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22 de junio de 2023 | Historia

Siglo XX

La violencia política en la Argentina de entreguerras

En las décadas de entreguerra se incrementó, al ritmo de lo que sucedía a lo largo del planeta y, sobre todo, de las sociedades de occidente, donde la democracia burguesa aparecía desacreditada y cuestionada, y las prácticas y regímenes autoritarios se extendieron por la escena internacional.

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por:
Alberto Lettieri

Los temores que provocaba la alternativa de la expansión de la Revolución Soviética a Occidente entre las clases acomodadas y las clases medias se retroalimentaban con el accionar decidido del sindicalismo –sobre todo del anarquista- para tratar de garantizar los puestos de trabajo y los ingresos de los trabajadores. Esto fue así, sobre todo, entre fines de la década de 1910 y la primera mitad de la de 1920 en la Argentina, cuando se experimentaban las consecuencias del impacto de la posguerra sobre los mercados internacionales que adquirían nuestras exportaciones antes del conflicto, y que experimentaron ruinosas situaciones en los años precedentes. De este modo, con un comercio internacional que no conseguía recuperarse, el paro y la caída de los salarios fogoneaban la conflictividad social.

De este modo, la violencia se extendía por todas partes. Entre los conflictos más destacados pueden señalarse la “Semana Trágica” (19198), la “Patagonia rebelde” (1920), “La Forestal” (1921-1922) y La masacre de Nalpapí (1924). El “gran miedo” que experimentaban las clases propietarias se tradujo por entonces en la creación de grupos parapoliciales que, con la anuencia e, incluso, la participación activa de efectivos y funcionarios de gobierno y de las fuerzas de seguridad, intervenían activamente en la represión y persecución de los trabajadores para imponer, a su manera, el disciplinamiento social, con total impunidad. Entre estos grupos se destacó la Liga Patriótica Argentina, una asociación civil que operó durante la década de 1920,  de ideología nacionalista, anti-izquierdista, antisemita, racista y antisindical, que organizó progroms en los barrios judíos y tuvo un papel determinante en la represión de la Semana Trágica y en los hechos represivos de la Patagonia, en 1922. La Liga Patriótica desplegó simultáneamente tareas de educación y adoctrinamiento de obreros para combatir la propaganda comunista y anarquista que circulaba por entonces de manera clandestina.

Pese a que algunos autores la han definido como fascista, en realidad nunca se propuso la toma del poder, sino su conservación. Se trató más bien de una organización nacionalista conservadora combativa, que sirvió como antecedente para los grupos nacionalistas de la década de 1930, cuyos objetivos políticos fueron mucho más relevantes.  En la práctica, muchos de los miembros de la Liga Patriótica eran simultáneamente referentes políticos de los principales partidos de la época, como por ejemplo Julio A. Roca (h), Federico Martínez de Hoz, los radicales Manuel Carlés, Leopoldo Melo o Vicente Gallo, o del demócrata progresista Lisandro de la Torre

La violencia generalizada se incrementó al desatarse el Crack de 1929 y la inmediata Gran Depresión, que afectaron gravemente a un comercio internacional que no terminaba de recuperarse. En el marco de esta grave situación, el 24 de diciembre de 1929 un anarquista italiano, Gualterio Marinelli, atentó sin éxito contra la vida del presidente Hipólito Yrigoyen, siendo abatido por la custodia presidencial. El ataque fue aprovechado por la prensa opositora para difundir toda clase de sospechas sobre quién había sido su autor real y quiénes los responsables intelectuales. La manipulación del hecho afectó aún más la debilidad de la figura presidencial de un presidente anciano y enfermo que había delegado la mayor parte de las tareas de gobierno, y sazonó el caldo de cultivo del Golpe de 1930.

La llegada al gobierno de Uriburu –confeso admirador del fascismo italiano- favoreció la creación de grupos de ese signo ideológico como la Legión Cívica y la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios, patrocinados por las autoridades, que dejaron fuera de la escena a la Liga Pariótica. En estos casos el objetivo apuntaba concretamente a eliminar definitivamente la democracia e imponer un orden corporativo, nacionalista, elitista, autoritario y antisemita. Ya no se aspiraba a conservar un estado de cosas, sino a su transformación revolucionaria.

La década de 1930 fue generosa en acciones parapoliciales clandestinas y progroms . En 1931 se fundó en Buenos Aires el Partido Obrero Nacionalsocialista Alemán, una filial de su homónimo europeo. No sólo alcanzó rápida popularidad entre los sectores nacionalistas, sino que recientemente se descubrió un listado de 12 mil contribuyentes alemanes con residencia en Argentina que enviaron regularmente dinero a una cuenta en Suiza durante esa década, reclutados por el embajador alemán Edmund Von Thermann. El diplomático nazi se encargó de disciplinar a los empresarios de ese origen, a los que obligó a firmar un manifiesto en el que proclamaban su lealtad al Fuhrer, contribuir al financiamiento del régimen nazi y despedir a los trabajadores de origen judío de sus empresas. El 10 de abril de 1938 se realizó un gigantesco acto que colmó el Luna Park, en el que la “comunidad germano-austríaca proclamó su adhesión al Gran Reich”, según titularon los periódicos. Un año después se efectivizó la invasión a Polonia.

Desde hacía tiempo la violencia estaba naturalizada en nuestra sociedad y, si bien causó cierto revuelo, no sorprendió del todo el asesinato de Enzo Bordabehere, en 1935, antes de jurar como Senador por Santa Fé, en una sesión legislativa en la que se denunciaban sobornos en la exportación de carne hacia el Reino Unido. Tres balazos certeros ejecutados por el “matón a sueldo” Ramón Valdés Cora pusieron fin a su vida, mientras que De la Torre sostenía una tensa discusión con los ministros de Agricultura, Luis Duhau, y de Hacienda, Federico Pinedo. El asesino se desempeñaba como guardaespaldas de Duhau.

Si bien el agresor fue condenado, se excluyó de toda responsabilidad a su jefe y las denuncias cayeron en el vacío. Sólo De la Torre parecía no poder soportarlo y terminó suicidándose el 5 de enero de 1939.

Para entonces la democracia estaban cancelada desde hacía casi una década, y la violencia imperante a escala mundial en el marco de la Segunda Guerra había hundido su garra en la sociedad argentina. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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