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13 de marzo de 2023 | Literatura

“Los aventureros”

Delon, aquel hombre que soñamos ser

Recuerdo perfectamente la primera vez. Habíamos ido con mi padre al cine de la galería "Rocha". Era un cine moderno para la época. Fue durante el invierno del '68. Yo tenía nueve años.

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por:
Juan Basterra

La película se llamaba "Los aventureros". Los actores principales eran tres: Delon, Lino Ventura y la canadiense Joanna Shimkus, la deslumbrante "Leticia", la mujer más hermosa que habían contemplado mis ojos de niño.

Regresé aturdido a nuestra casa de la calle 4. Durante toda la noche pensé en "Fort Boyard", el sitio donde era asesinado el personaje interpretado por Delon. Es el lugar indicado para la muerte de un Dios, pensé confusamente. También pensé en Leticia y en ese inolvidable funeral marino armonizado por la inconfundible voz de Delon.

Cinco años después acompañé a mi padre al cine "Marconi". El pretexto era la película franco-italiana "Dos hombres en la ciudad" del gran José Giovanni. Y escribo el pretexto, porque, en realidad, con mi padre, solamente habíamos ido a ver a Delon. Todo lo demás no importaba.

No importaba que a su lado estuviese el enorme Jean Gabin. La película era un alegato de época sobre la pena de muerte. Muchos años después volví a pensar en la película al leer "El extranjero", de Albert Camus y pensé también que Delon hubiese sido un extraordinario Meursault.

La noche del regreso del cine recordé la cuchilla inmisericorde de la guillotina esperando por el cuello del estoico Delon. Sobre la madrugada conseguí dormir.

A esas películas siguieron muchas. No vale la pena enumerarlas a todas. Todas contenían al arquetipo Delon, y eso era suficiente. Por lo menos era suficiente para mi padre, para mí, y para todos los que de una u otra manera pensábamos que solamente se podía ser hombre siendo de alguna manera Delon. Las otras formas no importaban, podían ser descartadas como las colillas de cigarrillos que Delon aplastaba en cada urinario de suburbio parisino, con un gesto que solo en él era innato y elegante. Lo sabíamos perfectamente: era imposible imitarlo.

Amábamos esas perfecciones. Amábamos también la condición de lobo estepario de cada uno de sus personajes; el viejo y desgastado sobretodo de blin debajo de la sonrisa despreciativa; el cultivado desapego a todo lujo, creencia o vanidad; su inconfundible certeza en el llamado del destino; la enorme distinción de sus mujeres lánguidas, mujeres al uso de Modigliani, inalcanzables, sin anillos, sin aros ni collares, recortadas sobre el azul vibrante del Mediterráneo en el cenit del mediodía, y que solo esperaban por Delon.

Quisimos de muchas maneras a Delon, qué duda cabe. El policía incorruptible que vela el último sueño del condenado a muerte, y el legionario solitario que en Argel observa el perfil de su antigua amada en el reflejo de los espejismos del desierto, fueron algunos de los Delon que quisimos ser. Es muy probable que no lo hayamos conseguido. ¿Acaso importa?

Los hombres como Delon saben muy bien que el fracaso es el término final de todas las aspiraciones, y que los verdaderos hombres, aquellos que personificó en sus películas y que muchos de nosotros hubiésemos querido ser, no merecen finales felices. (www.REALPOLITIK.com.ar)


ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Juan Basterra, Literatura, Alain Delon

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