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“La grieta se murió y empieza una nueva etapa el 10 de diciembre”, auguró el candidato de Unión por la Patria luego de imponerse en las elecciones generales.
Ayer Sergio Massa subió al escenario solo, conmovido hasta las lágrimas por el milagro electoral que él solo supo hacer. Habló de la Argentina del abrazo, postuló la idea del gobierno de unidad nacional frente a la grieta.
Y es que el peronismo es nacionalismo de inclusión: y el nacionalismo de inclusión es el que articula con amor y paz, no desde la confrontación. Quizás hubo exceso de Trump en Milei: “venta de órganos”, “libre portación de armas”, propuestas más acordes con el nacionalismo de exclusión estadounidense pronunciadas en una patria que no son los Estados Unidos.
Curiosamente, días antes de las elecciones, en su recorrida por San Luis, el candidato libertario había pronosticado lo mismo que ahora oímos en palabras de Massa: “Si nosotros ganamos el sistema político se va a reconfigurar. Los que cuestionan la gobernabilidad de un gobierno nuestro están mirando el futuro con el espejo retrovisor. La grieta kirchnerismo - antikirchnerismo ha muerto”, dijo el candidato presidencial durante su recorrida.
No dijo lo mismo ayer cuando expresó: “Todos los que queremos un cambio debemos trabajar juntos”. Juntos, sí, Juntos por el Cambio es el apotegma que se viene a la mente de cualquiera después de escuchar esa frase.
Ahora toca agarrarse de la grieta. Sí, esa que se decía nos conduciría al abismo pero que ahora sirve para los intereses de muchos los cuales la repudiaban durante años.
Pero la unión yace difícil: no parece simple hacer tabula rasa con una candidata a quien Milei ha llamado “montonera tirabombas” y ha acusado de poner “bombas en jardines de infantes”. No es posible decir algo distinto respecto de su relación con los radicales: Milei reveló en una entrevista tiempo atrás, que tiene un “muñeco con la cara de Raúl Alfonsín”, con el cual descarga energía y hace una terapia “anti-estrés”. El candidato libertario ha llamado a Alfonsín como “el fracasado hiperinflacionario de Chascomús”. Solo queda que, o bien perdonen faltando el respeto a su historia, o tiendan a coincidir más con los postulados de Massa quien también los ha convocado. Con un añadido: los convocó ante el potencial triunfo, no en la derrota, como suele hacerse.
Ahora bien, siguiendo con Milei, poco antes de la elección el economista continuaba profetizando: “Nos dirigimos hacia un país donde de un lado estaremos los que defendemos la libertad y del otro aquellos que se resisten a perder sus privilegios de casta” [...] “Todos los que quieran acompañar los cambios de fondo que necesita el país son bienvenidos”. El problema es que si guarda la motosierra, corre el riesgo de perder al votante duro. Por otra parte, si no suma a la "casta" (y ya no hablamos de Luis Barrionuevo), no supera su techo.
Por su parte, Massa empleó toda la astucia propia de un líder peronista para hacerse con los votos. Allí con él en el escenario no había más nadie, subió solo con su oratoria frente al público.
En frente suyo los militantes con los bombos, preparada para una dosis elevada de poética y simbología peronista: “Quiero convocar a la construcción de un régimen laboral moderno”, decía el ministro mientras la muchachada aplaudía y vitoreaba al grito de: “Los sindicatos son de Perón”.
Y es que no importa la consigna, inclusive la idea de una reforma laboral puede ser aplaudida por los muchachos cuando es presentada como se debe por un líder. ¿Acaso esa no es la esencia del peronismo?
Así las cosas, ni el 140 por ciento de inflación ni el dólar a 1.000 (literalmente), esa economía en peores condiciones que la del Rodrigazo (citando a Milei), no pudieron contener la oleada de votos que elevó en un 15 por ciento el apoyo electoral al ministro.
Quizás es que Milei y Bullrich recordaron mucho aquella frase de Juan Carlos Pugliese, el ministro de Alfonsín que le habló a los mercados con el corazón y le contestaron con el bolsillo.
En este caso parece que Massa habló con el corazón y le respondieron de la misma forma, y no hablamos ya de los mercados, sino de una mayoría del pueblo argentino.
Y es que las nociones de justicia social, solidaridad, condensadas bajo el slogan la patria es el otro, no son pasibles de explicaciones bajo la lógica liberal, que entiende todo bajo el paraguas del egoísmo y el individualismo mercantilista. Quizás aquel prima, como decía al principio, en países con nacionalismos de exclusión como la patria norteamericana. Aquí caló hondo el defender lo nuestro, la idea fuerza de poder sentir orgullo de ser argentinos. Por ello quizás en algún momento del discurso de Massa “patria o colonia” fue la consigna.
Sobre el final del acto, detrás suyo aparecería su familia. Sí, nada de casta, todo familia. Un valor muy caro a los sentimientos del peronismo y por qué no del cristianismo.
Llamando a gentes de todas las religiones y todos los partidos, reforzó la propuesta inicial: el llamado a construir la familia argentina, donde se aceptan las discusiones, pero no las grietas.
(*) Por Javier Barragán es abogado y licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales.
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