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7 de marzo de 2024 | Historia

Bolcheviques en el poder

Hundimiento del zarismo y Revolución de Octubre de 1917

Pese a los ataques que venía sufriendo, para inicios de 1917 el zarismo había podido controlar el gobierno.

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por:
Alberto Lettieri

El sistema político se encontraba asediado por las revueltas que adquirían un perfil de lucha clasista, con un proletariado en continuo aumento y un campesinado mayoritariamente empobrecido y más subyugado que antes por las reformas agrarias realizadas. 

El conflicto se agravaba por la gran explosión demográfica: si en 1870, Rusia contaba con 84,5 millones de habitantes, en 1911, la población alcanzó a 160,7 millones. El incremento vertiginoso de la población repercutió en la distribución de la tierra, siendo ésta una presión cada vez mayor.

El poder imperial en decadencia se confirmaba por las desastrosas intervenciones externas. Sus rivales, el imperio turco y el austro-húngaro también se hallaban en dificultades, y le correspondió a este último impulsar la ofensiva, ya que su objetivo era aletargar su declive como potencia. Austria avanzó sobre los Balcanes, en 1908, dominando Bosnia y Herzegovina; Rusia intentó parar la expansión aliándose con Serbia y Montenegro.

La guerra de los Balcanes estalló en 1912 y dos años después, con el asesinato del heredero del trono austríaco por parte de una célula terrorista serbia, comenzó la Primera Guerra Mundial. La intervención de Rusia era inevitable, por cuestiones geopolíticas necesitaba controlar el expansionismo austríaco, pero no era casual que dos potencias que pujaban por un lugar en el concierto de naciones intentaran poner en este conflicto sus esfuerzos para retener prestigio y dominación en un mundo cuyo eje se desplazaba definitivamente hacia el Occidente.

El problema es que la evolución imperialista del momento, la carrera armamentista y el sistema de alianzas iban hacer de la guerra el primer enfrentamiento a escala mundial. Aunque los cuadros militares rusos eran de un nivel aceptable, la Primera Guerra Mundial impuso modalidades nuevas –como la guerra de trincheras– que no eran conocidas apropiadamente por los soldados rusos. Pero la mayor dificultad que tuvieron que enfrentar fue la insuficiencia industrial en materia de armamentos y municiones. La escasez pronto se hizo moneda corriente en Rusia que se enfrentó a serios obstáculos para poder aprovisionar a sus tropas.

La falta de alimentos constituyó uno de los problemas más graves, y esto se debió a la gran cantidad de campesinos que fueron movilizados para la guerra. Cerca de diez millones fueron reclutados, lo que restó las posibilidades de mantener el mismo nivel de producción de materias primas. Bajo estas condiciones, el estándar de vida de la población se degradó en forma acelerada. Las primeras rebeliones no se hicieron esperar: los levantamientos se iniciaron en San Petersburgo –rebautizada en la guerra como Petrogrado– en reclamo de alimentos. Los campesinos tal vez hubieran podido ser derrotados por los cuadros militares rusos, pero éstos se negaron a reprimir.

Desde hacía dos años, el pueblo estaba hastiado de la guerra y muchas tropas rusas habían comenzado a desertar de los frentes de batalla. Esa actitud no fue exclusiva de los soldados rusos, lo mismo ocurría con los franceses y otros ejércitos beligerantes; pero en Rusia este factor repercutió en un desequilibrio de fuerzas en detrimento de la alicaída monarquía.

El imperio zarista sucumbió por sus deficiencias internas, su ausencia de autoridad y los efectos devastadores de la Primera Guerra. En febrero de 1917 (marzo del calendario gregoriano occidental), en medio de una gran movilización popular, un gobierno provisional basado en la autoridad de la Duma reemplazó a la monarquía zarista. El zar Nicolás II había perdido toda legitimidad, los cosacos se negaron a reprimir la insurrección y pronto se sumaron a ella los obreros industriales; las movilizaciones ocuparon las calles durante cuatro días. Simultáneamente, volvieron a conformarse los soviets, consejos de autogobierno en los ámbitos locales que imitaban el sistema aldeano de democracia directa. 

Los partidos de izquierda intentaron coordinar y dirigir a estas agrupaciones de base integradas por obreros, soldados o campesinos; inicialmente los socialistas revolucionarios y los mencheviques tuvieron éxito en esta empresa, pero con el paso del tiempo el sector bolchevique, con Lenin a la cabeza, controlaba la mayor parte de los soviets. La revolución trajo de regreso a los líderes socialistas exiliados y su presencia comenzó a ser decisiva en el desarrollo de los acontecimientos. La revolución de febrero llevó a una dualidad de poder; por un lado el gobierno provisional, establecido por los partidos constitucionales y por otro lado, el poder de los soviets dirigidos por los mencheviques, el partido social revolucionario y los bolcheviques. Esta dualidad se transformó en un juego imposible de sostener cuando los bolcheviques, a partir de julio, propiciaron la idea de otorgar “todo el poder a los soviets”. 

El primer gobierno estaba integrado por el partido democrático constitucionalista Kadete y el Partido Octubrista. El primer gobierno provisional del príncipe Lvov cayó pronto en la ingobernabilidad asediado por las demandas de los distintos sectores sociales, sumado a la desconfianza que comenzó a generalizarse en los sectores empresarios, los cuales veían con malos ojos cómo se instalaba la indisciplina en el interior de las fábricas.

Lenin había expuesto, para entonces, los puntos centrales del programa bolchevique, conocido como la Tesis de Abril. En ella proclamaba la dictadura del proletariado, la conformación de una república de soviets, y su proyecto político incluía la nacionalización de la banca y la desaparición de la propiedad privada. Los meses siguientes estuvieron signados por una fracasada contrarrevolución zarista y por la negativa popular a volver a empuñar las armas en los frentes de batalla. Los gobiernos provisionales se sucedieron unos tras otros, fracasando en la conformación de una nueva legitimidad política. 

El más sintomático de esos gobiernos, el de Alexander Kerensky, intentó establecer un gobierno parlamentario basado en el sufragio universal, ya que los socialrevolucionarios sabían que contaban con el apoyo masivo del campesinado, mientras que los bolcheviques reclutaban a sus militantes en las filas obreras y en los sectores urbanos, ampliamente minoritarios en una sociedad rural. 

El vacío de poder era manifiesto y el 6 de noviembre de 1917 (24 de octubre del calendario juliano utilizado en Rusia) se produjo la ocupación del Palacio de Invierno por parte del congreso de los soviets. El gobierno revolucionario disolvió al gobierno provisional y aprobó las iniciativas que marcarían el quiebre del viejo régimen: la inmediata negociación de paz con Alemania, la nacionalización de la tierra y la industria, y la creación del Consejo de Comisarios del Pueblo, bajo la guía de los soviets. Mantuvo la convocatoria a la elección de constituyentes para la formación de una Asamblea Nacional, pero estas elecciones le dieron el primer revés. Los social revolucionarios, con el apoyo campesino, ganó las elecciones. Por ese motivo, Lenin primero aplazó su reunión y luego disolvió la Asamblea Nacional, asumiendo todo el poder. 

Este gobierno compartió el poder sólo por algunos meses con un sector izquierdista del partido social revolucionario, pero muy pronto las fricciones con el Partido bolchevique generaron su desplazamiento. En el mes de junio de 1918, se creó la República Federal Socialista Rusa, adoptando una Constitución basada en el sistema de los soviets y en la dictadura del proletariado. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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