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12 de marzo de 2023 | Nacionales

En busca de los votos del peronismo

Cristina, entre el “operativo clamor” y la necesidad de revivir al “viejo de mierda”

Pese a la tarde tórrida, una audiencia entusiasta se acercó al plenario organizado en la Universidad Tecnológica de Avellaneda para dar el puntapié inicial del “operativo clamor”  para convencer a Cristina de candidatearse a la presidencia en las próximas elecciones.

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Ya no son las gigantescas movilizaciones de otros tiempos. De todos modos, para los niveles actuales de asistencia tampoco la convocatoria debe despreciarse. Sin embargo, llamó la atención que el principal interlocutor tácito no fuera Cristina Fernández de Kirchner, a la que se pretender “convencer”, sino Alberto Fernández, a quien se intenta lapidar sin contemplación alguna.

Y cuando desde el escenario se afirmó que “algunos están más interesados en ganarle a CFK que en sacar el país adelante”, la mayor reacción de la tarde tuvo lugar.

Los encargados de cerrar el encuentro fueron Máximo Kirchner y Axel Kicillof. El orden de las intervenciones corrobora que el gobernador bonaerense le ha sacado varios cuerpos de ventaja al presidente del PJ  bonaerense en la carrera interna por la sucesión de la vicepresidenta.

Todos los oradores coincidieron en afirmar que Cristina “es la que nuestro pueblo quiere”. Del otro lado, agrupaciones políticas, sociales y sindicales cristinistas vivaban el lema: “Luche y vuelve, Cristina 2023”.

El objetivo declarado del encuentro fue “romper” la presunta proscripción de la que la vicepresidenta asegura ser víctima y “convencerla” de aceptar la candidatura presidencial. Todo el tiempo estuvo presente la comparación con Juan Domingo Perón, a quien Cristina, hasta no hace mucho, consideraba como “un viejo de mierda”(según testimonios de Eduardo Duhalde y Antonio Cafiero).

El gobernador Axel Kicillof, por ejemplo, afirmó: “Hace cincuenta años hubo algunos vivos que pensaron que se podía hacer un peronismo sin Perón y no se podía, así como hoy no se puede hacer un peronismo sin Cristina”.

Y remató, responsabilizando a la oposición aliada al poder judicial: “Han inventado un fallo y una condena. Inventaron miles de causas, pero no pueden evitarlo, la compañera es la dirigente en la que nuestro pueblo cree, en la que confía y la que nuestro pueblo quiere. Por eso, porque ya no les alcanza con mentir y embarrar, ahora dieron un paso más: el de la proscripción. Nos toman por idiotas, nos quieren tomar a todos por tonto. Años inventando causas y juicios”.

“Si el pueblo quiere a Cristina, va a ser Cristina”, enfatizó Axel. Y pronosticó: “El año que viene va a gobernar Argentina alguien que defienda los derechos, no una derecha”, agregó Kicillof.

El evento sacó nuevamente a la luz las contradicciones del cristinismo. Si Cristina –tal como ella misma afirma- está proscripta, ¿cómo podría ser candidata? Si puede serlo, no está proscripta, por lo que no se entiende cuáles son las razones que la llevan a autoexluirse, excepto la certeza de no querer ser la cara de una derrota que juzga inexorable.

Tampoco se comprende en un espacio de carácter vertical que las segundas líneas pretendan desafiar a su líder tratando de convencerla de hacer lo que no quiere. Ni, mucho menos, por qué razón los discursos insistan en destruir a Alberto, a la Justicia, al poder económico concentrado y a la oposición, en lugar de interpelar a Cristina para que cambie de postura.

Capítulo aparte merece la afirmación de que la candidatura de Cristina “es lo que el pueblo quiere”. ¿En qué se basan esas afirmaciones? El Frente de Todos apenas llega a un 32 por ciento en las encuestas antes de discriminar el aporte de cada uno de sus posibles candidatos. ¿Cuánto de ese porcentaje le corresponde a la vicepresidenta? Aún concediéndole que fuera un 70 por ciento de ese total, no pasaría de un 22. ¿Un 22 por ciento es “el pueblo”? ¿Y que sería el otro 78 que quiere otra cosa? ¿Y el casi 70 por ciento de los argentinos que no quieren que vuelva a ser presidenta?

El problema de fondo es que Cristina, al automarginarse, selló su futuro. Si da marcha atrás -como podría suponerse de la organización de un “operativo clamor” por parte de quienes no son capaces de decidir si quieren azúcar o sacarina sin consultarla- hace trizas su denuncia de estar proscripta. Si mantiene su posición, deja al cristinismo sin otro candidato nacional que no sea Axel Kicillof, a quien precisa para tratar de retener la provincia.

En síntesis, el acto de Avellaneda expresó la impotencia, la rebeldía no sólo contra la situación judicial de Cristina, sino también contra un destino de defunción al que el cristinismo desde hace rato que está condenado. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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