
Interior
La villa balnearia en ruinas como destino valioso para el cantante: allí hizo un viaje influyente, produjo una sesión de fotos muy recordada y años después Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado dieron un impactante show.
Terminaba el 2010 y una conocida revista anunciaba para su edición de diciembre un largo reportaje al Indio Solari. El cantante acababa de editar "El perfume de la tempestad", su tercer disco solista, y lo iba a presentar en Salta. El texto final estuvo acompañado por una serie de imágenes hechas por el fotógrafo KVK y cedidas por el cantante. La mayoría pertenecían a shows recientes, aunque se destacaron otras dos. En una, el Indio en primer plano está apoyado contra el tronco de uno de los tantos árboles muertos entre paredes venidas abajo. En la otra, al contrario, luce pequeño delante de una enorme pero inactiva mole de cemento que, con ese mismo material, dice en mayúsculas: MATADERO. El lugar, en ambos casos, era Epecuén, aquella villa termal al oeste de la provincia de Buenos Aires que quedó reducida a ruinas tras la intempestiva inundación provocada en noviembre de 1985 por el desborde de la laguna que le dio nombre al pueblo. Perfumes de una tempestad.
Como en una película de ciencia ficción, el agua fue creciendo hasta sumergir al poblado turístico bajo metros y metros durante varias décadas. Sus 1500 habitantes salvaron sus vidas evacuándose en la vecina Carhué, aunque perdieron todo lo demás. Recién a partir del 2000 el agua fue cediendo con pausa, dejando al descubierto los estragos cometidos. Empujado por la curiosidad de esta historia surrealista, Solari decidió conocer el lugar y en octubre de 2010 hizo siete horas en auto hasta los vestigios de Epecuén. Estaba a un mes de tocar en Tandil, donde al término del show anunciaría por las pantallas el nombre de su próximo disco.
El viaje fue junto a Edgardo Andrés Kevorkián, fotógrafo y diseñador gráfico que hace trabajos para el músico desde 2008. "Además de las ruinas en sí, al Indio particularmente le llamó mucho la atención la obra de Francisco Salamone", recordó Kevorkián. Se refería al arquitecto italiano que en apenas cuatro años de la década de 1930 dirigió setenta monumentales construcciones en las profundidades de la provincia de Buenos Aires, especialmente cementerios, edificios municipales y mataderos, todo por encargo de la administración estatal de la Década Infame. Varios de ellos aún siguen en funcionamiento, sobre todo los dos primeros, pero fue en el último donde Solari encontró su Salamone a mano: el matadero inactivo a mitad de camino entre Epecuén y Carhué que —-pese a la inundación, y aunque con algunos magullones— resistió de pie frente al avance furioso y corrosivo del agua salada como un coloso del tiempo.
KVK (así conocen a Kevorkián en el ambiente de la música, la fotografía y el arte) recuerda de aquel viaje dos hechos cuyo asombro fue compartido por el propio Indio. El primero: la posibilidad que tuvo el músico de deambular por un lugar público y abierto sin multitudes que lo demandasen: visitó Epecuén durante dos días en los que el pueblo estaba literalmente sin turistas, mientras que en Carhué —donde se alojaron— recorría los comercios sin que causara gran conmoción. Lo segundo, en cambio, tiene que ver con un aspecto sensitivo: "Epecuén tenía un olor particular, quizás por el salitre que dejó el agua, o por el cemento en ruinas, pero que definitivamente no era común a nuestro olfato. Nos lo preguntamos varias veces sin encontrar respuesta", apuntó Kevorkián. ¿Habrá influido esa experiencia sensorial en el título del disco que estaba a punto de fabricar, o fue pura coincidencia que finalmente se llamara "El perfume de la tempestad"? ¿La tempestad acaso no huele a sal, a polvo, a partículas que fueron sacudidas con furia por la naturaleza?
Años después, cuando el Indio le entregó su escenario a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado y sobrevino la pandemia, el combo promovió un imponente streaming en Epecuén. Fue un movimiento de coincidencias misteriosas: parece ser que tanto el cantante como su banda pensaron por separado la misma idea en el mismo destino, aunque sin sospechar que la otra parte imaginaba lo mismo. Finalmente, se montó un escenario del futuro en la bocacalle de un pueblo del pasado. La gráfica publicitaria diseñada por KVK muestra de refilón al Angel Alado que preside el pórtico del cementerio de Azul, una de las obras más espectaculares de todas las que hizo Francisco Salamone en la provincia de Buenos Aires durante la década del 30.
El resultado final fue un show épico en un lugar fantasmal. Un hecho artístico que inicia con la puesta del sol y concluye con el resplandor de la luna llena. Y con el primer acierto de Solari versión pantallas, en ese caso además con la novedad del estreno de dos canciones en su voz. "Rezando solo" y "Encuentro con el ángel amateur" sonaron por primera vez entre los estertores de Epecuén. Entre el perfume de la tempestad. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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