
Cultura
Cristina Fernández de Kirchner reapareció este domingo 25 de mayo, y entre regodeos por el día de la Patria y la celebración de un nuevo aniversario de la asunción de Néstor Kirchner fue inflexible con todos.
Al gobierno le pronosticó una marcha segura hacia un “nuevo default”, entre condenas a su destrucción de la cultura nacional y un creciente autoritarismo oficialista. Tampoco tuvo piedad hacia la interna: “Tenemos que volver a ser militantes políticos. Esto requiere capacidad de análisis, poder ver más allá de la próxima elección y, fundamentalmente, dejar de lado las mezquindades y los egos que tanto daño han hecho y han provocado una fragmentación inútil”, sentenció.
A la expresidenta parecen habérsele escapado varios soldaditos. Que sea ella la que siga blandiendo su dedo acusador para enrostrar “mezquindades y egos” parece ser una broma de mal gusto a esta altura de los acontecimientos. Su vocación autoritaria nunca fue disimulada, y el coro de obsecuentes de la Armada Brancaleone que la rodea le ha hecho perder toda noción de la realidad que la circunda extramuros. Lo que Cristina Fernández de Kirchner no puede comprender es que, saliendo de la República de La Matanza y algún que otro distrito del conurbano, su nombre está asociado a la condena y a la derrota. Y ni qué decir el de su hijo Máximo Kirchner y La Campora. En síntesis: ya no queda claro si con sus intervenciones pretende confrontar con Javier Milei o asegurarle la victoria electoral.
Tampoco Cristina se priva de adjudicar la responsabilidad de sus derrotas al peronismo y, en los últimos dos años, al gobernador Axel Kicillof. ¿Cómo podrían ser culpables si las estrategias electorales, desde 2010 para acá, siempre las definió ella con mano de hierro? Fue quien reclamó “baños de humildad” en 2015, y “unidad hasta que duela” desde 2019 hasta ahora. Claro está que, a los que debería dolerles y deberían ser “humildes” son los demás. “Cristina denunciando mezquindades y egos ajenos”… Parece chiste.
Quien salió a responder esa intervención de la expresidenta, con anticipación al evento del domingo, fue Carlos Bianco, el ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires que fue descubierto manejando un vehículo oficial pasado de copas. Sin pelos en la lengua, disparó: “Nos sigue doliendo la unidad del 2019″.
El beodo fue terminante en toda la línea. “En capital se desdobló, fuimos en unidad, y perdimos. Y entonces se quiere transpolar esa enseñanza, por decirlo de alguna forma, a la provincia. Pero en las otras provincias se desdobló, fuimos separados y ganaron los oficialismos”, puntualizó.
E inmediatamente lanzó un nuevo dardo contra Cristina: “Cuando vos mirás la historia reciente y no tan reciente de las elecciones de medio término en la provincia de Buenos Aires, la última vez que el peronismo ganó una elección de medio término, fue Cristina (Kirchner) en 2005. Me parece que hay otras cuestiones que están en discusión que tienen que ver cómo nos organizamos como fuerza política para el 2027″.
A las acusaciones de Cristina retrucó: “Más allá de que haremos todo lo posible desde el Movimiento Derecho al Futuro para ganar las provinciales y las de diputados nacionales”, pero destacó que lo importante es “organizar una fuerza política de acá para adelante”.
Tras recordar que lo de 2019 “fue una unidad electoral, no fue una unidad política, claramente, porque el gobierno, con sus claroscuros, no fue un gobierno exitoso, si no lo hubiesen reelegido", el beodo subrayó que el gobierno provincial apuesta a conformar una unidad "política" y no un "rejunte electoral". “La unidad me parece que puede llegar a ser una condición necesaria y tiene que ser una unidad que no duela, a diferencia… Vos te acordabas perfectamente lo que se decía, unidad hasta que duela. Bueno, nos sigue doliendo la unidad del 2019”, señaló.
Finalmente relativizó la importancia de las elecciones de medio término. “El peronismo perdió en las intermedias en el 2009 y ganó Cristina con el 54 por ciento en el 2011. Perdió en el 2013 cuando fue Martín Insaurralde con Sergio Massa. Después perdimos en el 2015, perdió Cristina con Patricia Bullrich en el 2017, y después ganó Alberto Fernández en el 2019. Perdimos en el 2021 en la provincia de Buenos Aires, pero después ganó Axel Kicillof como gobernador, o sea que no es determinante de lo que vaya a pasar en el 2027 lo que pase en el 2025″.
Y cerró sus declaraciones con una clara señal hacia Cristina y La Cámpora. “Lo que yo digo es que, como en cualquier provincia de la Argentina, al oficialismo lo ordena el gobernador. Lo que pasa es que algunos quieren que eso no pase en Buenos Aires. Esa es la anomalía”.
Ni las palabras de Cristina ni las de Kicillof, a través de Bianco, permiten dar seguridades sobre un eventual proceso de unificación electoral. Cristina sólo la quiere en tanto siga imponiendo su dedo paralizador. El kicillofismo sabe que la única manera de desplazarla del lugar en el que se ubica es a través de una victoria en una confrontación electoral. Claro está que esta alternativa supone el riesgo de una derrota en la interna y otra en la general, que afectaría gravemente la gobernabilidad de Kicillof en los últimos dos años de su gestión.
Al día de hoy, el oficialismo provincial parece dispuesto a correr esos riesgos. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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