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28 de agosto de 2025 | Nacionales

¿Le intervienen el gobierno?

La “albertización” del Javier Milei

En contraste con la imagen mediática de fortaleza y rebeldía que proyecta Javier Milei, en el gobierno y entre sus aliados económicos crece la preocupación por la pérdida de control del presidente y la influencia de su hermana Karina, mientras su gestión económica y política deja al descubierto fragilidades, enfrentamientos y descontento social.

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El gobierno de Javier Milei atraviesa su peor momento y cada día que pasa su debilidad se pronuncia y queda más expuesta. A nadie que lo haya conocido en sus tiempos de panelista mediático puede sorprenderle su patética tendencia a involucrarse en negocios oscuros ni su voracidad recaudatoria, alentada con tesón por su hermana Karina. Este es el mismo Milei que afirmaba públicamente que confiaba más en la mafia que en la política, el que asesoraba a grupos dedicados a actividades delictivas para invertir sus ganancias, el que justificaba la venta de niños o de órganos. No por casualidad siempre reconoció a Murray Rothbard como su principal influencia teórica, quien en su libro “Ética de la Libertad” sostuvo que el soborno “cumple una función social importante en varios lugares del mundo”, ya que permite el desarrollo de muchos negocios y transacciones sancionados por las leyes y sujetos a regulaciones y prohibiciones. Para Rothbard, un gobierno corrupto es incomparablemente superior a otro honesto, al posibilitar múltiples transacciones que, de otro modo, estarían inhabilitadas.

Los empresarios que lo convirtieron en su herramienta política no pueden, entonces, hacerse los distraídos. Fueron ellos quienes lo encerraroon en el hotel Libertador durante semanas para imponerle un programa de gobierno y hasta le instalaron a la dupla Luis Caputo Santiago Bausili en el área económica, pese a todas las críticas destructivas que Milei había formulado en el pasado sobre el desempeño de los socios de la consultora Anker. También fueron los que le impusieron abandonar la fantasía de la dolarización y la demolición del Banco Central de la República Argentina. Aprovechando sus carencias y su necesidad de trascendencia pusieron en sus manos la motosierra del ajuste salvaje, a la que, fiel a su personalidad, se aferró con entusiasmo desbordante.

Durante más de un año y medio, el outsider mediático transitó la ficción de detentar un poder absoluto, pasando por encima de las normas constitucionales y de las instituciones republicanas, generando beneficios incalculables para sus mandantes. Pero el plan de Caputo replicó sus resultados de la gestión anterior: la economía entró en estanflación, el consumo y el empleo cayeron a pique, los salarios se tumbaron y el endeudamiento de los argentinos alcanzó un límite objetivo. Para peor, el deterioro social fue consumiendo las esperanzas de buena parte de sus votantes: él mismo se encargó de confirmar que no había luz al final del túnel, sino la promesa de más y más crueles sacrificios.

Llegado a este punto, Milei dejó de ser la garantía del ajuste y de políticas orientadas a exacerbar la concentración de la riqueza e incrementar la brecha con el resto de la sociedad. Lo que antes atraía del panelista presidente comenzó a molestar: sus insultos, sus agresiones, su falta de educación. Su inclinación natural a participar de esquemas Ponzi y de prácticas de dudosa legalidad continuaron, multiplicándose ante la sensación de impunidad de la que creyó estar investido. Y junto a él, o tal vez por encima de él, aparecía –como siempre– su hermana, “El Jefe”, encargada de la gestión recaudatoria. Todas las terminales conducían invariablemente hacia ella: la venta de candidaturas; los nexos que posibilitaron la estafa de $Libra, la relación con los Menem, los Carlos Kikuchi y los Sebastián Pareja de la vida; los retornos y la exigencia de diezmos salariales a empleados y funcionarios de segundo orden; el cobro de peajes para acceder al presidente. También la definición de una estrategia política irracional y autoritaria que terminó poniéndole en su contra a buena parte de sus anteriores aliados.


Javier Milei y Alberto Fernández.

