Tres años con COVID y los cuidados que no deberíamos perder

El 3 de marzo de 2020 se conoció el primer caso positivo de COVID-19 en Argentina: la persona venía de Italia, uno de los países más contagiados de Europa. A partir de día comenzó la relación de nuestro país con la enfermedad infecciosa que marcó un quiebre en el planeta entero. Largos meses de cuarentenas estrictas y otros tanto de ligeras concesiones posteriores, introdujeron hábitos que creímos adoptados para siempre. El barbijo fue uno de ellos.

Sin embargo, tres años después de aquel hecho vemos una realidad completamente distinta a la que imaginábamos en ese entonces, cuando la incertidumbre sobre el nuevo virus era angustiante. Llegamos a lavar las bolsas del mercado con detergente, dejábamos el calzado en la puerta y tirábamos la ropa ni bien regresábamos de la calle como si necesitáramos quemarla en kerosén. Algunos presagiaban el fin de la historia.

Pero, después de un 2020 sofocante, el 2021 se meció entre libertades condicionadas y la llegada de las vacunas. Hasta encarar la salida en 2022, cuando finalmente se recuperaron las últimas actividades vedadas. 

Según las estadísticas oficiales, 130 mil personas murieron en Argentina como consecuencia del COVID. Pero, a tres años del primer positivo de coronavirus en Argentina, ya no hay normas ni prohibiciones. Solo sugerencias y protocolos. El COVID sigue presente, con algunas temporadas de contagio por encima de la media. Y no es casual que la última haya coincidido con el turismo de verano, que además vive tiempos de mucha demanda, circulación y amontonamiento. Ya no existen los controles de temperatura corporal, y los dispenser de alcohol en gel son por lo general restos fósiles de algo que ya no es.  

El porcentaje de mortalidad e internación por COVID positivo es notablemente bajo y eso reivindica el plan de vacunación, una tarea que algún día valoraremos por obligar a todas las fuerzas políticas a tener que coincidir en su ejecución: la inmunidad extendida supone una barrera crucial contra la circulación de COVID. Aunque éste, de todos modos, sigue girando. Y eso no hay que olvidarlo: aún hoy no a todos le pega igual, a la vez que siguen habiendo casos del llamado "COVID persistente". 

Cierto relajo social empuja a un progresivo olvido sobre conductas que hubiese estado bueno conservarlas. El barbijo es un ejemplo, especialmente en situaciones de amontonamiento. Y, sobre todo, en tiempos donde se estimula desde los organismos estatales al "autodiagnóstico": reconocerse como COVID positivo a partir de una serie de síntomas que pueden coincidir con otras afecciones. La estrategia va en paralelo con el cierre de las distintas terminales públicas de testeo. Y comprar una prueba en una farmacia implica un trámite denso que invita a desistir. Finalmente, procurar confirmar el cuadro para tomar los recaudos necesarios es mucho más complejo que, simplemente, salir a la calle tosiéndole en la cara a los demás.    

Esta nueva era de "autogestión" de la enfermedad lleva a tratar el COVID como una gripe normal, a la vez que pone en manos del paciente todo el control: cinco días de aislamiento tras el primer síntoma y los cinco posteriores con uso de tapabocas y otros recaudos que quedan a voluntad del portador. El tema es que en Argentina (y, probablemente, en la mayoría de los otros países) no hay una cultura social sobre la gripe al estilo japonés, donde ante el primer síntoma se guardan o salen a la calle con barbijo. Y una buena oportunidad de instalar un hábito se ha perdido. (www.REALPOLITIK.com.ar) 

APOYÁ A
REALPOLITIK

Periodismo independiente.
Información sin censura.

COLABORÁ DESDE $290 POR MES

COMENTÁ / VER COMENTARIOS