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20 de diciembre de 2024 | Historia

José Hernández y el Martín Fierro

Los relatos sobre el gaucho reconocen su punto de inflexión en el poema El Gaucho Martín Fierro, redactado por José Hernández en 1872, desde su obligada reclusión en un cuarto del Hotel Argentino, ordenada por el presidente Sarmiento tras su participación en la revolución fallida del gobernador entrerriano Ricardo López Jordán.

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por:
Alberto Lettieri

Por entonces, Hernández, tradicional adversario político y literario de Sarmiento, no descartaba que su rival ordenara su ejecución, por lo que se aplicó a inmortalizar a ese gaucho que había conocido desde su niñez, y con quien parecía compartir un destino común. Diferenciándose claramente del relato en clave liberal, Hernández nos presenta a Fierro como un gaucho trabajador de la pampa, que vivía con su mujer y sus dos hijos, a quien la persecución de las autoridades, empeñadas en la destrucción de todo aquello que evocara al pasado nacional de raíz hispánica, va hundiéndolo irreversiblemente en la desgracia.

A través de su extenso poema gauchesco, Hernández recupera la lengua, los modos de expresión, la filosofía de vida, las prácticas y las costumbres del gaucho. Su relato permite revalorizar al gaucho en su propia lengua, e implica un quiebre tajante con las obras precedentes que lo analizaban desde una perspectiva de supremacía cultural y moral.

Hernández publicó en 1879 la segunda parte del Martín Fierro (1879), La Vuelta, que, aunque coherente con la anterior, es menos confrontativa y expresa una mayor predisposición a aceptar la irreversibilidad del proceso de cambios. Si bien ya en el momento de su publicación el Martín Fierro se convirtió en el primer best seller de la literatura argentina, durante mucho tiempo sólo mereció las críticas de una elite literaria que objetaba su reivindicación de un sujeto que expresaba la “barbarie” rural, y la inmortalización de una sintaxis y una forma de vida que debían ser condenadas al olvido.

Descalificado por su propia clase, Hernández murió decepcionado por su fracaso como escritor. El reconocimiento comenzaría a llegar hacia fines del siglo XIX, cuando la Real Academia española consagró al Martín Fierro como el texto fundante de la literatura argentina, puesto que recuperaba los modos de vida y de expresión de un sujeto particular del Río de la Plata. Hasta entonces, concluía, los argentinos se habían limitado a reproducir matrices literarias europeas…

La elite literaria dio por entonces una nueva prueba de su provincianismo cultural, y reivindicó inmediatamente las cualidades de la pluma de Hernández. Años después, Leopoldo Lugones le dedicó su monumental obra El Payador. A partir de entonces, la revalorización del gaucho, y a través de él, de la cultura popular y nacional, no se detendría hasta alcanzar su consagración como tradición oficial de la Nación en 1939. Cuatro años después, la llegada del coronel Juan Domingo Perón a la secretaría de Trabajo permitiría empezar a definir sobre esa clave la matriz de la nueva Argentina. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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