Nacionales
¿La última oportunidad?
La vieja y la nueva izquierda destruyendo los valores culturales de Argentina
La primera, “la vieja”, tiene su origen en Ibero América en los ‘80, cuando a fines de la guerra fría retorna el estado de derecho a un continente que había sido impulsado -por el terrorismo revolucionario y Estados Unidos - a los golpes de estado y gobiernos militares.
“El comunismo encuentra gran audiencia allí donde no gobierna”
Henry Kissinger
Desde Europa arribaron en aquel momento los nuevos emisarios de la social-democracia, el antiguo euro-comunismo inspirado en Antonio Gramsci y en la “escuela de Frankfurt”. Así, por vía de Dante Caputo, Raúl Alfonsín lleva a la antigua UCR de Alem e Irigoyen, heredera del histórico Partido Federal, a la Internacional Socialista. Este neo-marxismo, apto para Europa, se aparta del leninismo y acepta la economía de mercado. El objetivo de la maniobra “gramsciana-new-age” era transformar a la base cultural -a través de la educación y de los medios de comunicación- y desde allí, al poder. Emerge entre nosotros el “progresismo neo-marxista”. La casta política que nos gobierna hoy es hija directa de esa maniobra.
Hoy estas doctrinas, ínsitamente perversas, nos presentan a una Europa “laica”, “tolerante”, “relativizada” y “paralizada”, que el cardenal Joseph Ratzinger describiera diciendo que “tiene el alma disecada”. Es una Europa sin identidad, en la que "el Islam pre-moderno machaca al cristianismo posmoderno", según afirma Mark Stein en “Europa está acabada”. Es la Europa sin hijos y sin abuelos, que ha arrojado a Dios por la ventana y que necesita de un auxilio externo cada vez que ingresa a una crisis. Es la Europa que no ha podido aprobar la constitución de la UE y que carece de coraje para enfrentar a los riesgos que presenta el nuevo siglo, con una multitud de conflictos.
Estos efectos también están presentes y en curso en Ibero América, que históricamente ha imitado a Europa, mientras le da la espalda a Estados Unidos. La “reserva” del catolicismo mundial, si bien en una etapa aún no totalmente consolidada, siente los efectos disolventes del gramscismo y de las progresías políticas vernáculas. La prueba más contundente, en nuestro país, es la licuación de los partidos políticos históricos, el “estado del estado” y la inclinación electoral de las grandes concentraciones urbanas, que usufructúan de la ausencia de los colegios electorales, eliminados en 1994, a través del pacto firmado en el domicilio de canciller Dante Caputo, en Olivos.
La segunda, “la nueva”, no es otra que aquella que impulsó Moscú, a través de La Habana, a lo largo de la guerra fría, instrumentada a través de guerras civiles no convencionales por el terrorismo revolucionario doméstico, con el empleo de diversas tácticas a lo largo de décadas y sucesivas campañas, cabalgando nuestras crisis irresueltas.
Esta izquierda revolucionaria, tácticamente vencida pero política y estratégicamente victoriosa, ha sido relanzada en los ‘80 con el apoyo técnico y financiero de las FARC colombianas y luego, a partir del aumento exponencial del costo del petróleo, por Caracas, incardinada en la guerra mundial presente desde el 2001, por vía de Teherán y con el crimen organizado internacional, que en la región es el narco-terrorismo.
Sus tropas ya no son los “hijos de las señoras gordas”, como lo fueran en el pasado, sino el producto que nos dejó, en el hemisferio sur, la guerra fría: un estado-institucional extremadamente débil, el sistema de partidos desarticulado por el “entrismo” de izquierda y una sociedad anómica, empobrecida y confundida.
En ella anida el “caldo de cultivo social” de la nueva guerra civil. Se explota, en esta etapa, la demoledora acción del desgobierno alfonsinista en los ‘80.
