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Partido Justicialista
Cristina y Máximo Kirchner, una tormenta de falacias para cargarse al peronismo
Cristina y Máximo Kirchner intentan asegurar la presidencia del Partido Justicialista utilizando tácticas divisivas y el apoyo de La Cámpora, aunque su liderazgo enfrenta creciente resistencia dentro del peronismo.
Varios meses atrás, ante una audiencia plagada de referentes cristinistas, Ricardo Quintela manifestó su deseo de presidir al Partido Justicialista (PJ) para liderar la lucha contra el gobierno de Javier Milei. En los días previos Cristina Fernández de Kirchner había instado a que cada peronista alzara el bastón de mariscal, tal como lo había sugerido Juan Domingo Perón al declarar que su único heredero era el pueblo. Ni Oscar Parrilli, ni el resto de los referentes cercanos a la ex presidenta, manifestó objeción alguna, como tampoco lo hizo Cristina cuando el gobernador riojano le manifestó su pretensión.
Por casi ocho meses Quintela recorrió el país, gestionó apoyos y logró un consenso que parecía ser unánime, hasta que pocos días antes del cierre de listas, y mediante publicaciones en X, Wado de Pedro convocó a un “operativo clamor” para solicitarle a Cristina que asumiera la presidencia del PJ. La movida nunca terminó de arrancar, ya que los apoyos fueron mínimos. Los gobernadores se sumaron, y sólo lo hizo un puñado de intendentes y referentes ultracristinistas. El clima se había espesado días atrás, cuando Máximo Kirchner inició su ofensiva de desgaste sobre Axel Kicillof, otra movida en falso que llevó a que la mayoría del panperonismo, incluidos algunas líneas secundarias de La Cámpora, inmediatamente saliera a condenarlo por tratar de limar a quien aparecía como la alternativa natural de Unión por la Patria para confrontar contra las políticas de Javier Milei.
Ricardo Quintela y Axel Kicillof, aliados en la interna del Partido Justicialista.
Con el “operativo clamor” fracasado, Cristina anunció su determinación de competir por la presidencia del PJN. La pregunta que se hacía Quintela y buena parte del panperonismo era la razón que había motivado a la ex presidenta a manifestarse sorpresivamente a través de una publicación en X, en lugar de intentar una negociación interna o, al menos, tener la cortesía de anunciarle a su competidor de su decisión. Claro está que este comportamiento autoritario está en sintonía con los que Cristina y La Cámpora hicieron siempre: ningunear a quienes no les responden o se animan a diferenciarse. Pero ahora se sumaba un factor adicional: los bombardeos de la ex presidenta y de la agrupación que preside su hijo no tenían como blanco a Quintela, sino a Axel Kicillof, a quien se lo descalificaba con términos como “Judas” o “Poncio Pilatos” por no haberse humillado lo suficiente, abandonando su alianza con el riojano para sumarse al séquito de mendicantes que se arrastran servilmente detrás de “la jefa”.
¿Qué había sucedido?
Las encuestas que recibía Cristina y La Cámpora después del ataque frontal de Máximo contra Kicillof demostraba que una inmensa mayoría del universo de Unión por la Patria respaldaba al gobernador y condenaba al “hijo de dos presidentes” y a la organización que preside, no desde ahora, sino desde hace años, por su destrato hacia sus aliados y por sus reiteradas conductas públicas que la convirtieron en el centro del escarnio de la sociedad, más allá de sus adhesiones políticas. Por otra parte, no era novedad que, en la disputa por la herencia del liderazgo de Cristina entre Máximo y Kicillof, la ex presidenta se había decidido, tiempo atrás, por su hijo biológico, y así lo hizo saber al intervenirle el gobierno provincial tras la derrota en las legislativas de 2021. Curiosamente, las listas provinciales habían sido armadas por madre e hijo, sin dejarle mínima participación al gobernador, a quienes después pretendieron convertir en responsable del fracaso.
Kicillof tomó conciencia de que, para sus pretensiones presidenciales para 2027, debía subir la apuesta y tratar de consolidarse territorialmente, y para ello contó con diversos apoyos, como los de Jorge Ferraresi, Mario Secco o Andrés Larroque, entre tantos otros decididos a no volver a soportar el maltrato de la dinastía. La subida en las encuestas de Kicillof, gobernando a contracorriente del gobierno de Milei, les causó ictericia a Cristina y a Máximo, que vieron en él a una amenaza concreta de licuación de su liderazgo otrora incuestionado. Sumado a esto, la confirmación del fallo de la Causa Vialidad, que tendrá lugar el 13 de noviembre, sólo cuatro días antes de la fecha pactada para las elecciones en el PJN, y que incluye una condena a seis años de prisión e inhabilitación para ejercer cargos públicos, causó pavor en el corazón del cristinismo. Su respuesta instintiva fue salir a jugar en la interna partidaria, para hacerse con la presidencia y tratar de argumentar que no sólo ella, sino también el peronismo, ha sido condenado.
Cristina Fernández de Kirchner, convocada por la Justicia (Foto: CIJ).
