
Legislativas
Miguel Fernández asumió la conducción del comité provincia de la Unión Cívica Radical (UCR) bonaerense tras un polémico fallo judicial, enfrentando el desafío de consolidar su liderazgo en un partido dividido, con sectores opositores fuertes y la necesidad de definir alianzas estratégicas en un contexto político incierto.
Tras el fallo del juez federal con competencia electoral Alejo Ramos Padilla, las cicatrices están lejos de producirse entre quienes dirimieron sus fuerzas aquel domingo 6 de octubre que parece tan alejado en el tiempo, donde se intersectaron cientos de batallas verbales, legales y políticas entre quienes se impusieron y quienes quedaron finalmente vencidos a la luz de una resolución judicial con reclamos que quedarán resonando en interminables comentarios.
Por lo pronto y mal a quien le pese, el ex intendente de la municipalidad de Trenque Lauquen, Miguel Fernández, ya tiene la legitimación activa para obrar en nombre del comité provincia aunque su éxito dependerá de su cintura política y del acompañamiento masivo de correligionarios de peso simbólico. De lo contrario pasará a ser un símbolo más del pantano del desasosiego por el cual ya pasaron otros antecesores, por caso, en la década del 90 o, más acá en el tiempo sobre los años 2.000 en los cuales la Unión Cívica Radical (UCR) peleaba por alcanzar el porcentaje de votos requeridos para mantener la personería jurídica.
Hoy en día, la ampliación del universo radical a representar será una de las principales batallas de Fernández. Con decenas de distritos, principalmente del conurbano y sección capital, ya conquistados por la lista opositora (alianza de Evolución, CON y casellismo) y diputados radicales separados por un abismo político de diferencias políticas, se asoma al menos un panorama pletórico de incertidumbre sobre un destino que requiere de atenciones inmediatas.
Para Fernández no se trata de plasmar hacia lo más visible un título, ganado ahora bajo la formalidad judicial y legal, sino de representarlo en la práctica cotidiana, pero deberá para ello demostrar que todos sus partidarios lo siguen. Como señala Michel Foucault, el título formal no es el que da el poder, sino la práctica de su ejercicio y la capacidad de convencer para conducir hacia caminos posibles y con luz al final del túnel.
En el caso de Fernández, le juega en contra esa porción de representación que le es esquiva y es el sector de un bloque radical que escucha más al discurso del presidente del comité nacional, Martín Lousteau, y del diputado nacional Facundo Manes.
El comité nacional, los bloques radicales rebeldes en el Congreso y en Legislatura y los distritos y secciones ganados por la oposición, no son conquistas como para sitiar a Roma, pero sí son todo un mensaje que explica que una derrota no ha sido tan aplastante y que el adversario aún tiene oxigeno para pensar una y mil veces sus reclamos para compartir poder.
En los días que corren hasta el tórrido verano, con inciertas vacaciones para muchos, queda un importante temario para analizar entre el oficialismo y la oposición y, en ese sentido, habrá muchas expectativas sobre definiciones en torno a alianzas en las elecciones legislativas.
Un aplazamiento de esa definición y el más prudente silencio al respecto, puede significar un puente entre ambos sectores enfrentados. Dejando así incierto un desenlace hasta que otros canales formales más legitimados para hacerlo, por caso la convención provincial, exprese su veredicto respecto de qué camino tomar: si acompañados por las ruinas de cambiemos y La Libertad Avanza o armar un frente junto al kirchnerismo. Respecto de esto último, hay aventurados que van por la épica de un frente tipo tercera vía equidistante de ambos extremos de la grieta.
En estos tiempos que corren, Fernández tiene una ciclópea tarea de acomodar las piezas de ajedrez en un tablero un tanto difícil y debe acrecentar su capital simbólico y su imagen que le permita ocupar una centralidad como interlocutor con el kirchnerismo provincial, sin estar opacado por la oposición, ni tampoco por su mentor y antecesor Maximiliano Abad, quien no trepidará ni un momento para asumir desde las sombras un rol partidario, aunque desde la informalidad.
Fernández ya convocó, por así decirlo, a todos los sectores, aunque lo hizo en un tiempo donde adjetivaciones, acusaciones y hasta insultos se entrecruzaban sin límites. Ahora es el momento de someterse al examen como autoridad electa y, al mismo tiempo, como líder partidario. (www.REALPOLITIK.com.ar)
ETIQUETAS DE ESTA NOTA
¿Qué te parece esta nota?
MÁS NOTICIAS