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23 de agosto de 2024 | Historia

1864-1870

Antecedentes de la Guerra de la Triple Alianza

A mediados del Siglo XIX, Paraguay contaba con una economía en ascenso, impulsada por un Estado consolidado, que había optado voluntariamente por cierto aislamiento regional, con el propósito de preservarse a las presiones de los intereses imperiales que desplegaban su rapiña sobre las sociedades vecinas.

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por:
Alberto Lettieri

El modelo económico paraguayo se articuló a partir de un estado soberano, que apostaba al crecimiento, impulsando un mercado interno sin participación internacional, y cuya estructura productiva combinaba la industrialización metalúrgica y siderúrgica con el impulso de un sector agroexportador, sin burguesía agraria, ya que las tierras constituían una propiedad del estado, que cumplía el rol de administrador y recaudador, y otorgaba su arriendo a los campesinos.

Desde la perspectiva teórica del liberalismo europeo, se lo presentaba como un estado interventor-proteccionista en todos sus aspectos: económico, político y social, que promovía la industria nacional en artillería y hierro, así como la creación de escuelas que permitieron capacitar a parte de su población bajo la dirección de maestros extranjeros.

Paraguay fue gobernado a partir de 1816 por José Gaspar Rodríguez de Francia, quien fue designado Dictador Perpetuo por el Congreso General. Acusado de tirano y déspota por la historiografía liberal, Rodríguez de Francia supo promover las ideas nacionalistas con un fuerte apoyo a la economía agraria y la libre navegación de los ríos. Su gobierno fue próspero, hasta su fallecimiento en 1840. Su sucesor fue Carlos Antonio López, primer presidente constitucional, quien impulsó políticas mercantilistas modernizadoras y promovió el desarrollo económico. Durante su gestión, se incrementó la producción ganadera y agraria, y se multiplicó el comercio gracias al tendido de vías férreas administradas por el estado.

Igualmente impulsó las obras públicas, la apertura de fronteras y la instalación de imprentas. En materia social, López favoreció la inclusión, por medio del otorgamiento de la ciudadanía a los indígenas. A su muerte, en 1862, fue sucedido por su hijo, Francisco Solano López, quien mantuvo estos lineamientos generales, y apostó a fortalecer aún más la soberanía nacional.

Para la década de 1860, el gobierno paraguayo había logrado reducir sustancialmente el desempleo y la deuda externa, y había promovido una fuente inversión en el sector educativo, que era libre y gratuito. El régimen también había apostado a la diversificación de la economía, en particular, en los sectores de la producción de papel y sus derivados, y la industria de la construcción.

La implementación del ferrocarril, en 1854, permitió unir a Asunción, capital del Paraguay, con la localidad de Paraguarí, hecho que estimuló aún más al ya próspero sector algodonero, a punto tal que al algodón se lo llegó a denominar “oro blanco”. En vistas de la deliberada ausencia de una burguesía nacional, el estado se convertía así en el planificador y promotor de estos cambios. El gasto público era considerado por la administración de los López como una herramienta para el desarrollo y la reactivación económica.

De este modo, los principales ingresos del estado paraguayo descansaban sobre la explotación algodonera, la yerba mate, el tabaco y la madera. También era importante la producción agrícola y ganadera, y el impulso a las industrias siderúrgica y metalúrgica significaron un sello distintivo a nivel regional. La construcción de ferrocarriles y telégrafos había facilitado las comunicaciones. El traslado de mercaderías, la articulación de un mercado interno, el impulso de la educación y la extensión de la ciudadanía consolidaron el respaldo popular que rodeaba a Solano López.

El nacionalismo, era una característica muy pronunciada de la cultura paraguaya, resultaba inadmisible para el proyecto colonial de las potencias europeas.

En el caso del Río de la Plata, los anglo-franceses habían intentado suprimirlo sin éxito a través de la invasión directa –bloqueo francés en la década de 1830, invasión anglo-francesa en la del 1840–, y con mucha mayor efectividad a partir de la traición de Justo José de Urquiza y su posterior desplazamiento por parte del liberalismo porteño filo-británico.

Paraguay sería el próximo paso, y para conseguirlo, Gran Bretaña requirió del apoyo de dos estados subordinados a su autoridad, Brasil y Argentina. Si bien la economía paraguaya estaba en situación floreciente, tenía un flanco muy débil: la ausencia de salida propia al mar, que le obligaba a utilizar los ríos linderos –Paraguay, Paraná y Uruguay– para exportar su producción y participar del comercio internacional. La Guerra de la Triple Alianza provocaría un bloqueo capaz de estrangular su economía, en el caso de no poder ser revertido en el corto plazo. (www.REALPOLITIK.com.ar) 


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