
Pelota dividida
La devoción por ver al rey del fútbol en el anticastrista Inter de Miami hizo colapsar las páginas de transmisión libre. ¿Se puede ser un ídolo popular para un consumo de pocos?
La salida de Lionel Messi del PSG fue un alivio para todos sus fanáticos, a quienes no les costó entender que el capitán de la Selección Argentina no estaba pasando sus días de mayor comodidad en el equipo originado en la capital de Francia pero administrado con dinero de Qatar. Los silbidos que la Pulga venía recibiendo en el coqueto Parque de los Príncipes no hicieron otra cosa que ponerle banda de sonido a la crónica de un final anunciado: Messi necesita sí o sí un ámbito de comodidad en lo que él mismo ya anticipó como el tramo final de su carrera deportiva.
En un principio el Inter de Miami no revistió demasiado miramiento por nadie: en el fondo daba lo mismo cualquier destino y cualquier equipo. Lo importante — se analizó— era que Lionel se fuera de una vez por todos de ese extraño club con presupuesto obsceno y ambiciones desmedidas para su pobre historia (hasta la inyección de divisas jamás había tenido protagonismo en competencias europeas y ni siquiera era el máximo campeón de la liga doméstica). Las rechiflas parecían demasiado reclamo para quien logró ubicar al cuadro parisino en el centro de la atención Mundial por única vez en su historia.
Recién consumada la transferencia y pasados los días es que conocimos el más allá del pórtico al nuevo futuro de Messi: un equipo de pobre campaña en un campeonato de cuarto orden. Al momento de su llegada, el Inter de Miami fondeaba la última colocación de la Major League Soccer, certamen de bajo interés que ni siquiera tiene descensos. Juegan, simplemente, los que están dispuestos a pagar la franquicia.
A pesar de relacionarse al Inter yanqui con David Beckham, lo cierto es que el inglés es tan solo la cara visible de un club sobre el que tiene no más que el diez por ciento de sus acciones. El paquete principal está en manos los hermanos José y Jorge Mas, hijos de Jorge Más Canosa, conocido activista anticastrista creador de la Fundación Nacional Cubano Americana y quien reconoció haber financiado atentados contra hoteles de La Habana en 1997 que causaron la muerte de un turista italiano y la internación de al menos otros ocho. Como casi todo en Miami, este Inter también representa a la fachada agusanada de los latinos que crecieron a espaldas de sus países de origen y de rodillas en el imperio que los recibe.
Tal como pasó con los jeques qataríes del PSG (quienes adquirieron a Messi para que el astro superara rápidamente su salida del Barcelona y no cayera en un bajón inconveniente a poco de la realización de Qatar 2022), ahora la crew liderada por Mas Canosa ponen todas las comodidades para que el rosarino siga en activo en el país que anfitriona la gran mayoría de los partidos del próximo Mundial, una maniobra que aspira a poner en mejor valor la mediocre liga de Estados Unidos y —en el mejor de los casos— hasta incluso convencer al propio Lionel de estirar su actividad hasta 2026, año en el que Argentina deberá defender la copa si es que antes supera la tanda de eliminatorias de la Conmebol.
Con todo, Messi es capaz de convertir el barro en oro, incluso el de un fútbol tan ordinario y poco atractivo como el estadounidense, que tras su arribo se convirtió naturalmente en una atracción interplanetaria. Sus casacas con el pecho rosa y el número 10 en la espalda son vendidas en la Florida, Nueva York, la costa oeste y el más allá, dando la vuelta al mundo en tiendas, calles y mantas sobre la vereda.
Pero tras todo esto subyace una noticia desdichada, al menos para los argentinos que acostumbrábamos a verlo con ciertas libertades: la única forma de observarlo en vivo es a través del sistema codificado de Apple TV, emporio que se hizo con el monopolio de los derechos de transmisión y cuyo porcentaje de ganancias va a las arcas de Messi (en un acuerdo multimillonario que también incluye a Adidas, otra de las firmas que hizo posible el traspaso).
El pago por ver a Messi vía Apple TV, naturalmente, debe hacerse en dólares, divisas que —para colmo— escasean en Argentina y también generarán una salida por la conversión a esa moneda que obliga el pago de tal servicio.
Solo había una opción: el atajo de las plataformas de transmisión libre, algo que estaba permitido "de facto", pese a que en marzo un fallo de la Justicia Federal obligaba a los proveedores de acceso a internet registrados ante el Ente Nacional de Comunicaciones (ENACOM) a bloquear los accesos. Aunque en los hechos esas webs seguían operando gracias a una especie de "visto bueno" que permitía la convivencia de esta opción blue de consumo gratuito por partidos que en el circuito oficial deben ser abonados bajo el sistema de fútbol codificado.
Solo que, por lo visto, Apple no tiene la misma tolerancia que TNT y Fox, los emporios que hasta entonces se había mostrado tolerables a esta deriva clandestina que permite ver los partidos de manera gratuita, aunque claramente sin la calidad de la modalidad paga (y con peligros accesorios como el malware o el robo de datos personales a los que puede exponernos la utilización de estas webs pirateadas).
Y así sucedió el pasado martes: después de la atención que generó el debut de Messi en la denominada Leagues Cup (un requecho entre equipos de la MLS y la Liga MX con un sistema de juego poco esmerado, reparto de localizas a discreción y un pasaporte a la Concachampions), el segundo partido hizo caer páginas tales como FútbolLibre, FútbolParatodosTV, FútbolParaPobres y otras sucedáneas. Cada espectador que evade el servicio codificado significa un pago menos para Apple TV, lo que equivale a decir que es un pago menos para el propio Messi, quien a esta altura no pareciera necesitar de esas remeras para pagar sus expensas en el lujoso Palm Beach de Miami.
La eclosión no fue difícil de sospechar: era esperable que los técnicos de la manzanita advirtieran un absurdo desfasaje entre quienes estaban mirando el match y quienes habían pagado por ello. El resultado fue millares de personas puteando en Twitter (o en X, según lo hagas desde el celu o desde la compu) en reclamo lo que hasta ahora parecía costumbre, pero que de ahora en adelante ya no será tal. Y una curiosidad propia de los nuevos tiempos en esta era donde la Messimanía ya no se apoyará en Europa, sino en Estados Unidos: un ídolo popular que solo podrá ser visto por quien pueda tributarle dólares al nuevo oligopolio del fútbol mundial que buscará asentarse en el país del norte a partir de ahora y hasta el próximo Mundial. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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