Nacionales
(1864-1870)
Las rebeliones contra la Guerra de la Triple Alianza en el territorio argentino
El desarrollo de la guerra fue, desde un primer momento, muy desfavorable para los guaraníes.
Paraguay combatió ferozmente en la Batalla de Riachuelo, frente a la Ciudad de Corrientes, el 11 de junio de 1865, con un resultado muy negativo, ya que su flota fue destruida por la escuadra brasileña, lo que motivó su aislamiento definitivo, al no poder utilizar el Río Paraná durante todo el desarrollo de la guerra y quedar rodeado por sus adversarios.
El 18 de septiembre de 1865, la guarnición paraguaya de Uruguayana, compuesta por 5.500 hombres, fue derrotada por los aliados, que sumaban más de 18.000 efectivos. En tanto los brasileños vendían a los prisioneros como esclavos, uruguayos y argentinos los incorporaban a sus propias tropas, obligándolos a luchar contra sus compatriotas con grilletes en los pies, y controlados por efectivos, con directivas de fusilarlos por la espalda en caso de no combatir con “enjundia”.
La supremacía de los aliados era incontestable, y sólo se destacaba el heroísmo del pueblo paraguayo, dispuesto a ofrecerse al sacrificio masivo antes que a resignar su soberanía. La “guerra de la triple infamia” cobraba cada vez más víctimas. El 22 de septiembre de 1866, la batalla de Curupayty dio un inesperado respiro a los guaraníes. Se trató de una ofensiva sin planificación ni orden, ordenada por el Comandante Bartolomé Mitre, que se convirtió en la peor derrota de los aliados en el marco de la guerra. El balance exime de comentarios: mientras las bajas paraguayas no pasaron de 23 muertos y 79 heridos, los agresores sumaron 10.000 bajas entre ambos rubros, con alrededor de 8.000 muertos.
El ejemplo de la lucha heroica del pueblo paraguayo, sumado a la resistencia a la dominación porteña, insuflaban el espíritu de rebelión en el interior argentino. A esto se sumó el impacto de la catástrofe protagonizada por los aliados en Curupaity, en septiembre de 1866, que causó más de 10.000 bajas en sus filas, y detuvo por casi un año los enfrentamientos en el frente paraguayo. Como contrapartida, las sublevaciones en el interior argentino aumentaban, y las tropas del estado nacional comenzaron a ser desviadas hacia las provincias para aplastar las rebeliones, siendo reemplazadas por el envío creciente de afrodescendientes a un casi inmovilizado frente paraguayo.
La resistencia a la guerra al interior de la Argentina había comenzado en julio de 1865, tras el llamado “Desbande de Basualdo”, y continuó con la denominada “Sublevación de Toledo, ocurrida en noviembre de ese mismo año, que fue duramente reprimida por las tropas nacionales, con el auxilio de fuerzas brasileñas y orientales. Tras la Batalla de Curupayty, en noviembre de 1866, estalló en Mendoza la Revolución de los Colorados, a la que se sumarían San Juan, San Luis, Catamarca, Río Cuarto, Santa Fe y Córdoba, a las órdenes de Felipe Varela, Felipe Saa y Carlos Juan Rodríguez, quienes trataron de compensar con su enjundia la carencia de medios económicos. Justamente sería Felipe Varela, quien se unió a la revolución el 10 diciembre, el autor de una célebre proclama en defensa del federalismo y la soberanía de los pueblos americanos que reza:
¡Argentinos! El pabellón de Mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupaití. [...]
¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.
"¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo".
La Revolución de los Colorados conmovió el orden interno impuesto a sangre y fuego por el Estado Nacional en los años previos, y el Ejército Nacional tardó más de un año en derrotarla. Esta situación relajó un tanto el frente paraguayo, ya que la porción mayoritaria de las tropas recién pudo retornar al frente guaraní en julio de 1867. Mientras tanto, la guerra se volvía cada vez más impopular dentro de la Argentina, y rápidamente se registró una nueva rebelión, ahora en la provincia de Santa Fe. En 1868, los aliados de Mitre en Corrientes propiciaron una impopular revolución, que exigió retirar un número apreciable de fuerzas del frente paraguayo para garantizar la victoria de sus sediciosos correligionarios.
La participación argentina en la guerra fue menguando rápidamente a partir de entonces. En 1869, ya durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, de los 25000 efectivos argentinos presentes en 1866, sólo quedaban alrededor de 2500. En su mayoría se trataba de afrodescendientes y de prisioneros paraguayos obligados a luchar contra sus compatriotas.
También fueron características durante la guerra las deserciones de soldados correntinos, que dimitían del Ejército argentino, para combatir del lado paraguayo. La situación del estado nacional argentino era insostenible. Las resistencias internas habían minado su capacidad de combate en el frente paraguayo. En abril de 1870, una nueva revolución, liderada por Ricardo López Jordán, fue derrotada por tropas que retornaban del frente paraguayo. La guerra continuaba, pero la Argentina se retiró y dejó el terreno libre para que el Brasil explotara los beneficios de la victoria. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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Historia, Domingo Faustino Sarmiento, Alberto Lettieri, Bartolomé Mitre, Ricardo López Jordán, Guerra del Paraguay¿Qué te parece esta nota?