
Interior
Detrás de los insultos a “zurdos” y “homosexuales” y de la celebración del saludo nazi de Elon Musk, el gobierno de Javier Milei comenzó a tropezar. No es que el presidente haya perdido su entusiasmo verborrágico, sino que la dura realidad le ha comenzado a imponer condiciones.
Con las elecciones en el horizonte cercano, el gobierno debe resolver el desafío que él mismo se planteó al presentarlas como un plebiscito de sus políticas económicas. No sólo las autoridades tienen en claro que no sirve otra cosa más que un contundente resultado en las urnas, sino también el resto de los actores que interactúan con él. Por eso, detrás de las buenas maneras, el campo redobló su presión para exigir una disminución de las retenciones, y, a diferencia de otras situaciones similares anteriores, ahora el gobierno debió capitular. Días atrás Luis “Toto” Caputo había explicado a los gobernadores aliados Martín Llaryora, Maximiliano Pullaro y Rogelio Frigerio la imposibilidad de satisfacer esas demandas. Ayer, dando un giro drástico, debió anunciar una baja. ¿Qué pasó en el medio? Los dólares alternativos comenzaron a subir, el Banco Central debió salir a vender títulos y divisas para tratar de frenar la escalada, y, en ese esfuerzo, no sólo no consiguió incrementar sus reservas, sino que quedó a punto de caer por debajo de los 30.000 millones de dólares en las netas, en tanto las reales están 10.000 millones de dólares negativas, justo ahí donde las había dejado Sergio Massa.
¿Cómo es posible que, con un pretendido éxito económico y financiero, celebrado hasta por el FMI, destrucción de la industria, el consumo, el mercado laboral, las jubilaciones y el presupuesto universitario, el gobierno no tenga ningún resultado positivo para mostrar? La denominada “economía creativa” puede servir para muchas cosas, hasta que, a la hora de la verdad, no puede taparse el sol con las manos.
“Toto” Caputo perdió su tono exultante y debió suspender su viaje a Davos en compañía del presidente para atacar el grave problema que le planteó la economía doméstica. Javier Milei pronunció en ese foro económico privilegiado un discurso en el que, justamente, la economía estuvo ausente, y sólo incluyó provocaciones y amenazas. Tampoco el ministro de Economía fue muy creativo: implementó una confusa baja de las retenciones muy similar a la de Massa, pero menos generosa, ya que no les otorgó precio pleno a los productores. ¿Resultado? No consiguió conformar a nadie. En el campo relativizaron su impacto, ya que vieron fluir, por primera vez, la sangre debajo de la armadura oficial, y aseguraron que irán por más. Sobre todo después del ninguneo previo al presidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino, quien fue recibido por el secretario de Medios, Eduardo Serenellini –quien no tiene entidad alguna en la gestión, y las agresiones a la conducción agraria propinadas por Santiago Caputo en un encuentro secreto realizado la semana previa.
Con las elecciones en puerta, el gobierno decidió privilegiar la vieja política y abandonar sus políticas innovadoras. Le hizo un guiño al campo para tratar de contener la escalada del dólar, lo que fue tomado como un gesto de debilidad, y trató de avanzar en el terreno de las legislativas: reforma laboral, reforma jubilatoria, ajuste del tipo de cambio, liberación del cepo, unificación cambiaria.
Así retomó la vieja fórmula de tratar de resignar superávit por acceso a dólares y estabilidad en el mercado de cambios, pero, con la presión del FMI detrás y el indisimulable retraso de la cotización de la divisa norteamericana, nada asegura que el dólar no se dispare de acá a octubre, más temprano que tarde.
El riesgo que corre el gobierno nacional es que, para tratar de contenerlo, deba resignar el tono innovador de sus políticas y adoptar definitivamente las fórmulas de la descalificada “casta”. También queda por evaluar el impacto que tendrán las políticas de Donald Trump, más allá de favorecer el ingreso de dólares frescos.
El gobierno de Javier Milei no la tiene fácil. Si a todo esto se suman los anuncios de un planificado congelamiento salarial, y un crawling peg reducido al 1 por ciento mensual, que corre el riesgo cierto de potenciar la especulación financiera, el horizonte electoral dista de ser pacífico.
“Siembra vientos, cosecha tempestades”, afirmaba el texto bíblico. Para el gobierno llegó la hora de la cosecha. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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