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Un panperonismo atomizado y enfrentado desde hace tiempo experimentó, dos semanas atrás, un nuevo y brusco impacto cuando desde La Cámpora y el laboratorio del Instituto Patria se lanzó la campaña de “clamor popular” para que Cristina Fernández de Kirchner fuera catapultada a la presidencia del PJ nacional.
La iniciativa, que tuvo poco de “popular” desde un principio, fue una nueva operación lanzada desde el centro del poder del cristinismo, como una especie de manotazo de ahogado luego de que las agresiones e intentos de Máximo Kirchner y la dirigencia de La Cámpora fracasaran estrepitosamente en su intento de destrucción de Axel Kicillof. Por eso debieron recurrir a la única carta poderosa que les queda, aunque considerablemente deteriorada respecto de lo que supo ser.
En un principio, la iniciativa de “clamor popular” tuvo un impacto muy moderado. Pero, con el paso de los días, empezó a cobrar fuerzas. Al día de hoy, ya son doce los gobernadores que la respaldan, muchos de los cuales habían prometido anticipadamente su apoyo al gobernador Ricardo Quintela, quien por ahora jura y perjura que no se bajará de su candidatura.
En el caso de la provincia de Buenos Aires impera un silencio de radio. Ni el gobernador ni su círculo más próximo se han pronunciado al respecto. Desde hace meses, Kicillof ha mantenido una alianza laxa con su par riojano, respaldándolo en su intento de presidir al PJ nacional. Pero la irrupción de Cristina Fernández de Kirchner lo ha cambiado todo: si Kicillof abandona a Quintela para apoyar a Cristina, confirmaría una subordinación efectiva al liderazgo de su jefa histórica. Si no lo hace, corre el riesgo de que los ataques del cristinismo se reproduzcan, pero ahora con argumentos de deslealtad y de traición, tan caros a la organización presidida por el “hijo de dos presidentes” .
Por ahora, Kicillof y sus principales aliados mantienen el silencio, postergan definiciones y se dedican al armado de su propio acto del 17 de octubre en Berisso, el “kilómetro cero del peronismo”. En ese evento Kicillof será el orador principal, con la ausencia anunciada de La Cámpora y de Cristina, quien fue invitada a participar, aunque declinó hacerlo.
"No nos han manifestado intención de ella de participar. Siempre la invitamos. Es nuestra líder. Y a La Cámpora también. Ellos son parte de nuestra coalición de gobierno", explicaron, para explicitar a quien corresponde la responsabilidad del faltazo.
Con el lema “Lealtad con el pueblo. La patria no se vende”, intendentes y funcionarios que buscan posicionar a Kicillof como figura de referencia para el panperonismo que se viene trabajan arduamente en la organización, conscientes de la prueba de fuego que será este 17 de octubre. Entre ellos los intendentes Jorge Ferraresi (Avellaneda), Julio Alak (La Plata), Mario Secco (Ensenada) y Fabián Cagliardi (Berisso); los ministros Carlos Bianco y Andrés “El Cuervo” Larroque; y el subsecretario de Economía Popular, Daniel Menéndez. Deberán conseguir la participación de una multitud para instalarlo como presidenciable para 2027, y así archivar definitivamente la “estrategia de desgaste” de La Cámpora.
Si bien La Cámpora tiene como funcionarios en el gabinete provincial al ministro de Salud, Nicolás Kreplak, y la presidenta del Instituto de la Cultura, Florencia Saintout, no aceptan el liderazgo del gobernador, ya que sólo la lapicera en manos de Cristina les garantiza el predominio en las listas electorales del que han gozado desde hace más de una década. La fallida campaña contra Kiciilof demostró que la agrupación recibe la condena de la sociedad, tanto hacia adentro como hacia afuera del panperonismo, por lo que sólo le queda aferrarse al control de cargos institucionales partidarios para conservar sus posiciones.
Una eventual confrontación o distanciamiento abrupto con Cristina Fernández de Kirchner puede resultarle letal a Kicillof, por lo que desistió de invitar al gobernador Ricardo Quintela al acto del día de la Lealtad. Pero tiene en claro que no podrá postergar demasiado una definición, ya que al fin de esta semana deben presentarse las listas para la elección del PJ nacional. Cristina sabe también que su movida es riesgosa, ya que puede terminar provocando una huida a mansalva del peronismo no cristinista, lo que convertiría su victoria en pírrica.
Así las cosas, el riesgo de atomización aún mayor recrudeció, sobre todo cuando Sergio Massa advirtió que se diferenciaría si Máximo y Kicillof no juegan juntos. Cristina tomó su decisión. ¿Implicará una nueva sangría interna y una nueva derrota electoral, tal como sucedió la mayoría de las veces en que lo hizo en el pasado?. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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