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11 de noviembre de 2024 | Internacionales

El Salvador

El método de Nayib Bukele y la transformación de uno de los países más peligrosos del mundo

Nayib Bukele ha transformado El Salvador de uno de los países más peligrosos del mundo en uno de los más seguros mediante una política de mano dura. Su plan de control territorial ha logrado reducir significativamente la delincuencia, desmantelar pandillas y mejorar la percepción de seguridad.

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por:
Anderson N. Riverol

Hace catorce años, cuando estudiaba en la Universidad Simón Bolívar, un grupo de jóvenes de la agrupación de modelos de Organización de las Naciones Unidas visitó El Salvador para participar en un simulacro de la Organización de Estados Americanos. A su regreso, mencionaron el peligro que representaba este viaje y cómo durante toda su estadía, incluidas visitas a centros comerciales y otros lugares, eran escoltados por militares de fuerzas especiales debido a la inseguridad del país y el conflicto con las bandas. Hoy, esta situación ha dado un vuelco de 180 grados.

La transformación de la seguridad en El Salvador bajo el liderazgo del presidente Nayib Bukele ha captado la atención internacional, convirtiéndose en un referente de análisis para la región latinoamericana. Países como Honduras y Guatemala han comenzado a evaluar la implementación de políticas similares, observando de cerca los resultados salvadoreños en la reducción de la criminalidad. Desde la implementación de su política de “mano dura”, el país ha experimentado una notable reducción en los niveles de delincuencia. Este descenso ha sido respaldado por estadísticas oficiales que muestran una baja considerable en homicidios y crímenes violentos, y ha consolidado la imagen de Bukele como un líder que ha logrado resultados tangibles y visibles en el combate contra la inseguridad. Sin embargo, más allá de las cifras, el contexto y las implicaciones de sus políticas presentan un caso de estudio complejo y con múltiples aristas.

Mano dura y el éxito del plan de Bukele

El combate a las pandillas ha sido el eje fundamental de la estrategia de seguridad de Bukele. Las pandillas, históricamente vistas como el principal motor de la violencia en el país, han sido objeto de una política de represión implacable mediante el exitoso plan llevado adelante por el presidente. Esta iniciativa ha implicado una fuerte presencia militar y policial en las zonas más conflictivas del país, logrando desmantelar células criminales y restablecer el orden. Las acciones del gobierno han contribuido a una visible reducción de las actividades delictivas, y los resultados han sido celebrados ampliamente por la población, que finalmente ha comenzado a experimentar un ambiente de mayor tranquilidad y seguridad.

Además, el plan ha generado un impacto positivo en la percepción de seguridad de los ciudadanos, quienes ahora sienten que pueden transitar libremente por áreas que antes eran consideradas peligrosas. Las fuerzas de seguridad han logrado confiscar grandes cantidades de armas, drogas y dinero, debilitando significativamente la infraestructura de las pandillas. Estos logros han sido fundamentales para que Bukele consolide su imagen como un líder comprometido con devolver la paz al país.

La estrategia de Bukele no solo ha reducido los índices de criminalidad, sino que también ha permitido una mejora en la economía local, ya que la reducción de la violencia ha incentivado una mayor inversión y crecimiento económico. La actividad comercial en zonas anteriormente dominadas por pandillas ha comenzado a resurgir, brindando nuevas oportunidades a los residentes y fortaleciendo el tejido social. Los resultados del Plan Control Territorial han sido presentados como un ejemplo del éxito de la firmeza y determinación del gobierno frente a la delincuencia organizada.

Relaciones Internacionales: Entre Washington y Pekín

La política de seguridad de Bukele ha tenido implicaciones más allá de las fronteras salvadoreñas, afectando sus relaciones internacionales de manera significativa. La relación con Estados Unidos, tradicional aliado de El Salvador, ha sido ambivalente. La administración de Joe Biden ha mostrado inquietud respecto a las implicaciones democráticas de las políticas del presidente salvadoreño, particularmente por su tendencia a centralizar el poder y limitar el papel de los contrapesos institucionales. No obstante, Estados Unidos también ha reconocido los resultados positivos en términos de reducción de la violencia y ha ofrecido apoyo logístico y financiero en la lucha contra el crimen.


