
Pelota dividida
El Xeneixe llega a las semis de la Libertadores herido por su mala performance local, aunque sostenido por los antecedentes épicos ante equipo paulista.
De las 17 veces que Boca llegó a semifinales de Copa Libertadores, esta debe ser una de las más adversas. En el plano local, el equipo titubea entre experimentos insolventes mientras se suceden malos resultados en las competencias donde participa, salvo la Copa Argentina, hasta el momento en Cuartos de Final.
Para colmo, el camino de Boca en la fase eliminatoria de la Libertadores arrojó un récord negativo: es el primer equipo en la historia de la copa que supera los cuatro partidos de Octavos y Cuartos sin ganar en el tiempo de juego.
Lo curioso es que de ese mismo dato proviene la principal fortaleza del Xeneixe en los cruces superados ante Nacional y Racing: la aparición de Chiquito Romero en los penales.
Como en las épocas de Carlos Bianchi, Boca da saltos grandes a través de los penales y llega otra vez a la antesala de esa copa que desea ganar por séptima vez para igualar el récord de Independiente, el Rey de Copas.
Un detalle que pasó desapercibido: la aparición de Chiquito ocurrió justo con la lesión de Valentín Barco. Y eso ayudó a cambiar el centro de apoyo de la ansiedad bostera, siempre necesitada no sólo de resultados, sino también de épicas en la adversidad.
Si bien Boca supo ser superior contra Nacional en el partido de vuelta, en la Bombonera, la inversión de localías obligó a definir en Avellaneda. Y allí el Xeneixe no mostró demasiado en un partido que nadie recordaría, de no haber sido por la emergencia de Romero en el momento cúlmine.
Mientras el fenómeno Qatar2022 va camino a consagrar al Dibu Martínez como arquero benemérito de la historia del fútbol argentino, Chiquito Romero se mete, en silencio, en dos Olimpos sagrados de la cultura popular.
Primero fueron sus penales ante Holanda, el día que Mascherano le presagió que se convertiría en héroe y eso ocurrió: Romero extendiendo el bronce que en 1990 había tallado para siempre Goyco. Y ahora sumándose a la entrañable saga bostera en torneos continentales que lo vincula con Oscar Córdoba y el Pato Abbondanzieri.
En semis espera Palmeiras, hasta el momento segundo en la tabla del duro campeonato brasileirao. En los papeles, los dos clasificaron a esta copa por haber ganado en 2022 el torneo más importante de su respectivo país: el Brasileirao y la Liga Profesional. Aunque hoy las realidades son otras.
Bajo ese escenario, Boca se encomienda a una mística que lo ata con los años más dorados. Como el bicampeonato de Bianchi, ambos conseguidos tras forzar los penales al cabo de cuatro empates: dos en la final de la Libertadores 2000 y otros dos en las semis de la del año siguiente, ambas definidas en San Pablo, tal como ocurrirá ahora.
Eso, claro, si el plan del xeneixe es aguantar el cero y entregarse a los guantes de Chiquito. El pasado también guarda un recuerdo más esperanzador, incluso más cercano, aunque quizás obturado por el desenlace en Madrid: Boca accedió a la final con la comodidad de haber ganado 2-0 en la Bombonera y cerrar un 2-2 en Brasil.
La historia vuelve a convocar a Boca a una instancia decisiva de la Libertadores, copa a la que contribuyó con grandes gestas. El panorama dista mucho de ser el mejor, ya sea por el momento futbolístico que atraviesa el equipo dirigido por Almirón, o bien por la forma en la que llegó a esta semifinal. Al otro lado de este durísimo Rubicón ante el Palmeiras con definición en San Pablo aguarda el Maracaná, único de los grandes estadios brasileños en los que Boca no se consagró campeón. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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