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27 de octubre de 2024 | Internacionales

Del autoritarismo a la modernidad

El nuevo rumbo de Uzbekistán de la mano de Shavkat Mirziyoyev

Uzbekistán, bajo el liderazgo de Shavkat Mirziyoyev, está pasando de un régimen autoritario a un sistema más abierto y modernizado, con reformas económicas y políticas que buscan integrarlo en el mercado global y mejorar las condiciones de vida de su población, aunque aún enfrenta desafíos en derechos civiles y libertad de prensa.

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por:
Anderson N. Riverol

Uzbekistán, ubicado en el corazón de Asia Central, es un país sin acceso al mar que limita con Kazajistán al norte, Kirguistán y Tayikistán al este, Afganistán al sur y Turkmenistán al suroeste. Con una población de aproximadamente 35 millones de personas, es el país más poblado de la región y tiene una rica historia vinculada a la antigua Ruta de la Seda, que conectó Oriente y Occidente durante siglos. Su capital, Taskent, es el centro político y económico del país, mientras que sus ciudades históricas, como Samarcanda y Bujará, son conocidas por su notable patrimonio cultural y arquitectónico.

Por más de dos décadas, Uzbekistán estuvo liderado por Islam Karimov, quien gobernó con mano dura desde la independencia del país tras la disolución de la Unión Soviética en 1991 hasta su fallecimiento en 2016. Bajo el régimen de Karimov, Uzbekistán se caracterizó por un estricto autoritarismo, un control absoluto de la economía y un aislamiento internacional profundo. Las libertades civiles eran prácticamente inexistentes y la represión de la oposición política era una constante. La economía, altamente centralizada, se veía afectada por la corrupción, lo que frenaba el desarrollo y limitaba las oportunidades de crecimiento y apertura del país.


El fallecido ex presidente, Islam Karimov.

Un cambio significativo ocurrió con la llegada de Shavkat Mirziyoyev al poder en 2016. Mirziyoyev, quien había sido primer ministro durante muchos años bajo el liderazgo de Karimov, prometió una transformación económica y política profunda. Desde que asumió el cargo, el país ha comenzado a implementar una serie de reformas enfocadas en la modernización y la apertura, tales como la liberalización del tipo de cambio, la creación de un entorno atractivo para la inversión extranjera, la reducción de la burocracia y la privatización de empresas estatales. Aunque estos cambios enfrentan desafíos, han contribuido a que Uzbekistán sea visto por la comunidad internacional como un país dispuesto a integrarse en el mercado global y a mejorar las condiciones de vida de su población.

En el ámbito político, Mirziyoyev también ha buscado ampliar ciertas libertades civiles y reducir el nivel de represión característico del régimen anterior. Se han implementado medidas para mejorar la transparencia gubernamental, combatir la corrupción y promover una mayor libertad de prensa. Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos señalan que, a pesar de estos avances, persisten problemas significativos, como la falta de una oposición política efectiva y el control del gobierno sobre la mayoría de los medios de comunicación.

En términos de relaciones internacionales, Uzbekistán ha intentado mejorar sus vínculos, especialmente con sus vecinos de Asia Central. El país ha trabajado para resolver disputas fronterizas y ha promovido una mayor cooperación regional, fortaleciendo así su posición en la región. Además, la política de diversificación económica y la búsqueda de nuevas rutas de exportación han contribuido a reducir la dependencia de socios tradicionales como Rusia. Uzbekistán también ha reforzado su relación con instituciones internacionales, atrayendo financiamiento para proyectos de infraestructura y desarrollo, lo cual ha sido crucial para impulsar la modernización del país.

El proceso de reformas y modernización de Uzbekistán puede entenderse a través del enfoque presentado en el libro Competencia y Empresarialidad de Israel Kirzner. Kirzner sostiene que la empresarialidad es esencial para identificar nuevas oportunidades y corregir desequilibrios del mercado. En el caso de Uzbekistán, el gobierno de Mirziyoyev ha comenzado a adoptar un enfoque que fomenta la iniciativa empresarial y la participación del sector privado en la economía, lo cual concuerda con la visión de Kirzner sobre la importancia de liberar el potencial empresarial para alcanzar un desarrollo sostenible. Al reducir la burocracia y permitir una mayor libertad económica, Uzbekistán está creando un entorno propicio para que la creatividad empresarial florezca, ayudando a superar los problemas heredados del pasado autoritario y promoviendo una economía más eficiente y competitiva.

Uzbekistán se encuentra en una etapa crucial de su historia, transitando de un sistema autoritario y cerrado hacia una economía moderna y abierta al mundo. Las reformas iniciadas por el presidente Mirziyoyev han generado un cambio profundo, creando nuevas oportunidades para el desarrollo y mejorando las relaciones internacionales del país. Sin embargo, el éxito de estas transformaciones dependerá de la capacidad de Uzbekistán para enfrentar desafíos persistentes en el ámbito político, como la falta de una oposición efectiva y la limitada libertad de prensa, así como para asegurar que los beneficios económicos lleguen a toda su población. Si se mantiene el impulso reformista y se fortalece el estado de derecho, Uzbekistán tiene el potencial de convertirse en un modelo de modernización y crecimiento sostenible en Asia Central, desempeñando un papel relevante tanto en el contexto regional como en la economía global. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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