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20 de abril de 2023 | Historia

Agro

Dos interpretaciones sobre la Revolución Agrícola inglesa en los tiempos de la Revolución Industrial

El mundo medieval europeo se caracterizó por producir bajo un sistema de rotación de cultivos. En gran parte de Europa la tierra se dividía en tres parcelas distintas, en las cuales se cultivaba en forma rotativa cereales y legumbres, dejando en barbecho o reposo la tercera parte del terreno con el objeto que la tierra recuperara sus nutrientes.

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por:
Alberto Lettieri

Esta modalidad respondía a la ausencia de fertilizantes y posibilitaba una productividad muy baja de los terrenos, ya que una parte de ellos quedaban anualmente fuera del circuito económico.

Aproximadamente en la segunda mitad del siglo XVII comenzaron a producirse cambios inicialmente imperceptibles pero que modificaron radicalmente el sistema de producción; se comenzó por aplicar una rotación cuatrienial en los cultivos, introduciendo plantas forrajeras con la consecuente posibilidad de criar ganado vacuno y ovino. Este cambio en la forma de cultivos modificó la disposición territorial, eliminando paulatinamente las tierras comunales y de campos abiertos (openfields), propios del régimen feudal, a los cuales tenían acceso los hombres libres y siervos.

Los últimos estudios sobre la revolución agrícola inglesa demuestran que la adopción del sistema cuatrienal de rotación fue motivado por la persistente depresión de los precios agrícolas entre 1670 y 1750, lo cual incentivó a los productores a buscar métodos alternativos para incrementar la producción y amortizar la caída de los precios. La necesidad de ampliación de tierras cultivables llevó a la reducción de las tierras de usufructo común aunque éste no sería el último escalón en el establecimiento de la propiedad privada, elemento fundamental del sistema capitalista de producción.

Desde 1760, los campos abiertos (openfields) fueron desapareciendo como consecuencia de un conjunto de instrumentos jurídicos de vieja data pero cuya aplicación comenzó a acelerarse reduciendo tierras de uso común y expulsando paulatinamente a un considerable número de familias campesinas. Estas disposiciones legales, denominadas globalmente Leyes de Cercamientos (enclosures), han sido objeto de un interesante debate entre los especialistas. Algunos encuentran una correlación directa entre éstas y la expulsión de campesinos y cuya función fue suministrar una mano de obra barata destinada a las nuevas industrias.

Desde el marxismo se suele sostener que estas leyes expropiaron a los campesinos en forma vertiginosa permitiendo el nacimiento de una clase desposeída de sus medios de producción y por tanto de vida, acelerando el nacimiento de las relaciones capitalistas asalariadas. Siguiendo esta línea de pensamiento, el proceso derivó en que muchos campesinos terminaron siendo arrendatarios, unos pocos lograron transformarse en pequeños propietarios, y la mayoría fueron los nuevos excluidos del proceso industrial.

Sin embargo, las corrientes historiográficas más modernas plantean que los cercamientos –y la consecuente expulsión de campesinos– fue la consecuencia de un proceso más extenso, que se materializó en el transcurso de ciento cincuenta años. De este modo, la pequeña propiedad campesina no habría sufrido una destrucción acelerada por lo menos hasta principios del siglo XIX, y la demanda de mano de obra del nuevo sector industrial habría sido satisfecha gracias al crecimiento demográfico y a la inmigración irlandesa. De este modo, la expulsión de campesinos habría sido más acelerada en la segunda fase de la Revolución Industrial (c.1820) cuando decayó la importancia de la nobleza terrateniente en el poder político y cuando la agricultura inglesa estaba en plena decadencia. Lo cierto es que este proceso atravesó, generacionalmente, a millares de campesinos transformando su vida cotidiana, aunque la percepción de dichos cambios fuera difícilmente comprendida por sus protagonistas.

La revolución agrícola impuso a la economía inglesa formas de producción mixta –agrícola-ganadera–, impulsando el cambio de hábitos de alimentación, enriqueciendo la dieta de la familia campesina con la incorporación de tubérculos, leguminosas, cereales y carne en forma regular. Por otra parte, dichos cambios alimentaron a las nuevas industrias que utilizaban materias primas agrícolas: textiles, molinos, cervecería y, secundariamente, el inicio de las industrias de base para la creación de herramientas de producción, infraestructura y construcciones.

En definitiva, Inglaterra se anticipó a los demás países europeos, ya que no sólo modificó la distribución territorial, sino que el sector rural proporcionó los insumos básicos de la actividad motriz de la revolución industrial, el algodón, permitiendo el desarrollo de la industria textil. La importancia de la revolución agrícola no se circunscribe a la innovación tecnológica, sino también a la configuración de la propiedad privada y la conformación paulatina de un mercado laboral capitalista. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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