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Elecciones 2023
La candidatura de Sergio es una Massa
Súbitamente, como nos tiene acostumbrados, el peronismo pasó de la decepción a la euforia. Lo que era un diagnóstico de derrota para, a duras penas, alcanzar el balotaje en un escenario –tal como proponía Cristina- se convirtió en optimismo, no exento de controversias, a partir de la consagración de la candidatura de Sergio Massa.
Súbitamente, como en un pase de magia al que la Argentina nos tiene acostumbrados, el peronismo pasó de la decepción a la euforia. Lo que era un diagnóstico de derrota para, a duras penas, alcanzar el balotaje en un escenario –tal como proponía Cristina- se convirtió en optimismo, no exento de controversias, a partir de la consagración de la candidatura de Sergio Massa.
Los que aseguran que “todo estaba arreglado” para que Massa fuera el candidato simplifican un agitado proceso de negociaciones que se inició con el reconocimiento tácito de la vicepresidenta de que las elecciones presidenciales estaban perdidas de antemano, por lo que su estrategia apuntaría a convertir a Unidad Ciudadana en una fuerza hegemónica bonaerense. Wado de Pedro, e incluso Daniel Scioli, eran precandidatos a la medida para su objetivo de perder la Nación para ganar Buenos Aires.
Pero el peronismo se lo impidió. Los gobernadores, los sindicatos de la CGT, el Frente Renovador y las señales que emitía el mercado exigían no sólo una candidatura única, sino la de un actor en particular: el ministro de Economía, Sergio Massa.
Dos gobernadores viajaron a Buenos Aires, hablaron con Alberto y Cristina Fernández. La trama es conocida. Sergio Massa sería el candidato de unidad, el presidente elegiría al vice, que no sería Wado de Pedro por su alineamiento con la vicepresidenta. A cambio, Cristina se quedaría con la parte del león en la provincia, tal como era su objetivo primordial.
Ante las resistencias de los sectores ultra K a la candidatura del ministro de Economía, rápidamente la lista de unidad se convirtió en una “Y”: Juan Grabois iría a las internas presidenciales, con el visto bueno de las partes y los avales de los que le proveyó Máximo Kirchner inmediatamente, para contener a los más radicalizados. Antes de las 48 horas, Cristina –con Massa, Máximo, Wado y Agustín Rossi -se encargó de revelar su versión sobre lo sucedido, a través de una explicación pedagógica que siempre requieren sus seguidores al momento de aceptar lo que creían que era inaceptable. La culpa siempre es del enemigo: Alberto, Victoria Tolosa Paz y Santiago Cafiero fueron, una vez más, los señalados.
Pero hay algo que quedó invisibilizado y que resulta esencial: la puja brutal entre Máximo y Axel Kicillof por la candidatura a vicegobernador. El jefe de La Cámpora quería instalar a toda costa a su socio, Martín Insaurralde, para terminar de rodearle el castillo al actual gobernador, con quien se lleva muy mal desde hace rato. Pero Kicillof resistió con aguante: no sólo evitó su candidatura presidencial, sino que consiguió mantener a Verónica Magario, el ala opuesta a la del lomense en la puja de los intendentes peronistas.
De este modo, casi en un abrir y cerrar de ojos, la candidatura de Sergio Massa se consolidó con una potencia excepcional. Cristina lo reconoció como su candidato; Alberto compartió acto y lo presentó como el “próximo presidente”; los sindicalistas y los gobernadores manifestaron su entusiasmo; el peronismo no cristinista celebró la alternativa de una resurrección hegemónica tras los largos años de reinado de la vicepresidenta; los mercados aportaron su bendición: títulos y acciones argentinas, aquí y en el exterior, experimentaron un salto sorprendente en sus cotizaciones; y la oposición y los medios corporativos alineados con ella no ocultaron su temor ante el nuevo despertar del “gigante dormido”.
Entre los gobernadores, es importante destacar a dos que pueden resultar determinantes: el ya mencionado Kicillof -quien mantiene una fluida relación de consulta mutua con el ministro de Economía- y Martín Llaryora, el flamante próximo gobernador cordobés que, a diferencia de su predecesor –Juan Schiaretti-, está predispuesto a cerrar acuerdos con el peronismo y Sergio Massa en lugar de con JxC.
Por si fuera poco, el ministro de Economía tiene prácticamente cerrada la negociación con el Club de París y adelantó que en cuestión de horas estaría concretado el entendimiento con el FMI, mientras que el gasoducto Néstor Kirchner es ya una realidad que permitirá ahorrar 1.200 millones de dólares este año, multiplicando su rendimiento en escala geométrica en los próximos.
Con un escenario agrario floreciente para el año próximo, más el avance en áreas como las del litio y otros minerales, el gas, y el petróleo terrestre y off shore, entre otras, los pronósticos invitan al optimismo respecto del futuro de nuestro país. Algunos intentarán adjudicar estos cambios a un pase de magia, pero se equivocan. Detrás de todo esto hay trabajo, proyectos, negociación y gran habilidad política.
La Argentina se enfrenta a una gran oportunidad de abandonar las disputas fratricidas y autodestructivas del pasado, para empezar a convertirse en un país previsible, en crecimiento y en un marco de reconciliación social. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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