En esa compleja situación resultante, que se mantiene y degrada a través de los años, se reclutan los diferentes estratos de las nuevas organizaciones “revolucionarias” de “socialismo del siglo XXI”. Los cuadros, en las universidades decrépitas e ideologizadas y las tropas en los arrabales de las grandes ciudades, recibiendo el nombre de “piqueteros”, “cocaleros”, “sin tierra”, “indigenistas”, “zapatistas”, etcétera, según el país de origen, encuadrados por “estudiantes crónicos”, “indigenistas radicales” e “izquierdistas revolucionarios reciclados”.
La oposición a Nicolás Maduro, en Venezuela, señala que la “injerencia interna del bolivarismo” en el continente, en apoyo de los candidatos “revolucionarios”, ha invertido en los últimos años varias decenas de millones de dólares, mientras la pobreza y la inflación ha aumentado en el país de origen. Como veremos, no siempre esta masiva ayuda externa ha tenido éxito, sino que ha sido una mochila de plomo para algunos de los eventuales beneficiarios. Sin embargo es necesario hacer notar que, donde el “socialismo nuevo” fue derrotado, no acepta el rechazo del electorado e intenta obstaculizar la gobernabilidad por parte del vencedor. Tales son los casos de Perú y México.
Desde nuestro punto de vista, la elección de Lula da Silva, heredero potencial de Fidel Castro, efectivizaría el accionar de la violencia revolucionaria en todo el continente, movilizando a las nuevas “tropas” dentro del concepto que el “Foro de San Pablo” ha llamado “guerra social” y que Kal Holsti bautizó como “guerras de la tercera especie”.
Hace varias décadas, la conducción política-estratégica del “Foro de San Pablo” planteó alcanzar el poder a través de sus candidatos, mimetizados en frentes electorales encabezados por “idiotas presentables”. Desde los presupuestos y gobiernos de las grandes concentraciones urbanas municipales, se alcanzarían los niveles nacionales, legitimando “democráticamente” el acceso al poder. Ya han llegado allí, en algunos países claves. El problema actual es sostenerse en el poder, mientras se realizan las grandes transformaciones “revolucionarias”. Para ello o se violan las leyes o se reforman las constituciones. El tiempo se está agotando y necesitan acelerar el ritmo para lograr el objetivo de la Unión Iberoamericana Socialista. El precio del barril baja y los pueblos despiertan, aunque la desinformación mediática continúe.
Es común, aún hoy, escuchar una pregunta reiterada en nuestros círculos sociales: “¿Cómo hizo la izquierda para difundirse en el continente como mancha de aceite?”. La respuesta es sencilla, ha tenido objetivos claros y una estrategia lúcida, bajo conducción centralizada desde La Habana, que cuenta con larga experiencia revolucionaria. Lo hicieron con organizaciones casi abstractas, desconocidas por el gran público.
Nos parece oportuno agregar aquí, ante éste cuadro, un aporte de recomendaciones que pueden ayudarnos ante la emergencia, provenientes del ministro de Defensa de Alemania y expuestas en un seminario desarrollado en Buenos Aires, en el año 2001. ¡Hace casi veinte años! (C.A.R.I. - “Seminario nuevas amenazas a la seguridad”, del 23 de mayo de 2001):
Algunas conclusiones interesantes de la ponencia del ministro de Defensa alemán:
- Las políticas defensivas, exclusivamente nacionales, ya no son suficientes.
- Si la amenaza es regional, la solución debe ser regional.
- Se deben buscar alianzas, socios, cooperación.
- Europa es un proyecto político motorizado por intereses económicos. Mercado-Moneda-Banco Central.
- Hoy la economía sola no es suficiente. Hay dos elementos básicos: ampliación de los espacios de integración y una política de seguridad común.
- Solo para la gestión de crisis civiles, hay 50 mil efectivos.
- En Europa se desarrolla el concepto de Seguridad Global Preventiva.
- Si un estado no puede garantizar la seguridad, se derrumba el sistema político.
