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Paso a la inmortalidad
Juan José Sebreli: La herencia de un pensamiento irreverente
Hace pocos, nos dejó uno de los pensadores argentinos más profundos y polémicos de nuestro tiempo: Juan José Sebreli. Sociólogo de formación, aunque prefería ser llamado “escritor”, dejó una marca indeleble en aquellos que tuvimos el privilegio de leerlo. Su legado no es solo su extensa obra, sino también la manera en que nos enseñó a pensar.
La mejor manera de honrar su memoria es volver a sus libros, redescubrir sus ideas y dejarnos interpelar nuevamente. Porque su obra sigue tan vigente como siempre. Recuerdo, por ejemplo, el verano en que, de vacaciones con mi familia en la costa, entré en una librería buscando un libro. Ahí encontré el primero de Juan José Sebreli que leí siendo adolescente, Comediantes y mártires. Aquella primera lectura me dejó profundamente fascinado. Fue el inicio de una larga relación intelectual que me llevaría a explorar otros títulos como Dios en el laberinto, y luego su charla con Marcelo Gioffré en Conversaciones irreverentes. Más adelante me atreví con El asedio a la modernidad, que considero su obra más acabada.
Recorrer su obra es casi como recorrer la historia de Argentina desde una perspectiva crítica, irónica y profundamente original. En medio de la pandemia, en el contexto de restricciones sanitarias, releí Desobediencia civil y libertad responsable, un ensayo que coescribió junto a Gioffré, y que pone en evidencia el pensamiento de un Sebreli que no se dejaba vencer por las circunstancias, sino que las usaba para plantear sus preguntas de fondo.
Recuerdo también el día en que mi profesor de Sociología nos entregó textos de Sebreli para analizar, justo durante un mundial de fútbol. A mí me tocó La era del fútbol, un ensayo que me mostró una faceta de Sebrelli crítica pero equilibrada, capaz de deconstruir los mitos populares sin perder la humanidad y profundidad. Sus escritos nos ayudaron a entender que el verdadero compromiso intelectual no es la adhesión ciega, sino la capacidad de mantener la mirada aguda y crítica.
Para quienes encontramos en él una inspiración, y quizás incluso una brújula intelectual, Sebreli fue un liberal de izquierda. Un concepto que a menudo parece contradictorio, pero que él defendió magistralmente. Para él, la igualdad de oportunidades y la libertad de mercado no son excluyentes; del mismo modo, las empresas privadas y la presencia del Estado pueden coexistir. En sus palabras, se reconocía que la modernidad y el progreso necesitaban tanto libertad como justicia social, y no podía concebirse una sociedad justa sin el equilibrio entre ambos.
Sebreli nos enseñó a cuestionar los dogmas, a resistir las modas y a rechazar la tentación de lo simple. Nos enseñó también que el pensamiento crítico es un acto de coraje, que el análisis social no puede sucumbir a las ideas cómodas ni a la autocensura. No perseguía la popularidad ni la aprobación unánime. Su obra es un desafío constante y, quizás por eso, es especialmente valiosa para la comunidad LGBT, que él mismo defendió con lucidez y convicción. Invito a esta y a otras minorías a acercarse a Sebreli, a criticarlo, a sentirse interpeladas y, por qué no, hasta incomodadas. Porque, en última instancia, Sebrelli no buscaba coincidencias absolutas; buscaba interlocutores, buscaba quienes estuvieran dispuestos a pensar con él.
Ojalá podamos recordar a Sebreli como él hubiese querido: no como una figura inalcanzable, sino como un amigo intelectual con quien compartir ideas en una charla informal, en un café de Buenos Aires, en algún rincón como su querida La Biela. Esa es, quizás, la mayor herencia que nos deja: la invitación a pensar por nosotros mismos.
(+) Emilio Rodríguez Ascurra es licenciado en Filosofía.
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