Interior
24 de marzo
La playa no olvida: Cuando Mar de Ajó expulsó a un genocida
En enero de 2018 el genocida Norberto Bianco había decidido gozar en la localidad balnearia del beneficio de la prisión domiciliaria, pero la reacción social se lo impidió.
En enero de 2018 todas las localidades balnearias de la costa argentina arrancaron la temporada con intensidad. Pero Mar de Ajó aún más: la noticia de que allí veranearía Norberto Bianco había convulsionado al pueblo en el momento más sensible del año.
A la libertad condicional que le habían concedido meses antes se le agregaba un permiso para vacacionar en un chalet céntrico y a metros del mar. El ex médico de Campo de Mayo condenado por robo y apropiación de hijos de desaparecidos accedía a una oferta de temporada para genocidas que también incluía a Miguel Etchecolatz, autorizado por el mismo tribunal a una prisión domiciliaria que duró hasta marzo.
En ambos casos la presión social fue clave para contradecir una decisión judicial cuestionada y, de ese modo, darle volumen al (mal) humor social que generaron estos permisos. El mecanismo fue el mismo: escraches en los domicilios balnearios donde morarían los genocidas. La herramienta, inaugurada en esas circunstancias dos décadas atrás por H.I.J.O.S., marca también un recurso creativo joven ante un escenario de impunidad. Así había pasado con Videla en el post indulto y así estaba pasando casi treinta años después con los últimos vivos (en todo sentido) que recibieron la libertad condicional como inmerecida pensión a la decrepitud.
Bianco finalmente desistió de ir a Mar de Ajó, pero durante largo tiempo permanecieron en pie algunos de los carteles símil señalética en la calle Javier de Rosas al 223. Es la dirección de la cómoda vivienda que iba a ocupar ese personaje de cine negro que, además de robar y apropiarse de bebés, estuvo dos veces prófugo, intentó cambiar su identidad y fue asilado por la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay.
Para Mar de Ajó y otras ciudades de la costa, la última dictadura trenza una memoria emotiva que, además de recordar cosas que también pasaron en tantos otros lados, añade una postal espeluznante: en los diciembres de 1977 y 1978, las playas se llenaron de muertos que resultaron ser víctimas de vuelos de la muerte. Los cuerpos que eran lanzados desde aviones al Río de la Plata aparecieron semanas después escupidos por el mar en orillas que debían prepararse para recibir turistas y no cadáveres.
Los restos fueron rápidamente retirados y enterrados como NN en cementerios de la zona. Recién tres décadas después algunos pudieron ser localizados y hasta identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Un trabajo difícil, prestigioso y reconocido en todo el mundo.
Muchos de los grandes ganadores de la Conquista del Desierto decidieron bautizar a esa región costera como Tuyú. Los principales genocidas de indios en la Argentina utilizaron una expresión indígena para referir a la zona de sus latifundios. Viene del guaraní y significa fango o pantano, porque así es su suelo, incluso en zonas cercanas al mar. El mismo fango en el que todavía yacen restos sepultados sin rastros ni identidades.
Pero, así como ante cada golpe de calor sobrevienen grandes dosis de agua, lo mismo ocurre con los golpes de olvido forzado: sólo la memoria recompone el cuadro. Entonces uno camina por la zona del muelle de San Clemente y se encuentra con la Plaza de la Memoria y la Mujer que recuerda los 18 cuerpos encontrados e identificados en todo el Partido de la Costa. O recorre la céntrica calle 32 en Santa Teresita y halla, a la altura de la Costanera, el Paseo de la Memoria. Mientras que en el pintoresco barrio de San Rafael varios carteles aún recuerdan cuando Mar de Ajó pudo cerrarle el candado a un genocida suelto. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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Mar de Ajó, Juan Provéndola, Alfredo Stroessner, Jorge Videla, Norberto Bianco, Miguel Etchecolatz¿Qué te parece esta nota?
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