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13 de abril de 2025 | Provincia

Previa electoral

La provincia de Buenos Aires, un delicado castillo de naipes

La crisis interna del oficialismo bonaerense escaló al punto de una inminente ruptura entre el kicillofismo y el cristinismo, con la anulación de las PASO como detonante y una pelea de poder que podría definirse en las urnas, incluso a costa de una derrota electoral.

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El tembladeral político dentro del oficialismo de la provincia de Buenos Aires no deja de escalar. La fragilidad de la relación que aún se sostiene entre los tres principales espacios de referencia –el kicillofismo, La Cámpora y el Frente Renovador- semeja a un castillo de naipes al que cualquier leve brisa podría derrumbar. En las circunstancias actuales, las apelaciones a la unidad a toda costa suenan más a frase hecha que a convicción de las fuerzas en conflicto.

Después de haber sancionado por decreto la disociación electoral, entre comicios provinciales y nacionales, el gobierno debe afrontar una segunda movida clave: la anulación de las PASO para las elecciones bonaerenses. Sin el respaldo del cristinismo, el gobernador Axel Kicillof medita dos alternativas: la redacción de un “decreto de fuerza mayor gubernamental”, fundado en que "queda muy poco tiempo para la primaria y podría justificarse el decreto", aunque queda claro que, con la Legislatura en funcionamiento su validez legal sería muy cuestionable, por lo que  "hay que ser osados" y salir a pelear su aprobación por parte de la Justicia.

La otra opción se amolda a las disposiciones institucionales, pero podría significar la ruptura definitiva de Unión por la Patria. Hacia el cierre de la semana, Verónica Magario convalidó un pedido de sesión especial elevado por todos los bloques opositores para tratar la supresión de las PASO, que se realizará el próximo martes. Para su aprobación en el Senado de la provincia de Buenos Aires, previo a su tratamiento en Diputados, harían falta veinticuatro votos, y la oposición cuenta con veintiséis escaños. Esto es, Kicillof podría obtener la media sanción sin precisar los votos del panperonismo.

Después de un par de días de silencio mediático, Magario reafirmó su alianza con Axel Kicillof. Habló con Cristina Fernández de Kirchner, le aseguró que en caso de que la exvicepresidente quisiera presentarse no le discutiría el primer lugar en las listas de La Matanza, pero no más que eso. La vicegobernadora tiene en claro que acordar con la Cristina y la Cámpora contra Kicillof sería una decisión irracional, ya que es bien sabido cuál es el tratamiento que la exmandataria y la agrupación juvenil dan a sus aliados.

La eventual aprobación de la anulación de las PASO con sólo algunos votos peronistas y del Frente Renovador sumados a los de las fuerzas opositoras, seguramente marcaría el fin de la alianza entre el kicillofismo y el cristinismo. Más aún cuando Teresa García planea insistir con torcerle el brazo al gobernador y sancionar la simultaneidad de los comicios en la misma sesión. En caso de que la anulación corra y la iniciativa del cristinismo sea rechazada, no sólo la fractura sería inevitable, sino que los niveles de virulencia alcanzados hasta el presente en los cruces entre ambos llegarían al paroxismo.

En una reunión que mantuvo Kicillof con los intendentes que lo secundan, les solicitó su presencia en la sesión del próximo martes, para presionar y respaldar a los senadores oficialistas para aprobar la iniciativa de anulación de las PASO, y a la vez respaldarlos ante las presiones y chantajes habituales de La Cámpora.

Pero la apuesta va mucho más allá, ya que se evalúa para el caso de que kicillofistas y cristinistas vayan en listas separadas, los intendentes que acompañan al gobernador encabecen sus boletas como candidatos testimoniales, para confrontar contra Cristina y La Cámpora.

En el panperonismo se está discutiendo el liderazgo con una determinación tal que recuerda los tiempos de la interna entre Antonio Cafiero y Carlos Menem, aunque acotada por ahora a la provincia de Buenos Aires. De la manera en que plantearon la confrontación Cristina y los suyos han terminado por poner en riesgo su propia supervivencia política, en caso de una derrota.

Más allá de las apelaciones a la unidad, todos tienen en claro que la definición de la conducción deberá darse en las urnas, por lo que la ruptura parece inevitable. Aunque ella conlleve la derrota electoral como telón de fondo. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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