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Finalmente, las grandes realidades políticas se descubren en momentos excepcionales, como puede ser un DNU en medio de la ejecución de una política de shock económico bajo el argumento de una situación desesperante a la que hay que poner freno.
La firmeza con que avanza con su estrategia política Javier Milei deja mal parado a más de un partido político de la oposición que, en pleno diciembre festivo, debe agudizar sus reflejos para dar una respuesta óptima que esté a la altura de las circunstancias.
Ese objetivo puede lograrse plenamente o a medias, como parece que ocurrió en los días subsiguientes al anuncio realizado el miércoles último en cadena nacional de un paquete de novedades legales contemplados en ese tipo de decretos que suele ser la excepción y no la regla.
Fiel a su estilo, el radicalismo en general sacó a relucir su estirpe republicana y de alta calidad institucional y, en ese sentido, no sorprendió para nada una respuesta sobre la necesidad de mejorar las formas a la hora de instrumentar medidas que sólo se deben presentar bajo la figura del decreto de necesidad y urgencia si se cumplen ciertos requisitos.
Entre estos requisitos, se encuentran los de un Congreso que no esté en condiciones de sesionar y que no se proponga -bajo esta figura excepcional- la posibilidad de legislar en materia impositiva.
Los legisladores, entre ellos los radicales, esperan la convocatoria a sesiones extraordinarias y, por otra parte, el decreto sí incluye varias reformas impositivas que no deberían estar allí, sino en otros proyectos de ley. Palabras más, palabras menos fueron las que se expresaron, en tal sentido, en un comunicado institucional partidario que, además, fue muy oportuno, dado que salió a las pocas horas de los anuncios.
La cuestión más preocupante empezó a desarrollarse cuando se comenzó a bucear en las profundidades militantes del partido centenario de Leandro Alem.
Así las cosas, parecía que quedaban bien sentadas las bases con una criteriosa respuesta del flamante presidente del comité nacional, Martín Lousteau. Este señaló que las formas hacían a lo importante de la discusión y obligaba a la mecánica instalada por Sergio Massa, en el sentido de decirle “por sí o por no” a un DNU que, en su tratamiento, no admite aprobaciones parciales. Se lo aprueba o se lo rechaza en su totalidad.
No obstante, en el contexto de una “luna de miel” que todo oficialismo tiene con sus primeros cien días, el titular de la UCR propuso una alternativa a Javier Milei, aconsejando que reemplace al DNU por una “ley espejo” es decir con el mismo contenido, pero en distinta forma.
De esta manera, dijo, se podía inducir un debate más profundo que arroje consensos sobre propuestas parciales contenidas en esta normativa. Hasta ahí parece que todo corría por los carriles de la normalidad y la convivencia que requiere una democracia que da pruebas de su calidad en su cuadragésimo aniversario.
No obstante, en el radicalismo aparecieron voces que tal vez desnudaron una grieta interna sobre la cual se viene hablando en este partido y está protagonizada por quienes pretenden un acompañamiento incondicional y aquellos que, amparados en posturas históricas, se atrincheraron en la vereda de la resistencia a una propuesta que consideran de “ultraderecha”.
Aparecen entonces las sorpresas que deparan ciertas declaraciones de dirigentes a los cuales se los ubicaba en algún sector más centroizquierdista o socialdemócrata y se mostraron, en esta ocasión, como pragmáticos y moderados.
El primer caso de esta especie se puede observar con el legislador nacional por Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Martín Tetaz, quien señaló que coincide “en un 90 por ciento con el contenido del decreto”. Pero ocurre que en ese amplio porcentaje hay propuestas tales como una reforma laboral, extranjerización de tierras y recursos naturales y privatizaciones al por mayor.
En el mismo sentido, apareció el titular del bloque de diputados nacionales, Rodrigo De Loredo, lo cual supone que su visión individual podría obligarla a compartir en futuros debates y eso alteró el humor interno militante interno. “Queremos que muchas de las iniciativas que se proponen en el DNU salgan y sean una realidad”, lanzó sin anestesia el flamante jefe de bancada, yendo directo y al hueso, sin reparar en ningún tipo de consulta previa a sus pares.
Lo notable de todo esto es que los tres legisladores nombrados pertenecen a la corriente Evolución que comanda a nivel nacional Martín Lousteau, quien deberá hacer un enorme esfuerzo por asumir el rol de exegeta de quienes comparten, hasta ahora, una postura en común. Porque una cosa es la intención de acompañar en un debate y otra es avalar a carpeta cerrada toda la batería de las polémicas medidas propuestas por el líder de La Libertad Avanza.
Por eso, será interesante, escuchar futuras declaraciones de Lousteau para ver qué síntesis o conclusión hace de estas posturas para calmar las aguas partidarias, sobre todo, en un clima en el cual el debate se encuentra en plena ebullición.
Esta ebullición es promovida o alimentada por otros sectores que, escudados en una tradición histórica, salen a repeler propuestas libertarias que estarían ubicadas en las “antípodas ideológicas” del radicalismo.
Ingresan allí componentes de un pelotón que todavía se hace escuchar para quien quiera oír como es el caso del ex diputado nacional, Federico Storani, quien, por ejemplo, resaltó que “Milei, con su decreto, está proponiendo un genocidio social (sic)” algo que no parece tan alineado con el parecer de De Loredo o Tetaz.
En tanto, otro que marca postura es desde Córdoba, el dirigente Jorge Sappia, quien no tardó mucho en señalar que “desde el radicalismo rechazamos el contenido del DNU, como rechazamos la adhesión que desde distintos sectores, incluso algunos que se atribuyen condición partidaria, por su exagerado concepto antipopular y reaccionario y contrario a los derechos de los argentinos y los intereses de su pueblo”.
Los dichos de Sappia no resaltan a un dirigente desconocido, sino que se trata del ex presidente de la convención nacional que, en tiempos de la presidencia de Mauricio Macri, instaló una trinchera para resguardar una posición histórica progresista. De paso, también es de remarcar su condición de cordobés y coterráneo de De Loredo, demostrando que vivir en una misma provincia no significa compartir una misma mirada.
La divisoria de aguas no es menor en momentos en que hay una profunda diferencia interna sobre la forma de apreciar un presente económico y a un gobierno liberal.
No parece ser una diferencia de matices, sino de filosofía y enfoque político la que promete ser más una “remake” de las antiguas diferencias de yrigoyenistas y alvearistas que de diferencias cosméticas.
Lo importante para concluir es la determinación de una nueva etapa conflictiva dentro de un radicalismo que también debate sobre las formas de convivir con el Pro y , lo que aún es más, permanecer o no dentro de la alianza de Juntos por el Cambio, o lo que queda de ella. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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