Así las cosas, nadie debe ser iluso y creer que Cristina pretende liderar al peronismo por encima de agrupaciones y fracciones, pese a que intente disfrazar la realidad asegurando que "No busco nada para mí" y que “El pueblo ya me otorgó honores que nunca pensé alcanzar y la política me puso en importantes desafíos que creo haber cumplido”, según sostiene en la carta que dirigió al universo peronista este viernes, y que pretende distribuir casa por casa.
A Cristina nadie le pidió que se postule, fracasó el “operativo clamor” y el disgusto en su contra crece cada día. Tan es así que, desde que se conoció su postulación y reaparecieron sus discursos públicos contra Javier Milei, la imagen del presidente comenzó a revertir la caída sistemática que venía sosteniendo desde hace más de dos meses. En la forzada grieta entre ambos las ventajas son compartidas, ya que apuntan a invisibilizar toda otra alternativa política. Pero hay más aún: la composición de la lista de Cristina está prácticamente circunscripta a candidatos de La Cámpora. No le preocupa conducir al PJ, sino ocuparlo con La Cámpora para terminar de someterlo a voluntad. Ese es su objetivo, aunque tenga en claro que, de ese modo, terminaría de destruirlo. Así madre e hijo se quedarían con el dedo y la lapicera en nación y provincia y, aunque las listas que de ellos emerjan estén condenadas a la derrota, le garantizarían el hegemonía partidaria en el Congreso, Legislatura provincial y buena parte de los cargos electivos, retrasando un final escandaloso que viene desarrollándose desde hace tiempo a ritmo moderado.
No es casualidad que, el mismo día que Cristina difundió la carta, Máximo fuera entrevistado por Jorge Rial, en una nota caracterizada por la complicidad y complacencia. Las mismas que son condenadas en cada reportaje que Luis Majul, Esteban Trebucq o Jonatan Viale le realizan a Javier Milei. Cristina, Máximo y el presidente se parecen demasiado en su autoritarismo, su desprecio por el otro y su falta de consideración por la democracia. Máximo tuvo así su pantalla para agredir a mansalva a Kicillof, asegurando que nunca trató de “limarlo”; reprochándole que "Creo que era muy fácil elegir entre Cristina y Quintela"; o recordando que “Cristina lo apreciaba mucho”, pero le falló.
Maximo Kirchner y Jorge Rial en Radio 10.
El problema es que, en la actualidad, pocos son los que les creen. A Máximo nadie fuera de La Cámpora, y a Cristina cada vez menos. Es difícil tragarse el caramelito de madera de que se postuló respondiendo a un “clamor popular” que nunca existió, y que se originó en ella misma y en su entorno; ni que pretenda seriamente oponerse a Javier Milei, cuando es uno de sus principales sostenes cada vez que lo critica.
Cristina quiere al PJ para negociar mejores condiciones en su situación judicial y no perder el liderazgo del panperonismo, colonizándolo con La Cámpora. El problema es que no queda tan claro que su respaldo popular sea tan significativo como supo serlo. Por eso en el Instituto Patria se dividen entre quienes exigen que la Junta Electoral que controlan impida la presentación de la lista de Quintela, como ya lo hicieron un par de años atrás con la que encabezaba Alberto Rodríguez Saá, o acepten una competencia interna para tratar de disimular su propia naturaleza autoritaria. ¿Qué porcentaje podría sacar el riojano? ¿Cuántos se animarán a expresar en las urnas el hastío que les provoca el ninguneo sistemático de Cristina y La Cámpora?
Hay una tercera variable a tener en cuenta que explica el enojo y la determinación de Cristina por acceder a la presidencia del PJ. Una encuesta de Opina Argentina, sobre 1764 casos de todo el país, da cuenta que la población que se autodefine como peronista se siente más identificada con Kicillof (47 por ciento), que con Cristina (39 por ciento). Estos números explican la desesperación de la dinastía K por sumar la presidencia del PJN a la que ya controlan del PJBA. No por servicio a ninguna causa, sino para lanzar un programa para destruir a sus adversarios internos.
Tuvimos una gran reunión hoy con el senador nacional Eduardo de Pedro, en la que conversamos sobre cómo continuar fortaleciendo la colaboración entre Argentina y los EEUU. pic.twitter.com/ZJvvyyXIJZ
— Embajador Marc R. Stanley (@USAmbassadorARG) October 23, 2024
Finalmemente, también se suma este viernes una cuarta variable. El embajador norteamericano, Marc Stanley, publicó en su cuenta de X: “Tuvimos una gran reunión hoy con el senador nacional Eduardo de Pedro, en la que conversamos sobre cómo continuar fortaleciendo la colaboración entre Argentina y los Estados Unidos”. La propuesta de Cristina, desde hace mucho tiempo, no consiste en “combatir al capital”, sino en “complacerlo”. El paso de los años, las derrotas y los errores políticos, los condicionamientos judiciales y el atentado fallido la han convencido de la conveniencia de disciplinarse al poder real para rogar por su libertad, sin importar los costos que esto signifique para el pueblo argentino que supo creer en ella, pero que ahora desconfía o ya le soltó la mano. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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