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Lejos de significar un punto de cierre y de inauguración de una etapa de estabilidad política, la proscripción de Cristina Fernández de Kirchner despertó un verdadero tsunami, en el que todas las fuerzas políticas más destacadas quedaron inmersas.
La condena de la exvicepresidente motivó una especie de atmósfera de perdón mutuo y reconciliación dentro de un panperonismo que venía fracturado desde hace años, en gran medida por las acciones y decisiones de Cristina Fernández de Kirchner.
La foto del Partido Justicialista Nacional de este jueves, en la que aparecen sentados hombro con hombro Guillermo Moreno, el Alejandro “Topo” Rodríguez, Sergio Massa, Máximo Kirchner, Anabel Fernández Sagasti, Juan Grabois, Juan Manuel Olmos, Jorge Capitanich, Mariel Fernández, José Mayans y Ricardo Quintela, entre otros, parece haber implicado el reconocimiento súbito de que la unidad es el único anticuerpo para tratar de evitar que el accionar del denominado partido judicial siga causando estragos dentro del peronismo. Resta saber si esta unidad forzada por la realidad conseguirá ampliarse y sostenerse en el tiempo, o sólo se trató de una instantánea de ocasión.
"Con esta sentencia, se altera el funcionamiento de la cadena institucional: cualquiera es responsable de lo que haga un subordinado en su organización y tendrán que tener cuidado no solo los políticos sino también los empresarios", advirtió taxativamente el líder del Frente Renovador.
Por cierto que en las intervenciones quedaron evidenciados muchos de los sesgos que los mantuvieron divididos desde hace tiempo, aunque desprovistos del énfasis y la virulencia precedente. Entre la propuesta de abstención electoral de Grabois y la de armar un amplio colectivo que podría denominarse simplemente “peronismo” de Sergio Massa hay un abismo. Pero de un lado quedó sólo el dirigente social, mientras que el resto insistió en la estrategia de acceso que siempre caracterizó al partido popular: llenar de votos las urnas. Aunque, claro está, no parece ser el mejor momento para esperar que eso suceda.
Aunque irregulares y elementales, las expresiones callejeras en apoyo a Cristina continuaron, mientras que la dirigencia reunida en el PJ comenzó a definir un plan de lucha más consistente. Se iniciaron las reuniones con la Confederación General del Trabajo (CGT) para tratar de avanzar hacia un paro general, y se invitó a los gobernadores Osvaldo Jaldo (Tucumán) y Raúl Jalil (Catamarca), que venían votando sistemáticamente como aliados del gobierno de Javier Milei, a una reunión con jefes de estado provinciales de origen peronista para la semana próxima, sin conocerse aún su respuesta. Después de mucho tiempo el panperonismo parece dispuesto a discutir un programa de gobierno para proponer a la sociedad de cara a las presidenciales de 2027. ¿Qué hacía falta? Simplemente, que la principal disruptora del espacio quedara fuera de la escena institucional.
El próximo hito que marcará la dinámica de la política nacional será la fijación de las condiciones en las que Cristina deberá cumplir su sentencia: si se aprobará su solicitud de acceder a la prisión domiciliaria o se la destinará a un centro de detención. El tema no es menor, ya que no todos esperaban encontrarse con un fenómeno de unidad. Por estas razones los medios vinculados con Mauricio Macri instantáneamente exigieron que se denegara la domiciliaria y se le prohibiera el acceso a redes y a la continuidad de sus acciones y reuniones políticas.
“La victimizaron una vez más”, se quejaban en el entorno de Javier Milei, el aliado de Cristina que nunca quiso esta resolución y menos en un año electoral. Pero el gobierno está ausente y sólo se limita a adoptar medidas financieras que significan una bomba de tiempo al tensar la cuerda del endeudamiento irracional más allá de lo soportable por la economía y la sociedad argentina. Desde que partió hacia el exterior hace más de una semana, el presidente Javier Milei es prácticamente un desaparecido de la escena política que recuerda la falta de involucramiento de Alberto Fernández. En su ausencia se produjeron cambios drásticos que hubieran exigido un protagonismo activo y no su eliminación de la agenda pública. Simultáneamente el temor se incrementa, ya que las autoridades saben que necesitan imperiosamente de una victoria electoral en octubre para hacer bajar el riesgo país y avanzar con la motosierra, pero el futuro se ha vuelto viscoso y comprometedor, a punto tal que no faltan dentro de las primeras y segundas líneas las sugerencias sobre la conveniencia de que Milei indulte a Cristina para devolverla al centro de la escena y confrontar electoralmente con ella. Otros, más cautos, advierten que una solución de ese tipo pondría a Milei en situación judicial similar a la de la presidenta del PJ, ante el despropósito de la estafa del affaire $Libra.
La decisión sobre las condiciones del cumplimiento de la pena que pesarán sobre Cristina parece ser la piedra de toque del nuevo escenario político, ya que definirá el nivel de confrontación que reinará en lo sucesivo. Si la posición de los ultras de Comodoro Py, siempre atentos a las directivas de Macri, Héctor Magnetto y Paolo Rocca termina imponiéndose, un horizonte caótico, plagado de movilizaciones, escraches y confrontación podría abrirse inmediatamente, comenzando por la ceremonia de presentación de la exvicepresidente en los tribunales pautada para el miércoles próximo, acompañada de la dirigencia del panperonismo y una todavía tímida participación.
Si, en cambio, se opta por la domiciliaria, el acompañamiento se mantendrá pero en términos menos desafiantes. El problema es que quienes lograron su objetivo de condenarla se metieron en un brete: encarcelada será la imagen que guiará la rebelión, más tarde o más temprano, y haciendo política casi libremente demostrará la inutilidad del cumplimiento de esa meta. Lo que queda en claro es la principal consecuencia no querida: haber allanado todos los obstáculos para la reunificación del panperonismo. Resta saber si este colectivo desgajado tendrá la suficiente templanza y pragmatismo para aprovechar las nuevas condiciones existentes, o volverá a su disputa infantil por candidaturas y porciones de poder.
Mientras tanto, el gobierno mira atónito la escena y no acierta a intervenir, convertido en una especie de convidado de piedra que parece despertar de su sueño hegemónico para descubrir, espantado, que el poder real, en la Argentina, pasa por otro lado. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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