Nayib Bukele ya fue recibido por el presidente electo, Donald Trump.

En contraste, la relación con China ha crecido de manera sostenida. Bukele ha buscado en Pekín un socio estratégico para impulsar proyectos de infraestructura y desarrollo económico, diversificando así las fuentes de inversión y reduciendo la dependencia de Estados Unidos. La apuesta por China ha sido interpretada por muchos analistas como un movimiento geopolítico que busca equilibrar las presiones internacionales y asegurar el apoyo financiero necesario para sostener sus ambiciosos proyectos de seguridad y desarrollo. Entre los ejemplos que podemos citar, está la biblioteca que la República Popular China donó al país y que es una de las más modernas de Centroamérica.

Tensiones con Venezuela y la Influencia Regional

En el ámbito latinoamericano, Bukele también ha tomado posiciones que han influido en su perfil diplomático. Los impases diplomáticos con Venezuela, particularmente cuando Bukele reconoció al opositor Juan Guaidó como presidente interino, tensaron las relaciones entre ambos países. Esta decisión alineó a El Salvador con otros gobiernos que mantienen una postura crítica hacia el régimen de Nicolás Maduro, lo cual también reflejó un intento de Bukele por proyectar una imagen de liderazgo regional comprometido con la democracia.

En el contexto regional, la relación con Argentina ha sido objeto de interés, ya que permite evaluar cómo los logros de Bukele podrían ser aplicados en otros países con problemáticas similares. La situación de seguridad en Argentina presenta retos importantes, y Bukele ha sugerido que su enfoque podría servir como modelo para abordar la delincuencia en otras naciones de la región. Mientras Argentina enfrenta desafíos de seguridad y lidia con sus propios problemas internos, Bukele ha sido vocal al presentar los logros salvadoreños como un posible modelo a seguir. Esta postura ha generado tanto apoyo como escepticismo, abriendo un debate sobre la viabilidad de aplicar políticas de “mano dura” en otros países de la región. Esto sin olvidar que la administración de Javier Milei ha tendido puentes con El Salvador, reconociéndolo como un aliado determinante en Centroamérica y buscando aprender de su política de seguridad.


Nayib Bukele y Patricia Bullrich.

Popularidad y consolidación del poder

Las victorias electorales de Bukele y su altísima popularidad son, sin duda, la consecuencia directa de su éxito en la implementación de políticas de seguridad. La población salvadoreña, que por décadas ha vivido bajo la sombra de la violencia pandillera, ha encontrado en Bukele una figura que promete estabilidad y paz. Según encuestas recientes, el mandatario cuenta con un apoyo popular sin precedentes, con niveles de aceptación que superan el 80 por ciento. Este respaldo le ha permitido avanzar en su agenda política sin mayores obstáculos internos, aunque también ha despertado preocupaciones sobre la consolidación de un poder sin contrapesos.

Conclusión

La transformación de la seguridad en El Salvador bajo Bukele plantea interrogantes profundas sobre el equilibrio entre seguridad y democracia. Estos temas han sido ampliamente debatidos en foros internacionales y en el ámbito público, donde se han analizado tanto los éxitos en la reducción de la delincuencia como las preocupaciones sobre la concentración de poder y las implicaciones para el estado de derecho. Mientras algunos celebran los logros en la reducción de la delincuencia, otros advierten sobre los riesgos inherentes a la concentración de poder. No se puede negar que el caso salvadoreño se ha convertido en un referente regional: el modelo de “mano dura” de Bukele es observado con interés, por otros países que enfrentan problemas similares de violencia y criminalidad.

Este fenómeno nos invita a reflexionar sobre las lecciones que se pueden extraer de la experiencia salvadoreña: ¿Es sostenible a largo plazo este modelo? ¿Puede ser replicado con facilidad en otras regiones? Estas preguntas quedan abiertas, mientras El Salvador y su transformación bajo Nayib Bukele siguen siendo un laboratorio exitoso de políticas de seguridad en América Latina. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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