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Finalmente, la Unión Cívica Radical de la provincia de Buenos Aires se convirtió en una especie de soga tirada desde los extremos por dos sectores que parecen inconciliables.
Con la vista en el calendario de las legislativas del 2025 están, de un lado, quienes quieren una nueva versión ampliada de Cambiemos, es decir junto al Pro e incorporando a los libertarios. Por el otro lado, se ubican quienes ya firmaron el divorcio definitivo con Mauricio Macri y Patricia Bullrich y nada quieren saber con juntarse en la esquina de los libertarios. No les incomodaría hablar con la Coalición Cívica o el GEN.
En el primer sector enunciado se sitúan Maximiliano Abad, Daniel Salvador y Carlos Fernández de la oficialista alianza “Adelante”. Del otro lado se encuentran Pablo Domenichini y Danya Tavela de Evolución; Federico Storani, de la CON; Juan Manuel Casella, de la Vergencia y Miguel Lunghi, los hermanos Gastón y Facundo Manes, entre tantos otros.
Dominan las ansiedades
Tanto el abordaje ideológico más abstracto como la instrumentación operativa partidaria en las próximas legislativas despertaron en exceso las ansiedades de los candidatos como el oficialista Miguel Fernández y su contrincante Pablo Domenichini, dado que ambos se adjudican la victoria.
Fernández, tal vez sugestionado por sus recuerdos como ex intendente, confunde realidades y ya se proclamó presidente del comité provincia con tan sólo una comunicación informativa de la Junta Electoral partidaria y no para de anunciar medidas, planes, convocatorias y presentándose en sociedad con sus atributos de poder institucional.
Pablo Domenichini tampoco pone freno a su intención de pelear hasta el último esfuerzo posible su condición de presidente electo porque está convencido que ganó por más de quinientos votos.
Por el momento se dedica a ejercer una modalidad reactiva, esto es contestarle a su rival y a otros referentes importantes para que que dejen de anticipar victorias antes del escrutinio definitivo, que está en pleno desarrollo.
Dos episodios
En medio de todo esto se conocieron dos significativos episodios que, para la óptica periodística, surfean entre el abordaje de lo anecdótico y el informativo propiamente dicho. En primer lugar, está el incidente ocasionado esta semana por la diputada nacional Karina Banfi en la sede del comité provincia, ubicado en cercanías de la Legislatura.
Sin intención de detenerse en sus impulsos, la legisladora denunció que había barras bravas o gente de barrios periféricos invadiendo la sede partidaria, cuando en realidad se trataba de militantes y afiliados que habían acercado las urnas y actas de distritos muy discutidos en sus resultados como fue el caso de Quilmes.
Entre tantos otros militantes y que Banfi confundió con barras había militantes del conurbano, de La Plata y hasta candidatos de la lista opositora Futuro. Militantes que, en algún momento hasta trabajaron en la campaña para que Banfi fuera diputada nacional en al menos dos ocasiones.
No faltaron los comentarios posteriores en redes donde atribuyeron a Banfi alguna reflexiones sobre barrios “estéticamente lindos” y barrios “estéticamente feos” y que, en todo caso, trasladó su visión crítica hacia personas que no suelen ser visibles en su entorno de todos los días, dado que vivió mucho tiempo haciendo posgrados en el exterior.
El otro dato que copó la agenda de la mayoría de los medios fue un audio atribuido al apoderado de la lista Futuro, el ex diputado provincial Fernando Pérez, donde sugería que había que hacer fraude en el municipio de Tigre.
Ni lerdos ni perezosos, los operadores de Maximiliano Abad alertaron a los medios que les son afines a amplificar su circulación e interpretar que la lista de Pablo Domenichini alteró la votación en varios distritos del conurbano.
En realidad, desde este último sector remarcaron que el audio en cuestión fue indebidamente interpretado de esa manera y producto de una terrible bajeza moral porque se trataba de un diálogo con un funcionario municipal de Tigre y que, justamente, en ese municipio, hubo razones para pensar que fueron los seguidores de Abad quienes habrían “alterado” el escrutinio en provecho propio.
Estos episodios forman parte de una trama de enfrentamientos, acusaciones y críticas mutuas en un lapso importante que es el de la realización del escrutinio definitivo partidario. Desde el sector de Pablo Domenichini, por el momento, se dedicarán a mantener latente la imagen del triunfo sobre el sector de Fernández y alertar que todo lo que está haciendo éste último es, al menos, imprudente y ofensivo para la imagen del radicalismo.
También hay una cuestión legal y administrativa y es la de esperar que la Junta Electoral emita, como corresponde, los certificados del escrutinio definitivo para que Domenichini avance con su apelación ante la Justicia Federal. Es a los efectos que le reconozcan los resultados que le dan como ganador de esta contienda.
En pocos días, se calcula, se conocerán nuevos capítulos de una novela que tiene al partido centenario en riesgo de una división profunda y que obliga a mirar a la próxima convención provincial, en la cual se definirán las políticas de alianzas. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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