Provincia
1914
Los nacionalismos y la Primera Guerra Mundial
Muchas corrientes historiográficas han puesto de manifiesto la estrecha relación entre los resultados de la Guerra Franco-Prusiana y la Primera Guerra Mundial. Para éstas, la pérdida de territorios y la gravosa deuda externa que le dejó a Francia eran términos insoportables para una potencia que debía convivir con la amenaza de la expansión alemana
Para Alemania, su victoria no había sido recompensada en el momento del reparto colonial, lo cual demostraba que las antiguas potencias no estaban dispuestas a ceder terreno a pesar de su relativa pérdida de dinamismo industrial. Los repartos imperiales no satisfacían claramente a Alemania, y por eso se ha dicho reiteradamente que la primera conflagración era la continuidad de la competencia económica a través de las armas.
Posiblemente en esta afirmación del “sentido común” haya algo de verdad y también alguna arista de simplismo. La guerra era también la conjunción de un conglomerado de variables que confluyeron negativamente e hicieron eclosión. El carácter imperialista de la época se combinaba con un nacionalismo exacerbado que se entroncaba con cuestiones étnicas y culturales. Este elemento fue más abordado por los especialistas respecto de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo estuvieron también presentes en su antecesora, aun cuando los componentes racistas no adquirieran características tan extremas.
El fortalecimiento de los valores nacionalistas en el universo simbólico de los individuos es un elemento común a las fases previas y durante el transcurso de conflictos bélicos entre naciones; sólo basta con mirar el actual reverdecer del nacionalismo norteamericano para dar cuenta de ello. Pero lo cierto es que Alemania era el paradigma de ese nacionalismo. Cuando Alemania se convirtió en una gran potencia económica, su estructura social se caracterizó por la preeminencia de una gran aristocracia militar que se combinó con el auge del romanticismo y del arte en el pensamiento germánico.
Este cóctel creó una disputa de valores en el seno de su propia sociedad que enfrentaba a los que propiciaban una verdadera vida moral germana en contraposición con aquellos sectores políticos cuyo mayor baluarte era el individualismo democrático. Como diría un contemporáneo de la época, Max Weber, era una verdadera lucha por la imposición de valores, pero mientras unos propiciaban la adscripción a una regla objetiva de acción basada en una única moralidad, los otros consideraban que la democracia liberal era la escala de evolución humana más sublime. Sin embargo, el nacionalismo ofrecía un nexo entre los alemanes mucho más fuerte que el propio concepto de representación democrática. De esta forma, el pangermanismo comenzaría a desarrollarse en detrimento de la individualidad democrática que cada vez fue más asociada al egoísmo burgués.
Esta tendencia fue instaurando un fanatismo de la superioridad germánica sobre el resto de los pueblos. Los resultados de la Primera Guerra no resolverían en absoluto esta cuestión, más bien la exacerbaría hasta grados inverosímiles. Cada vez más el nacionalismo se asimilaría a la raza, se disfrazaría de ciencia y actuaría como sustituto religioso para un mundo secularizado que debe encontrar otro universo de identificación societaria. Pero este nacionalismo no era un atributo exclusivo de Alemania, sino que subyacía en todas las sociedades europeas desde los inicios del siglo XX. El lento pasaje a una economía de carácter endógeno alimentaría en el plano de las relaciones de mercado esta lógica nacionalista. Francia era también tributaria de esta tendencia, pero más lo eran los países de origen eslavo y también estaban presentes en los que aún subsistían del viejo imperio turco.
No obstante, esta cuestión se mostraría más traumáticamente donde efectivamente explotó la guerra. La zona de los Balcanes era desde hacía cincuenta años un verdadero hervidero. Los nacionalismos étnicos hicieron de esta región el epicentro del conflicto que cruzaba la dupla imperialismo-nacionalismo. Desde 1861, las luchas por la independencia que libraron Bosnia Herzegovina, Serbia, Bulgaria, Macedonia y Moldavia habían enfrentado a los imperios turco, austro-húngaro y ruso, los cuales disputaban por la dominación de estos territorios. Los resultados provisorios en este período fueron delineando al enemigo a la vez que alimentaba cada vez con mayor fuerza los nacionalismos.
En 1888, los búlgaros se unieron a las fuerzas rusas en contra de los turcos y lograron la independencia bajo la tutela rusa. Rumania, Montenegro y Serbia también vieron reconocida su independencia aunque ésta no duró mucho. Tropas austro-húngaras ocuparon los territorios turcos de Bosnia y Herzegovina y se anexionaron ambos territorios con lo cual se cercenó el intento expansionista de Serbia que buscaba unificar esta zona bajo una única soberanía. El proyecto serbio incluía una parte de Hungría: Croacia. Esta idea se plasmaría, luego de la guerra, con la creación del estado de Yugoslavia. El proyecto de los Eslavos Libres del Sur tenía base en Serbia, pero sus ramificaciones por todos los países balcánicos hicieron que el asesinato del archiduque Francisco Fernando fuera realizado por un agente bosnio de la organización serbia Mano Negra, brazo armado del movimiento Eslavos Libres del Sur. Era mucho más que un acontecimiento de terrorismo anárquico, era todo un símbolo de cuánto estaban dispuestas estas naciones eslavas para repeler las anexiones de los territorios al imperio austro-húngaro, además, como se dijo, esta aversión también se extendía al imperio turco. Por ello no se trató de un problema diplomático que las potencias europeas no tuvieron la astucia de resolver rápidamente: era, por el contrario, un conflicto de mayor envergadura que involucraba a tres imperios y que por efecto de las alianzas preexistentes y por las propias necesidades de expansión y del prestigio nacionalista alemán se transformó en la Primera Guerra Mundial. El problema de los Balcanes era mucho más dramático y profundo como para reducirlo a un acontecimiento individual como el asesinato del heredero del imperio austrohúngaro. Éste sólo fue su desencadenante. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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