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11 de agosto de 2024 | Nacionales

Alberto versus Fabiola

Triste, solitario y… ¿Final?

Cuando no hay nada para decir, lo más sensato es el silencio. Pero una verdad tan simple y de aplicación universal no es precisamente la estrategia que adoptó Alberto Fernández, quien se ha convertido en un paria.

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Quienes supieron estar en su compañía o elegirlo como alternativa política, hoy sólo aceptan jugar a la mancha venenosa. Y es que el ex presidente Alberto Fernández los contamina a todos, instala la sospecha sobre quiénes podrían haber estado al tanto y fueron sus cómplices por acción u omisión, y desprestigia aún más a un espacio político que viene en caída libre desde hace mucho tiempo.

Llamó la atención que este fin de semana decidiera salir a tratar de justificarse y negar las graves acusaciones que pesan sobre él en el programa de Horacio Verbitsky, quien no cesó de denostarlo en sus años de opositor a Cristina Fernández de Kirchner y responsable de filtrar la existencia del vacunatorio VIP, que significó la salida de su ministro de Salud y un altísimo costo político para su administración. Tal vez porque no encontró otro entrevistador que le diera visibilidad sin clavarle los dientes en la yugular con sus repreguntas. Pero la línea argumental elegida por el presunto castigador fue, una vez más, un disparo a sus pies. Alberto Fernández negó las agresiones contra su ex pareja y atribuyó los hematomas a un tratamiento estético. Es decir, los argumentos típicos de los agresores. Faltó decir que Fabiola Yáñez había pisado el jabón y se cayó en la ducha.

Según el ex mandatario, los hematomas que presenta Yáñez habrían sido producto de un tratamiento estético que habría realizado para combatir las arrugas. Y enfatizó que él nunca ejerció violencia física contra su pareja y que la denuncia fue influenciada por intereses políticos. Incluso señaló que hay desacuerdo entre los especialistas sobre la interpretación de la foto, y que muchos sostienen que no coincide con las características típicas de una golpiza.

Inmediatamente, Fernández esgrimió el segundo argumento típico de los castigadores, al afirmar que su ex pareja sufre serios problemas psíquicos y que su vulnerabilidad es tal que fue fácil presa de manipulaciones interesadas. El ex presidente manifestó que está dispuesto a demostrar su inocencia en el ámbito judicial, y explicó que presentará como pruebas conversaciones con la madre de Yáñez, en las que ambos comparten su preocupación por su estado de salud y por su adicción al alcoholismo.

"Si soy un golpeador, ¿por qué se sometió a un tratamiento de fertilidad para que tuviéramos un hijo?", se preguntó Fernández, para luego plantear: "¿Por qué no hay un solo testimonio de alguien a quien ella le hubiera contado del alegado maltrato?”.

Alberto Fernández ha conseguido concentrar el repudio de prácticamente toda la sociedad argentina, incluso la de aquellos que descalifican las reivindicaciones del colectivo de mujeres. Con tantos años de ejercicio del derecho debería saber que tratar a la víctima de loca y alcohólica no le granjeará crédito alguno, sino más bien todo lo contrario.

Es cierto que las imágenes difundidas no son concluyentes y que han sido muchas las voces que las atribuyen a un cuidado maquillaje, ya que la ex primera dama no presenta las señales de hinchazón y deformación facial que acompañan a este tipo de agresiones. Algunos comunicadores han argumentado además que, al día siguiente de la presunta golpiza, Yáñez habría aparecido públicamente en perfecto estado.

Pero el problema de fondo no es el de la controversia entre Alberto y Fabiola, que deberá resolver la Justicia en última instancia, y sobre la que cada imagen u opinión difundida implica revictimizar a la agredida, sino el pésimo desempeño público de Fernández durante su mandato presidencial, violando sistemática e impunemente todas las normas y restricciones que él mismo había impuesto. ¿Quién podría creerle al pastor que el lobo estaba llegando después de tantas mentiras?

El Alberto golpeador, por cierto, es muy útil para ocultar el pésimo desempeño del gobierno actual, o la complicidad de la Justicia con el poder económico, o para multiplicar la denostación del cristinismo y el peronismo. Pero cuando el tema pierda actualidad, todas estas cuestiones que se esconden saldrán a la luz y allí la sociedad deberá afrontar la triste realidad de comprobar que, desde hace mucho tiempo, son ellos mismos la Fabiola víctima de sus golpeadores y los hematomas sobre la estructura social argentina no podrán confundirse con un simple maquillaje. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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