
Pelota dividida
El gobierno de Javier Milei, pese a sus gestos de sumisión a Donald Trump, celebra los aranceles del 25 por ciento a las exportaciones de acero y aluminio argentino, priorizando su estrategia financiera sobre la supervivencia de la industria nacional.
Si alguien esperaba que Javier Milei intentara revertir la decisión de Donald Trump de aplicarle un arancel del 25 por ciento a las exportaciones de acero y aluminio a los Estados Unidos puede quedarse sentado. Pese a que el presidente argentino ha incurrido en gestos de sumisión a su par norteamericano que avergonzarían a cualquier sociedad que se considere soberana, no parece encontrar un trato diferencial en la administración norteamericana. Muy por el contrario, las decisiones adoptadas por la nueva gestión del país del norte han afectado sistemáticamente los intereses argentinos.
En efecto, tanto el arancelamiento metalúrgico como la guerra comercial internacional desatada, que trajo consigo una significativa devaluación de las monedas en todo el mundo, a excepción del peso argentino (que marcha a contracorriente volviendo cada vez menos competitiva a la producción nacional), o bien el fortalecimiento del dólar que amenaza ser una aspiradora de divisas invertidas en el tercer mundo hacia los bonos yanquees, significaron duros golpes para la economía argentina.
Pese a todo, el gobierno nacional no modifica su política económica que hace trizas la producción en beneficio de los especuladores financieros. Y ante un anuncio de Trump que hiere de muerte a la producción metalúrigica nacional –sobre todo a los gigantes Aluar y Techint-, en lugar de tratar de negociar una excepción la administración argentina llegó al extremo de aplaudir la medida, asegurando: “Muchos industriales cazaban en el zoológico”
En la Casa Rosada se desentienden del impacto letal de la medida, y aseguran que "no es un problema para Argentina, sino para un solo sector". "Es el problema de una sola empresa", insisten.
Pese a que el presidente Javier Milei compartirá, la semana próxima, la Conferencia Polìtica de Acción Conservadora (CPAC), no tiene previsto realizar solicitud alguna en beneficio de la supervivencia de la estratégica producción nacional, ya que, a su juicio, “es un problema de Aluar (la única productora de aluminio de la Argentina). Viene cazando en el zoológico, vendiendo a precios estratosféricos. Ahora les llegó el tiempo de competir”. Y, no conformes con esto, justifican la decisión recordando que "se olvidan que los productos americanos, cuando vienen, tienen que pagar el 35 por ciento por la tasa del Mercosur", aclaran.
El vocero presidencial, Manuel Adorni, relativizó la cuestión en su conferencia de prensa de este viernes, explicando que la posición del gobierno argentino pretende alcanzar un acuerdo de libre comercio amplio con los Estados Unidos, en lugar de salir en defensa de los privilegios de un sector específico. "Tenemos una relación excelente con la administración Trump. Son temas que estarán en la agenda y buscaremos solucionar. Pero nuestro objetivo es avanzar en el tratado de libre comercio con Estados Unidos. Buscaremos el mejor impacto para Argentina", enfatizó.
Con un dejo de ironía, Aluar emitió un comunicado en el que sostiene: “Frente a ese antecedente confiamos en que el excelente vínculo entre ambos gobiernos brindará la posibilidad de acordar mecanismos razonables que permitan sostener la exportación de aluminio desde Argentina hacia Estados Unidos, con el esperable restablecimiento de las condiciones que fortalecen los vínculos entre ambas naciones”, dejando en claro sus dudas sobre la existencia de alguna clase de vínculo concreto entre Milei y Donald Trump.
Cabe destacar que Aluar exporta el 75 por ciento de su producción de aluminio primario, por un total de 1.000 millones de dólares anuales. De este total, las exportaciones a los EEUU suman 600 millones de dólares. Una medida como la aplicada por Donald Trump pone a la empresa en situación de colapso.
La Cámara Argentina del Acero, por su parte, emitió un comunicado en el que sostiene: "Comprendemos la necesidad de establecer medida de defensa contra la competencia desleal frente al avance de China como principal productor de acero del mundo, pero la respuesta debe ser coordinada". Y añade que la “integración productiva entre el sector siderúrgico de ambos países” debe mantenerse en el marco de “la alianza estratégica y geopolítica que tiene los Estados Unidos con la Argentina".
Ninguno de estos reclamos encontró eco alguno en el gobierno argentino, que se muestra orientado exclusivamente a conseguir el guiño de Trump para habilitar la llegada de fondos frescos para disimular el evidente retraso cambiario y afrontar con tranquilidad el proceso electoral. Desde que asumió, la actual administración ha hecho hincapié en dos variables interdependientes: mantener un dólar bajo para facilitar el carry trade, alimentando la bicicleta financiera, y así controlar el proceso inflacionario, a costa de convertir la recesión heredada en una depresión económica colosal. Sin embargo, y más allá de las dudas de los especialistas, el freno a la inflación le ha valido conservar el respaldo de la mitad de la población, algo que no está dispuesto a arriesgar en pleno proceso electoral. Aunque las consecuencias resulten letales no sólo para la industria metalúrgica, sino para la economía argentina en su conjunto. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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