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8 de septiembre de 2024 | Internacionales

Una batalla por los recursos

El Congo, un país atrapado entre la guerra y los intereses globales

El conflicto en la República Democrática del Congo, impulsado por factores históricos, económicos y la intervención de potencias extranjeras, sigue causando una devastadora crisis humanitaria y enfrentamientos armados que desestabilizan a la región.

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por:
Anderson N. Riverol

La República Democrática del Congo (RDC), anteriormente conocida como Zaire, ha sido escenario de conflictos bélicos y crisis humanitarias durante las últimas décadas. Este conflicto, que parece haberse salido de control, ha causado una devastación que afecta tanto a su población como a la estabilidad de los países vecinos. Cada vez más, el conflicto se traduce en un número creciente de víctimas y desplazados, lo que hace que la situación sea aún más crítica.

El origen de este conflicto se remonta al genocidio de Ruanda en 1994, cuando extremistas hutus huyeron al este del Congo tras asesinar a cerca de un millón de tutsis. Este evento desencadenó la Primera Guerra del Congo (1996-1997), en la que fuerzas ruandesas, apoyadas por milicias tutsis y otros países africanos como Uganda y Burundi, invadieron Zaire con el objetivo de derrocar a Mobutu Sese Seko. La intervención estaba justificada por la necesidad de eliminar a los grupos hutus que seguían representando una amenaza para Ruanda. Como resultado, Laurent-Désiré Kabila asumió la presidencia de la República Democrática del Congo.

A pesar de este cambio en el liderazgo, las tensiones no tardaron en resurgir. En 1998 estalló la Segunda Guerra del Congo, un conflicto que involucró a múltiples actores regionales, como Angola, Namibia y Zimbabue, que apoyaron a Kabila en su lucha contra Ruanda y sus aliados. Esta guerra, que se prolongó hasta 2002, dejó un saldo devastador de más de 3 millones de muertos, la mayoría de ellos víctimas del desastre humanitario que acompañó los combates. Esta guerra marcó la historia reciente del Congo y amplió el alcance del conflicto, transformándolo en uno de los episodios más violentos en África en décadas.

A pesar de los acuerdos de paz y la instauración de un gobierno de transición, la región oriental del Congo sigue siendo escenario de conflicto. Grupos armados como el M23, con presunto apoyo de Ruanda, continúan con la violencia, exacerbada por las disputas sobre los ricos recursos minerales del país, como el cobalto y el cobre. Estos recursos han atraído tanto a actores locales como internacionales, como China y Estados Unidos, complicando aún más la situación geopolítica y, sobre todo, la vida de millones de congoleños que quedan atrapados entre intereses políticos y económicos que van mucho más allá de las fronteras de la RDC.

Hoy en día, el conflicto sigue impulsado por factores históricos y económicos, con millones de desplazados y una grave crisis humanitaria. La situación es cada vez más preocupante. El resurgimiento del M23 en 2022 ha incrementado las tensiones con Kinshasa, que acusa a Ruanda de financiar a los rebeldes, mientras que Ruanda sostiene que la RDC apoya a milicias hutus extremistas. Esta confrontación pone en riesgo la estabilidad de toda la región, donde las tensiones étnicas y políticas han avivado conflictos históricos que parecen interminables.

A pesar de los esfuerzos diplomáticos, como el acuerdo negociado en noviembre de 2023 con la mediación de Estados Unidos, el conflicto no ha mostrado signos de disminuir en 2024. La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la RDC (MONUSCO) ha sido objeto de críticas por su ineficacia, lo que ha generado un creciente sentimiento anti-intervencionista y protestas violentas. Aunque se acordó una retirada gradual de MONUSCO, el Consejo de Seguridad de la ONU decidió extender su mandato hasta finales de 2024 ante el temor de un vacío de seguridad que pueda permitir un recrudecimiento aún mayor de la violencia.


Felix Tshisekedi, presidente de la República Democrática del Congo (RDC), junto al presidente chino, Xi Jinping.

Otro factor que agrava la crisis es el brote de viruela símica, que ha afectado a varios países africanos, incluida la RDC. La Organización Mundial de la Salud advierte que la situación de conflicto y desplazamiento masivo aumenta el riesgo de propagación de esta enfermedad. Con millones de personas en constante movimiento y en condiciones precarias, los brotes de enfermedades infecciosas encuentran un terreno fértil en medio de la violencia y la falta de servicios básicos.

Expertos como el doctor Pierre Englebert, miembro del Atlantic Council, destacan que las promesas de reformas del presidente de la RDC, Félix Tshisekedi, se han visto obstaculizadas por la influencia del expresidente Joseph Kabila, quien sigue manteniendo poder en el parlamento y en el sector de seguridad. Esta inercia política ha impedido avances sustanciales en la estabilización del país. Michelle Gavin, del Consejo de Relaciones Exteriores, señala que la falta de acceso a las urnas por parte de un gran número de ciudadanos congoleños, sumado a la violencia y al riesgo de fraude electoral, podría agravar las tensiones y desencadenar un nuevo conflicto civil.

La situación en la República Democrática del Congo es extremadamente compleja, marcada por la presencia de grupos armados, la intervención de potencias extranjeras con intereses económicos y la incapacidad de los acuerdos diplomáticos para poner fin al conflicto. Mientras la violencia continúa, la crisis humanitaria se agrava, con millones de vidas en peligro y un futuro incierto para la paz en una región devastada por décadas de inestabilidad. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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