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24 de agosto de 2024 | Nacionales

Milei y una semana para el olvido

Maten al abuelito

En la Argentina nada es lo que parece. A ojos de cualquier observador, la semana que pasó podría caratularse como la peor que debió transitar el gobierno de Milei. Sin embargo, tal como es característico, la reunión entre el presidente y Mauricio Macri buscó reinstalar cierta calma, atada con alambre y sellada sobre la paz de los cementerios.

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El eje de todas las miradas se concentró en el Congreso de la Nación. En la Cámara de Diputados se aprobó el proyecto sobre la bicameral de Inteligencia y se rechazó DNU que asignaba fondos reservados para la SIDE por 100.000 millones de pesos; mientras que en la de Senadores se convirtió en ley la mejora en Jubilaciones. En el primer caso, el control sobre el espionaje interno quedó en manos de una comisión presidida por Martín Lousteau, con Marcelo Parrilli y Leopoldo Moreau como vicepresidentes. El gobierno lo interpretó como una conspiración de todas las fuerzas de oposición en su contra, y así quedó demostrado que, cuando resulta necesario, ni al Pro, ni a los radicales, ni a los lilitos, ni al peronismo no cristinista les incomoda votar en conjunto.

Las sesiones estuvieron precedidas por escandalosos cruces entre diputados de LLA, que terminaron con la intervención policial y una denuncia por violencia de género. El oficialismo parecía derrumbarse: la ambición de Santiago Caputo de consolidar su poder a través del espionaje interno había derivado en una agresiva confrontación con Mauricio Macri, con hostiles amenazas de trolls contra el ex presidente. Macri no estaba dispuesto a permitir que otros practicaran el espionaje interno, una especialidad propia que le llevó a asumir en su momento la primera magistratura en condición de procesado. Por primera vez, el ex mandatario puso toda la carne al asador para garantizar el quórum en Diputados y la sanción de los expedientes con una mayoría que superó largamente los dos tercios. El jueves se repitió la escena en Senadores, pero esta vez la mejora aprobada por los legisladores superó el 80 por ciento de los presentes.

Javier Milei quedó aterrado. El gobierno ya preveía un desenlace muy negativo, y envió de vacaciones al sur a Santiago Caputo –cuya cabeza habían pedido muchos, en especial Mauricio Macri- para tratar de descomprimir la escena. No podía esperarse otro resultado, ya que ni el mago del Kremlin ni el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, se habían presentado en momento alguno para negociar, a diferencia de lo sucedido con el expediente de la ley Bases. El desprecio del gobierno por las prácticas democráticas de negociación es apabullante: Milei cree que asumió como monarca, le espanta hacer política, y Santiago Caputo no se baja del pedestal de soberbia que se construyó. En estas condiciones, las durísimas derrotas del oficialismo no sorprendieron a nadie.

En la noche del jueves de la última derrota, Mauricio Macri y Javier Milei cenaron milanesas juntos. El primer sorprendido fue Francos, quien se encontró, a la salida de Olivos, con el ex presidente, a quien había descalificado previamente en duros términos ante la consulta periodística. Macri le destinó una sonrisa burlona, y entró a negociar. En la reunión le dejó en claro a Milei que su gobierno dependía de su buena voluntad, ya que los dos tercios necesarios para iniciarle un juicio político y desplazarlo de la primera magistratura podrían alcanzarse con sólo un chasquido de dedos. Si quería continuar debía cumplir con su exigencia de incorporar a buena parte de su tropa en las segundas y terceras líneas del estado, asignarle el control de las áreas energéticas estratégicas y la titularidad de la Hidrovía, despedir a Santiago Caputo y hacer naufragar el juicio sobre el Correo Argentino, que podría terminar con Macri tras las rejas y con sus empresas fundidas.

Milei no era ya un león, sino un gatito aterrado. Sabido es el temor que le provoca la figura de Mauricio Macri. Lo que aún se ignora es la respuesta que recibió, aunque puede imaginarse. El presidente aplicó el veto total a la ley de Jubilaciones aprobada por el  Congreso Nacional,  y horas después Macri -quien se había esforzado por garantizar la sanción de la norma con más de los dos tercios de los votos-, publicó un decidido respaldo al presidente en su cuenta de X, descalificando a los senadores -incluso los propios- que habían apoyado el aumento a los jubilados.