- Los políticos de las áreas de Defensa y Seguridad deben ser visionarios pragmáticos.
¡Nada de esto se ha resuelto luego de dos décadas!
En nuestra Ibero América en grave crisis política y estratégica, cunde la percepción de incertidumbre, de desesperanza política y emergen diversas formas de “miedos” -¿o cobardías?-, de ansiedades frente al futuro. La recuperación del “coraje cívico” exige recuperar previamente la identidad, es decir, la cultura del “quiénes somos”. Recuperar el espacio cedido a los tránsfugas culturales. Entonces podremos plantearnos el“a dónde vamos” y “entender a la circunstancia internacional y propia”.
Sin estas tres condiciones de partida, no hay salida del laberinto que nos hemos creado.
Una sociedad anómica y anárquica, carece de seguridad de todo tipo. Cuando ingresa al caos, multiplica sus conflictos. Los estados de la región, en diversos grados, han abandonado sus responsabilidades centrales. La gran política ha sido desplazada por la mera ideología. El ciudadano se siente librado a sus propios medios.
A diferencia de lo acontecido en otras geografías, nuestra Ibero América transculturizada niega su propia pertenencia, niega la sana integración regional y se niega, por cobardía, el ingreso a la “civilización del conocimiento”. Permanece políticamente paralizada en el tiempo y encapsulada, aislada de su circunstancia internacional. Una sorda lucha entre las izquierdas, triunfantes electoralmente en la posguerra fría, nos hace dar espaldas al futuro y permite, cada vez con mayor claridad, encontrar las causales ocultas de los conflictos generalizados que han despertado en el siglo XXI, sorpresivamente, sin motivos aparentes.
Elementos que actúan desde las sombras, toman como “caldo de cultivo” las consecuencias que ha dejado la guerra fría en el hemisferio sur y movilizan a las “preliminares de una batalla”, breve y contundente, que permita lograr una “Internacional Socialista Iberoamericana” bajo la conducción del llamado “socialismo del siglo XXI” que, con un exitoso sigilo explota la tarea desarrollada en los últimos años por el “progresismo” social-demócrata, particularmente en el frente político partidario, educativo y comunicacional. El “velo y engaño” para encubrir a esta maniobra, es la demonizada década del’90, y los tan remanidos “derechos humanos”, que sólo son patrimonio de los terroristas.
La alta conducción estratégica del “enemigo sin rostro”, el agresor de occidente desde el 2001, dando origen a la “guerra mundial contraterrorista” nos ha reservado, muy probablemente, el destino de “estados fallidos”, espacios de aposentamiento del crimen organizado internacional y desarrolla su acción a través de una compleja pero ostensible red de antiguos terroristas reciclados, organizaciones narco-terroristas y la “progresía” especuladora, de variada especie, que continúa cabalgando y atizando nuestras falencias colectivas. Los resentimientos ideológicos locales y las mafias enquistadas, cabalgan esta situación global. La situación institucional desquiciada, es el principal indicio a retener como índice. El proceso electoral del 2023 en nuestro país será un punto de inflexión, quizás la última oportunidad de comenzar a recorrer el camino de la consolidación de los valores republicanos, el orden y el progreso como centrales y la recuperación cultural como objetivo prioritario. De lo contrario, los tiempos se aceleran hacia la disgregación y el caos anárquico. El pueblo sano y trabajador sigue esperándolas respuestas.
(*) El doctor Jorge Corrado es abogado (UBA), profesor titular de Ciencia Política, Estrategia y Geopolítica en la Universidad Católica de La Plata. Además, se desempeña como director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires.
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Lula da Silva, Raúl Alfonsín, Nicolás Maduro, Fidel Castro, Joseph Ratzinger, Henry Kissinger, Jorge Corrado, Antonio Gramsci, Kal Holsti, Mark Stein, Dante Caputo¿Qué te parece esta nota?
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