Mientras la esperanza social se mantenía y Luis Caputo apelaba a nuevos trucos de magia para conseguir dólares que luego se esfumaban y la inflación parecía bajar gracias a la mantención de indicadores obsoletos y una sospechosa praxis dentro del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), los beneficiarios de su gestión lo mantuvieron a salvo. Lo rodearon de un ejército de operadores mediáticos que blindaron sus acciones y sus decisiones. Así consiguió mantener silenciadas las denuncias de corrupción y su responsabilidad en la causa de $Libra. Hasta que el cántaro se rompió de tanto ir a la fuente. Los trucos del “Mago de las Finanzas” comenzaron a agotarse y, tal como en su anterior paso por la gestión pública, Caputo comenzó a preparar su retirada. Primero difundiendo que el colapso actual de la economía argentina fue responsabilidad de decisiones adoptadas por el presidente en contra de su voluntad. Luego aplicando un corralón a los bancos, asfixiando más aún la economía real y aplicando tasas estratosféricas de interés que ponen en situación terminal a pequeños y medianos empresarios y a los ya sacrificados consumidores. Así las cosas, las cotizaciones de los bancos se desplomaron en Wall Street; grandes empresas como Techint y similares vieron sensiblemente perjudicados sus intereses ante la liberalización del comercio y un dólar extremadamente bajo que liquidó su competitividad; grandes firmas abandonaron el país y otras, como Carrefour, manifestaron su decisión de hacerlo en cuanto puedan. Milei tiene el triste mérito de haber sido el único gobernante con el que las inversiones extranjeras en la economía real disminuyeron en lugar de aumentar.

La paciencia del Círculo Rojo terminó agotándose. Primero le indicaron que morigerara sus formas y su lenguaje. Luego le indicaron a gobernadores y legisladores que les responden que era hora de dar claras señales de oposición en el Congreso de la Nación Argentina, votando en contra de la voluntad del gobierno o desautorizando sus vetos. A continuación se montaron en el caso de retornos en la Agencia Nacional de Discapacidad para apretarle la yugular, ordenándole a sus operadores mediáticos que ensayaran un giro copernicano, descalificando o ninguneando al presidente, a su hermana y a su entorno, imponiendo su identificación popular como “chorros” o “corruptos”.

En este punto los Milei comprendieron que su verdadera condición era la de marionetas descartables, utilizadas para imponer un cambio en las reglas de juego y posibilitar una trasferencia colosal de recursos, hasta que la cuerda comenzó a deteriorarse y el riesgo de mantener esa lógica y esas prácticas celebradas hasta entonces fue superior a sus eventuales beneficios. También le quedó en claro que no eran ellos quienes definían la voluntad de los políticos colaboracionistas ni de los operadores mediáticos.

A esta altura de los acontecimientos, el establishment no desea expulsar a Milei de su cargo, sino disciplinarlo y “albertizarlo”. Hacerle sentir la presión de que deberá convertirse en un actor sumiso, transfiriendo el manejo político real de la gestión a Guillermo Francos, tal como ocurrió con Sergio Massa durante la experiencia del Frente de Todos. El ministro Caputo se irá más temprano que tarde a disfrutar de las playas brasileñas; Martín Menem será reemplazado por Miguel Ángel Pichetto o por Cristian Ritondo en la presidencia de la Cámara de Diputados de la Nación; se armonizarán las relaciones con Victoria Villarruel; los Menem entrarán en desgracia y Karina recibirá un salvavidas hasta que termine la gestión, siempre y cuando la Justicia norteamericana no disponga otra cosa.

La estrategia de debilitamiento de los hermanos Milei para condicionarlo sin hacerlo caer tiene otra pata que confirma que la “casta” goza de envidiable salud. Ante el crecimiento de la imagen positiva de Axel Kicillof, quien parece haber desplazado a un presidente groggy y devaluado ante la opinión pública como el más valorado por la sociedad argentina, el inefable Máximo Kirchner salió a hacer su contribución voluntaria, disparando sus misiles contra el gobernador en plena campaña electoral y en un momento en que el oficialismo aparece colapsado de cara a los comicios provinciales del 7 de septiembre. De hecho ya La Cámpora bajó la directiva de cortar boleta para no beneficiar a los candidatos de Kicillof y así suavizar el deterioro presidencial.

La “albertización” de Milei se encuentra en estado avanzado y en tiempo récord. Su disciplinamiento ante el poder económico es tan patético como el de la mayoría de la dirigencia sin discriminación de partidos.

“Por sus frutos los reconoceréis”, afirmó Jesucristo según el Evangelio de San Mateo, 7:15. O, como sentenciaba Enrique Santos Discépolo: “En el mismo lodo, todos manoseaos”. La política argentina no escapa a esas sentencias. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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