue el primer pueblo de playa en Argentina del siglo XX, con una idea completamente distinta a las que se habían encuadrado Mar del Plata, Miramar y Necochea.
A decir verdad, la travesía Buenos Aires-Ostende esa verdaderamente extenuante: después del trajinado viaje a Juancho había que seguir en carreta por montes que se convertían en dunas. Y, en algunos casos, transbordar al Decauville, un tren sobre arena de ocho pasajes y rieles desmontables para ir avanzando paso a paso entre los médanos hasta llegar al poblado balneario.
Sin embargo, esa incomodidad no menoscabó una propuesta que iba creciendo año tras año. Hasta que el inicio de la Primera Guerra Mundial cambió toda la perspectiva de esos europeos en el Atlántico Sur. Para 1915 Ostende comenzó a declinar, y llegando 1920 todas sus construcciones quedaron sepultadas bajo la arena.
Sin embargo, la estación Juancho encontró nueva actividad gracias a la reconexión —vía Macedo y sucedáneos— con Mar del Plata. Además, empezaban a establecerse personas en aquel inhóspito paraje. Muestra de ese pequeño pero sostenido crecimiento es la inauguración en 1924 de una escuela rural a metros de la parada del tren.
Pero no sería hasta dos décadas después de inaugurada que la estación tomaría su importancia definitiva. Al igual que aquellos ingenieros europeos, un día apareció por Juancho un tipo que había comprado a precio de oferta un lote de pura arena frente al mar, veinte kilómetros al sur de Ostende. En diciembre de 1931, Carlos Gesell llevaba a toda su familia (su esposa y seis hijos) a vivir en una casita de cuatro puertas rodeada de médanos.
En esa nueva intentona por domar las dunas, Gesell encontró —como los ingenieros de Ostende— a Juancho como principal aliado. Aunque, al igual que en aquel entonces, el tren no era todo: llegar a los dominios de Carlos Gesell implicaba vadear una huella de tierra (que podía ser pantano en dos segundos de lluvia) y continuar sobre la arena, entre los bajos de los médanos. Con el tiempo, ese camino logró "dominarse" y hasta aparecieron servicios que conectaban a la estación de tren con el pueblo. "Señores pasajeros: a su derecha lo espera el ómnibus que lo conducirá a Villa Gesell", indicaba un cartel al costado del anden de Juancho durante muchos años.
Si bien toda esa franja de localidades balnearias que van desde San Clemente del Tuyú hasta Villa Gesell empezaron a profundizar su perfil turístico a partir de la década del 60', la estación Juancho fue fundamental para los primeros asentamientos porque durante décadas era de las más cercanas a la playa. Recién en 1949 apareció el ramal hacia Divisadero de Pinamar.
Estación Divisadero fue uno de los estrenos de la flamante nacionalización de los ferrocarriles y funcionó hasta 1967. A mediados de los '90 fue reinaugurada, aunque en otro lado: ya no dentro del pueblo, sino al otro lado de la Ruta 11, el límite de Pinamar con Madariaga. Juancho, en cambio, dejó de operar en la última Dictadura, aunque aún conserva su estructura y la operatividad original. La actual Divisadero de Pinamar está cerca de la ciudad, aunque técnicamente en territorio de General Madariaga. El epicentro del viejo pago del Tuyú. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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Villa Gesell, Juan Provéndola, Pastilla de Colores, San Clemente del Tuyú, Estación Juancho¿Qué te parece esta nota?
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