Domingo 08.12.2024 | Whatsapp: (221) 5710138
18 de abril de 2024 | Historia

La esperanza de vida inglesa

El factor demográfico en la Revolución Industrial

A partir de mediados del siglo XVIII, Inglaterra se distinguió de sus pares europeos por su extraordinario crecimiento demográfico. Este suceso fue inédito ya que, hasta ese momento, la sociedad europea mostraba un alto índice de mortalidad y una baja tasa relativa de natalidad que impedía una expansión demográfica sostenida.

facebook sharing button Compartir
twitter sharing button Twittear
whatsapp sharing button Compartir
telegram sharing button Compartir
print sharing button Impresión
gmail sharing button Correo electrónico

por:
Alberto Lettieri

De hecho, durante el siglo XVIII la población del resto de Europa creció a un ritmo del 5% anual, mientras que Inglaterra duplicó su población pasando de seis millones a doce millones de habitantes. Este impulso poblacional continuó circunscribiéndose por unos cuantos años a la sociedad inglesa, pero paulatinamente este beneficio alcanzaría a gran parte de Europa, quebrando la teoría de los ciclos que Malthus estigmatizara en su Ensayo sobre el principio de la población, publicada en 1798.

Según este pensador, el excedente demográfico era el causante de la escasez de alimentos y bienes de subsistencia, impidiendo la reproducción social; sin embargo, la misma naturaleza podía remediar la situación con el aumento de la mortalidad a causa de las hambrunas y epidemias. De esta forma, la población sobreviviente era más fuerte y apta, teniendo en cuenta que había podido soportar tal cataclismo. Este circuito de caída de la población y recomposición demográfica era considerado por Malthus natural y hasta conveniente, en la medida que permitía el mejoramiento de la raza humana, estableciendo un equilibrio entre naturaleza y hombre. Pues bien, a partir de la revolución agrícola, los ciclos malthusianos fueron superados por la posibilidad del hombre de producir mayor cantidad de bienes que sus necesidades de supervivencia, siendo uno de los factores que permitieron una mayor esperanza de vida. Familias mejor alimentadas, nuevos controles de saneamiento urbano, creación de depósitos de los residuos domésticos y cloacales, y algunas innovaciones vinculadas con la medicina y con la política sanitaria gubernamental fueron los instrumentos que permitieron una caída de la mortalidad (sobre todo infantil) y posteriormente un alza de la natalidad.

El incremento de la población tuvo como efecto una expansión del mercado interno absorbiendo inicialmente la oferta de tejidos e hilados de la actividad textil. Uno de los requisitos para la existencia de un mercado interno fue la integración del territorio, lo cual requirió de la construcción de canales y de caminos pavimentados para el transporte de la mercadería. Dicho requisito fue percibido por la burguesía inglesa, uniendo rápidamente las ciudades más importantes, las zonas rurales algodoneras y los puertos ultramarinos.

La existencia de un amplio mercado interno agilizó y favoreció el proceso de industrialización, siendo una condición necesaria, pero no suficiente, para explicar por qué la actividad textil se transformó en la propulsora del mundo industrial. En efecto, existieron paralelamente otras actividades manufactureras como el lino, la molienda, la cervecería, la cuchillería y la construcción, que se desarrollaron paralelamente a la algodonera, sin que éstas fueran consideradas como desencadenantes de la Revolución Industrial. Esto se puede comprender teniendo en cuenta que la industria inglesa se desarrolló bajo el paraguas del mercado externo, el cual exigía la fabricación masiva de artículos de gran consumo, y cuya demanda fuera superior al crecimiento vegetativo de la población británica. Si inicialmente se dedicó a abastecer al mercado inglés, rápidamente éste se saturó y encontró mejores posibilidades de colocación de productos en las colonias americanas, con economía esclavista, y posteriormente en Europa oriental donde las relaciones de producción de servidumbre persistieron hasta bien entrado el siglo XIX. En resumen, la economía británica creció a partir del comercio mercantilista y especialmente del comercio con Europa y América.

Hacia 1820, la rentabilidad económica dependía cada vez más del mercado externo constituyendo un determinado modelo de desarrollo: el comercio y el transporte marítimo mantenían la economía inglesa con ingresos de exportación mientras que las importaciones ultramarinas de materias primas consolidarían el intercambio con el resto del mundo. (www.REALPOLITIK.com.ar)


¿Qué te parece esta nota?

COMENTÁ / VER COMENTARIOS

¡Escuchá Radio Realpolitik FM en vivo!