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A 50 años de su muerte
Perón, el tango y "esa sonrisa de Gardel" que Borges odiaba
Como presidente estimuló su propagación y logró vincular su propia narrativa con la de ese género, estimulado además por sus mitos con el Zorzal Criollo.
Juan Domingo Perón fue el único presidente argentino del siglo XX del cual se conocieron apetencias musicales específicas: le gustaba el tango. Eso quedó claro especialmente en 1943, cuando asumió como Secretario de Trabajo y Previsión de Edelmiro Farrell y una de sus primeras medidas fue la derogación del decreto que prohibía el lunfardo en las radios, algo que venía de la Década Infame y, en los hechos, impedía la reproducción del tango popular en uno de sus principales canales de difusión.
Ya como presidente, profundizó la ayuda a través de distintas acciones. La primera fue la creación de sucesivas dependencias culturales del Estado, algo inédito en Argentina pero común en Brasil y Estados Unidos. Además, obligó a radios y espacios públicos a que un alto porcentaje de su música fuera de producción nacional.
También se entreveran en el semblante tanguero de Perón algunos mitos. Uno insiste en que Edmundo Rivero, cuando estuvo siete meses de 1959 cantando en Madrid, hizo llorar al General en su exilio después de entonar "Cuando me entres a fallar". La imagen es poderosa, no así la veracidad del relato: Juan Perón llegaría a España recién al año siguiente.
En la autobiografía "Yo Perón" (escrita en realidad por Enrique Pavón Pereyra) contó que, en su época de soltero, había ido a verlo a Carlos Gardel al Palais de Glase junto a unos amigos. Al terminar su show, el Morocho de Abasto se sentó en la mesa de ellos para pedirles "un faso". "Nos creímos los elegidos", aseguró. Sin embargo, en "La novela de Perón", Tomás Eloy Martínez pone en su boca una consideración menos apoteótica: "Era un hombre con más sensibilidad que inteligencia". Es que Gardel había rechazado su pedido de cantar el áspero tango "¿Dónde hay un mango, Viejo Gómez?" a principios de la Década Infame en una milonga de Avellaneda donde también se lo había encontrado.
Quizás Perón lo denostaba porque Gardel tenía simpatías políticas adversas a las sutas: aceptaba invitaciones de Marcelo T. De Alvear, presidente radical entre 1922 y 1928, era amigo de Alberto Barceló, un caudillo conservador de Avellaneda que llegó a ser Senador, y en los sinsabores de la Década Infame frecuentaba al socialismo se juntaba con Alfredo Palacios, futuro enemigo de del General.
Quizás el encuentro más poderoso de ambos se haya producido en la imaginación de Jorge Luis Borges: el escritor reconoció alguna vez que detestaba a Carlos Gardel porque su sonrisa le recordaba la de Juan Domingo Perón, a quien rechazaba con evidente esmero. El libro "El tango: Cuatro conferencias" recupera unas hasta entonces inéditas charlas que Borges dio sobre ese género en 1965. "Tengo una pesadilla recurrente —dijo—: Sueño que Perón canta tango". (www.REALPOLITIK.com.ar)
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Cultura, Juan Domingo Perón, Jorge Luis Borges, Juan Provéndola, Edelmiro Farrell¿Qué te parece esta nota?