“La mayoría de los senadores que ahora expresan su preocupación por los ingresos de los jubilados son los mismos que se opusieron con vehemencia al cierre y venta de empresas del estado deficitarias y llenas de corrupción. Hay que recordar, también, que esos mismos senadores fueron quienes aprobaron la apertura indiscriminada de universidades públicas, fuente de despilfarro, y fachadas para el clientelismo y una corrupción fenomenal. Fueron ellos los que aprobaron el déficit que empobreció a los argentinos”, expresó.

El accionar de Macri expresó una conducta a mitad camino entre el chantaje y el accionar mafioso: le dejó en claro a Milei quien la tiene más grande. Los mercados respiraron aliviados: con su respaldo al veto los pronósticos de una disparada de los dólares paralelos se disolvieron, y el riesgo país se mantuvo por encima de los 1.500 puntos, aunque sin acrecentarse. No habría dinero para los abuelitos: toda la torta quedaba en manos de la timba financiera. Con un dato aleccionador sobre las políticas económicas de esta gestión: el monto necesario para mejorar mínimamente la situación de las principales víctimas del ajuste es muy similar a lo que el mercado dejará de recaudar por la disminución exponencial de los impuestos que pagan los más poderosos. Vuelve el impuesto a las Ganancias para los trabajadores, los jubilados seguirán hambreados, los comedores populares sin abastecimiento, y los dueños de la Argentina verán disminuidas sus cargas en un 90 por ciento.

Las operaciones de Macri tuvieron, así, el resultado buscado, al demostrar que Milei es un títere cuya continuidad depende de su voluntad. Lo que parece menos comprensible a simple vista son las razones que llevaron a Santiago Caputo a movilizar a sus Peaky Blinders para lanzar su ofensiva de trolls contra el ex presidente, o las durísimas declaraciones de Francos en contra de Macri, en la previa del encuentro de Olivos.

La respuesta, una vez más, es menos compleja pero más perturbadora de lo que podría imaginarse, y se relaciona con el internismo que corroe a la gestión actual por la apropiación de fondos y la acumulación de poder. Del cuarteto inicial de conducción de la actual gestión Posse ha quedado afuera y Santiago Caputo fue licenciado provisoriamente, por lo que sólo queda Karina Milei. A diferencia de su hermano, la “vendedora de tortas por Instagram” –tal como la define Macri- no sólo no le teme al ex presidente, sino que considera que hay que destruirlo para poder avanzar en la consolidación de LLA. En el fin de semana previo quedó en claro que el mago del Kremlin debía optar entre su subordinación a la secretaria General del gobierno o su despido, por lo que agachó la cabeza y siguió sus órdenes. Francos ni siquiera necesitó una amenaza para seguirla a pies juntillas.

El propio presidente reconoció públicamente que las exigencias de Macri de echar a Santiago Caputo le significaban un duro e indeseado conflicto con Karina y el asesor estrella. El jefe de Gabinete, por su parte, sólo ansía que le cumplan la promesa de designarlo en la embajada en Gran Bretaña, tal como le habían prometido en caso de que consiguiera la aprobación de la ley Bases. Como todas las promesas que hace este gobierno, no se cumplió.

De este modo, el balance de la dura semana que debió atravesar el gobierno deja un interrogante y una preocupante conclusión: ¿Podrá Javier Milei cumplir los acuerdos alcanzados con Mauricio Macri, superando la oposición de su hermana? Lo cual conduce a la cuestión de fondo: ¿Cuán armónica es la relación entre los hermanos Milei? ¿Quién es realmente “El Jefe”?

La disputa por el poder dentro de esta gestión tan atípica como desquiciada parece ponerlos frente a frente, y en caso de que se resuelva en beneficio de uno u otra, la principal consecuencia palpable será el debilitamiento del poder ejecutivo, mientras que la vicepresidenta, Victoria Villarruel, teje exitosamente sus propias alianzas a la espera de poder dar el salto a la presidencia. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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