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15 de agosto de 2024 | Nacionales

CFK

El collar de melones del peronismo

El peronismo afronta tal vez la más grave crisis de toda su historia. Cristina retacea sus apariciones y define sus pasos según lo que cree que es conveniente para evitar terminar tras las rejas. El problema es que, mientras siga políticamente activa, será muy difícil que el peronismo consiga recomponerse.

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La presentación de Cristina Fernández de Kirchner en los tribunales de Comodoro Py demostró, por un lado, la dura realidad que la ex presidenta atraviesa. Si bien contó con el respaldo de 84 intendentes que firmaron la solicitada “¿Quién mandó a matar a Cristina?”, entre los que se incluían peronistas, camporistas y renovadores, apenas un puñado de ellos se acercó a acompañarla. Tampoco hubo movilización de militantes, ni cánticos que advirtieran lo que pasaría “Si la tocan a Cristina”. Sólo Fernando Gray se negó a poner su firma en el documento, aunque muchos admitan en privado que lo hicieron sólo para no quedar mal parados en la interna. 

El problema es que el peronismo carece de un conductor y no hay nadie que se anime a ponerle el pecho a la “contra conducción” de “la jefa”. Uno de los que hubiera asistido hubiera sido Fernando Espinoza, pero le advirtieron que no querían verlo por Tribunales. El intendente matancero intenta aparecer en todos los ámbitos que le permitan fotografiarse en compañía de referentes del peronismo para tratar de mostrar músculo en la complicada situación judicial que atraviesa, pero para los demás esa insistencia significa un gravísimo desprestigio.

Cuando trataron de convencerlo que no viajara a la presentación de la nueva constitución de La Rioja, la semana pasada, hizo oídos sordos y sacó fotos con casi todos los asistentes, que luego difundió a través de sus redes. Fue el único, ya que el resto evitó publicarlas o siquiera darle like. Con Cristina, en cambio, no se animó. Toda una confirmación de que, pese a las críticas y el hartazgo de muchos, sigue siendo la conductora.

Cristina debería conducir pero eligió un estilo de “conducción negativa”, subordinando a todo el espacio a sus intereses personales. Axel Kicillof, por su parte, debería tratar de disputarle ese rol, pero no se anima, por lo que quienes estarían dispuestos a acompañarlos deben terminar aceptando la continuidad del yugo tóxico de la ex presidenta. El único que ha mostrado su voluntad de asomar la cabeza es Ricardo Quintela, al postularse a la presidencia del PJ nacional. Sin embargo, el temor a enojar a “la jefa” quedó demostrado en la presentación de la constitución, de la que sólo participó otro gobernador: Kicillof. El resto miró para otro lado.

La presencia de Cristina causa desazón en quienes desearían poder armar una opción peronista alternativa. Tal es su debilidad que desde el cristinismo dejaron filtrar que están tratando de reflotar “Unidad Ciudadana”, para acaparar los lugares expectables de la lista de diputados provinciales y obligar a quienes no son propios a someterse, una vez más, al dedo de "la jefa", o a presentarse por afuera, para dejar en claro quien sigue siendo la dueña de los votos dentro del espacio, aunque cada vez sean menos. En este “revival”, la ex presidente encabezaría lo boleta, acompañada de los “leales”.

De hecho, la posibilidad de que haya varias listas autónomas compitiendo entre sí en las elecciones generales es un escenario muy probable, aunque probablemente sus consecuencias serían aún más catastróficas por la atomización de sufragios. Aunque todos recuerden la fallida experiencia de Florencio Randazzo, que utilizaran Cristina y La Cámpora para tratar de someter al resto. El problema es cuál sería el resultado electoral de una lista que llevara a la ex presidente y a la agrupación estrella del cristinismo, ya que si bien conservan buena parte de su poder interno, su descalificación social es indisimulable.     

Del lado del peronismo no cristinista, que tiene en claro que nunca cerrará con ella, el neomenemismo que trata de construir el gobierno nacional parece resultar una alternativa atractiva. No sólo están allí los primos Eduardo y Martín Menem, sino también Daniel Scioli, Guillermo Francos y varios gobernadores del noroeste como Hugo Pasalacqua, Raúl Jalil, Gerardo Zamora, Gustavo Sáenz y Osvaldo Jaldo. Tal como viene sucediendo, con su proverbial desprestigio, Cristina y el cristinismo consolidan la gobernabilidad de Javier Milei, aún a pesar de las trágicas consecuencias que sus políticas le imponen a la mayoría de los argentinos.

Todo dependerá de cómo evolucione el humor social ante un ajuste cada vez más insoportable y hacia dónde podrían migrar los votos de los descontentos con el libertario. La abstención y la anulación de los sufragios podrían ser una alternativa posible, porque, al menos hasta ahora, nada indica que deseen retornar a un peronismo cristinista cada vez más inconsistente y condenado socialmente. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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