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17 de marzo de 2023 | Historia

Modelo de sociedad

Liberalismo y democracia en la primera mitad del siglo XIX

Durante la primera mitad del siglo XIX, la relación entre liberalismo y democracia experimentó una profunda tensión. Desde la perspectiva de los pensadores liberales europeos, la igualdad siguió considerándose como un valor subordinado a la libertad, que constituyó el eje y centro de su reflexión.

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por:
Alberto Lettieri

En tal sentido, el célebre discurso pronunciado por Benjamin Constant, en 1818, consagró una relación canónica entre ambos principios, al tiempo que estableció la supremacía del gobierno representativo y censatario sobre cualquier versión de la democracia ampliada.

Si bien durante la primera mitad del siglo no faltaron las iniciativas reformistas, a la luz de los grotescos resultados sociales que exponía el proceso de desarrollo del capitalismo, sus aportes fueron limitados y reflejaron la contradicción que invadía a los autores más progresistas, como Jeremy Bentham o James Mill.

Si bien era deseable algún tipo de reforma, sobre todo en lo referido a la ampliación del sufragio, las dudas sobre sus potenciales efectos sobre el derecho de propiedad los condujo a recortar sensiblemente su apuesta: era tolerable la extensión del sufragio a la clase media pero, ¿serían igualmente confiables las clases populares en caso de gozar de un derecho similar? 

De este modo, aun cuando la extensión del sufragio de 1832 en Inglaterra pudo celebrarse como un avance cierto en la capacidad de control de la sociedad sobre eventuales abusos del gobierno, las demandas de los cartistas o los proyectos de cambio social levantados por los owenistas durante esa misma década, fueron observados con evidente desconfianza y temor por las clases dirigentes, para terminar condenados al fracaso.

Contemporáneamente, en el caso francés, la Monarquía de Julio mantenía las bases esenciales del régimen borbónico restaurado, con la diferencia de la sanción de una Constitución que reconocía el origen contractual de la monarquía de Luis Felipe de Orléans, en tanto sólo aceptaba el ejercicio de la soberanía por parte de la población “capacitada” o “razonable” al momento de designar la composición de las cámaras representativas. 

La posterior ampliación del universo de sufragantes –producto de la disminución del censo exigido–, implicó un cambio similar al supuesto por el Reform Bill inglés de 1832, aunque no un avance significativo del principio democrático.

Mientras tanto, del otro lado del Atlántico, los norteamericanos conseguían desarrollar un nuevo modelo de sociedad, en la cual la pobreza no era algo necesario, y el republicanismo igualitario de la democracia jacksoniana –inspirado de algún modo en el modelo roussoniano– hacía de la democracia participativa –sostenida en un modelo de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo– una realidad. 

Los intelectuales europeos no tardaron en dirigir hacia allí sus miradas: en el caso de Alexis de Tocqueville, el fenómeno desconocido de una sociedad democrática le causó escozor, aunque no alteró sus facultades, permitiéndole elaborar una descripción canónica de la sociedad de los Estados Unidos. Allí estaba el futuro, aunque no en todas partes ese futuro habría de ofrecer los mismos resultados. Mientras tanto, en Inglaterra su amigo John S. Mill se abocaba a elaborar propuestas reformistas, tratando de compensar las desigualdades provocadas por el capitalismo sin provocar un cambio demasiado radical, que trajese consigo la temida tiranía de la mayoría. 

Para entonces, el futuro de la democracia liberal no debía juzgarse necesariamente con pesimismo. En Francia, la revolución del 48 reinstaló el sufragio universal, que habría de ser mantenido en el futuro por el inminente emperador Luis Bonaparte. Los Estados Unidos constituían el espejo en el que las naciones latinoamericanas y buena parte de los reformistas europeos utilizaban para diseñar su futuro.

Finalmente, la concepción ética de un liberalismo equitativo –sostenida por John S. Mill– comenzaba a definir el modelo de hombre y de sociedad prevalecientes dentro de la teoría democrática liberal, hasta mediados del siglo XX. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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