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3 de noviembre de 2024 | Nacionales

La interna que no fue

Incertidumbre

Cristina Fernández de Kirchner ganó la presidencia del Partido Justicialista con el voto de la jueza María Romilda Servini de Cubría, lo que confirma la falta de democracia interna en el partido y agudiza las tensiones dentro del kirchnerismo, especialmente con Axel Kicillof, mientras el gobierno de Javier Milei negocia eliminar las PASO.

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por:
Alberto Lettieri

Cristina Fernández de Kirchner ganó la elección del Partido Justicialista Nacional con un solo voto, el de la jueza federal, María Romilda Servini de Cubría, que con su decisión impidió que casi 4 millones de afiliados pudieran expresar su voluntad. No es una novedad: nunca pudieron hacerlo a lo largo de la historia. Apenas sí hubo una interna por la candidatura presidencial en los años 80 entre Antonio Cafiero y Carlos Menem. Antes y después, siempre fueron ignorados.

La ausencia de democracia interna dentro del mayor partido político nacional convalida el sentimiento anti-casta que llevó a Javier Milei a la presidencia. Tal vez alguien hubiera esperado que dentro del panperonismo se aprendiera de los errores, que se tratara de cambiar la imagen social. Pero nada de esto sucedió: Cristina, La Cámpora y sus métodos volvieron a desplegarse sin culpa y con total impunidad, al menos hasta que llegue el momento en que las urnas hablen. La virulencia con que Cristina y sus aliados impusieron la censura demuestra su total desinterés respecto de la opinión de los afiliados, con el agravante de que, al ocupar Máximo Kirchner la presidencia del Partido Justicialista Bonaerense, también sin consulta electoral, se ha consagrado una dinastía.

Hay dos miradas que pueden ensayarse sobre este desenlace. La primera es que Cristina lo hizo de nuevo: consagró su voluntad, tomó al partido de rehén asociándolo a su propio destino judicial, y demostró dónde reside el poder real dentro del peronismo. La segunda es que nunca como esta vez quedó tan en claro que su pretensión pudo haber conducido a la intervención judicial del PJN, ni tampoco quedó tan en claro como ahora que todos los gobernadores partidarios, más la mayoría de intendentes y buena parte de los afiliados no se allanaron automáticamente a sus pretensiones. Cristina ganó, pero el riesgo de fuga en masa hacia otras alternativas o alianzas electorales que siempre fue la contracara de su vocación de poder absoluto, se incrementa en la actualidad.

Quizá por esta misma razón es que, ni bien conocido el fallo de Servini, Cristina ordenó contactar a Ricardo Quintela para promover la “unidad” partidaria, tal como la entiende Cristina: acaparando todos los cargos y manteniendo la ficción de la convivencia pacífica interna. El riojano seguramente terminará aceptando, cediendo al mismo temor que mantuvo al peronismo como su rehén a partir de 2011, y con su consentimiento demostrará que sus declaraciones sólo fueron pirotecnia electoral. No se animó a avanzar en la judicialización del saqueo. Ahora deberá bajar el perfil y quedará más expuesto a las sanciones del gobierno nacional por sus políticas opositoras. Su única protección será la propia Cristina, no como par sino como jefa benevolente con el sujeto que intentó descarriarse pero le faltó piolín.


Ricardo Quintela perdió sin competir.

En el caso de Axel Kicillof la situación es aún más preocupante.  A diferencia de Quintela, la confirmación judicial de Cristina como presidenta del PJN no estuvo acompañada de una convocatoria a la unidad, sino a una continuidad de los ataques de las principales figuras de La Cámpora. Para un gobernador que no tiene legisladores propios, la gobernanza de la provincia puede significar un problema gravísimo: o acepta su “albertización”, que significa el fin de su carrera política ascendente, o incrementa la confrontación, con el riesgo cierto de que la gobernabilidad provincial vuele por los aires, con el gobernador incluído. Eduardo de Pedro, una figura central en el operativo destrucción de Kicillof, afirmó irónicamente que pronto cumple años, y que invitará a la fiesta tanto a Cristina como a Kicillof. Si aceptara, su papel no sería el de invitado sino el de bufón.

Otra figura determinante de este proceso ha sido Juan Manuel Olmos, cuyo predicamento político no cesa de incrementarse. No sólo fue el apoderado principal de la lista de Cristina, sino el principal beneficiario de la tesis de que si, tras la renuncia de Alberto Fernández a la presidencia partidaria, el partido quedaba a cargo de la vice primera, Cristina Álvarez Rodríguez, eso podría significar abrirle la via de la presidencia partidaria al vice segundo, Axel Kicillof. Olmos no sólo diseñó la estrategia legal de desgaste de Kicillof, sino que además es el nexo de una negociación con Karina Milei para suprimir las PASO. De este modo, el dedo de Cristina en los cargos nacionales y de Máximo en los cargos nacionales bonaerenses no podría ser amenazada; y lo mismo sucedería con el del “triángulo de hierro” del gobierno –Javier Milei, Karina y Santiago Caputo-, en la lista oficialista. Tanto el mileismo como el cristinismo sólo conciben a la política como grieta, con una lógica autoritaria y monárquica, y con un profundo desprecio por el diálogo y la democracia. Por ahora el Pro se opone, ya que desea competir en la interna del anticristinismo, pero no queda en claro que consiga impedir este cambio, habida cuenta de la habilidad desplegada por el gobierno para comprar las voluntades de los legisladores colaboracionistas.

Así las cosas, la convergencia de dos métodos electorales, la boleta única para los cargos nacionales y la lista sábana tradicional para los provinciales genera aún mayor incertidumbre, ya que incrementará necesariamente el poder de los intendentes en la definición de candidaturas en las provincias. El sistema quedará así mucho más fracturado, desprovisto del “efecto arrastre” tradicional. Cuáles serán sus consecuencias y cómo afectará la gobernanza es un interrogante difícil de responder. Lo único que queda en claro es que la primera víctima será, una vez más, una democracia que no deja de retroceder desde su recuperación en 1983. 


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