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21 de septiembre de 2025 | Nacionales

En manos de Donald Trump

Javier Milei, entre el conspiracionismo y la miopía

Javier Milei, en medio del colapso económico, la sangría de divisas y las derrotas electorales, apostó a ponerse al frente de la campaña libertaria con candidaturas cuestionadas y victimización política, mientras supedita el futuro del país a un auxilio financiero de Donald Trump.

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Javier Milei se puso la campaña electoral al hombro y decidió realizar un amplio raid por las provincias argentinas para tratar de subir las acciones de las listas libertarias que, según reconocen dentro del gobierno, están conformadas por pésimas candidaturas, con nombres desconocidos por sus votantes o bien demasiado conocidos, aunque por razones que espantan a la ciudadanía.

Tras la puesta en escena de un Milei más equilibrado e institucionalizado, que apenas duró lo que la cadena nacional en que representó ese papel, de a poco fue apareciendo el mismo de siempre. Agresivo, aunque restrictivo en sus insultos, tras la contundente derrota en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre adoptó el camino equivocado. En lugar de hacer rodar alguna cabeza para responsabilizarla del papelón, una vez más se sometió a la voluntad de su hermana, la tarotista Karina Milei, y mantuvo a los Menem y a Sebastián Pareja en los mismos lugares estratégicos del armado político y electoral a pesar del rotundo fracaso. Pero no se limitó a esto, sino que también optó por adoptar un protagonismo excluyente de cara a los comicios de octubre. Si le va bien cosechará sus frutos, pero, en caso contrario, la carrocería que deba afrontar el impacto será él mismo, lo que naturalmente pondría a la gobernabilidad en situación crítica.


Karina Milei y Martín Menem se convirtieron en lo más resistido del gobierno.

Para peor, el momento elegido para recorrer por primera vez el país en sus casi dos años de gestión no es el más apropiado. Los bonos argentinos se hundieron, así como también las acciones; el riesgo país se ubica en torno a los 1.500 puntos básicos y, en apenas tres jornadas, el Banco Central de la República Argentina vendió 1.100 millones de dólares para contener la corrida sobre el dólar. La decisión de “vender hasta el último dólar” que anunció el ministro Luis Caputo implica que el gobierno ha decidido que la campaña de La Libertad Avanza (LLA) sea financiada por todos los argentinos durante generaciones, mientras que el vaciamiento de divisas de las arcas públicas hace abrigar en los acreedores la cuasi certeza de que el default de los pagos de deuda está a la vuelta de la esquina. Para tratar de contener una cotización irreal del dólar recurre a la liquidación de divisas que no son propias, como las prestadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los encajes de los ahorristas, por lo que está consumiendo el ahorro de los privados y expone a que la crisis financiera se convierta también en bancaria.

Para colmo de males, Milei y los suyos insisten en denunciar al “partido del estado” por la caída de los vetos sobre discapacidad, salud y educación universitaria argumentando que pretenden destruir el superávit fiscal que, tal como es sabido, es inexistente. Pero lo peor del caso es que oculta que los pagos de intereses por endeudamiento, la baja de retenciones o la eliminación del impuesto a los bienes personales significan una sangrías varias veces superior a los costos que significaría la aplicación de aquellas políticas reparadoras.

Como guión electoral el gobierno ha elegido victimizarse y presentarse como objeto de conspiraciones para provocar su caída. Milei debería saber que no es la política sino los principales referentes del establishment local, que fueron los mismos que lo llevaron a la primera magistratura, los que hoy imaginan su reemplazo debido a la destrucción del capital accionario y de los balances de sus empresas.  

En su miopía, Milei y su entorno siguen repitiendo que la causa de su derrota en Buenos Aires se debió a una equivocada estrategia política. Sin embargo, sus responsables siguen allí. Tampoco registran que antes de la paliza bonaerense hubo otras siete derrotas en otras provincias, ni que las razones del desencanto pasan por las sospechas de corrupción y el drástico deterioro de los ingresos y las condiciones de vida de la mayoría de los argentinos.

La estrategia de victimización se acompaña de una profundización de la grieta, apelando a la consigna “Kirchnerismo nunca más” que acompañó al lanzamiento de la campaña. A tal punto llegó anoche en Córdoba que llegó a compararse con Fernando de la Rúa, el presidente más devaluado en la consideración social de la historia argentina desde la recuperación de la democracia.

“Cuando empezaron a torpedear a De la Rúa fue porque quiso hacer la reforma laboral. No vaya a ser que sean los mismos. No van a poder frenar el cambio”, sentenció.

Habrá que ver si esta identificación le suma o será un salvavidas de plomo. Lo cierto es que el gobierno anuda su futuro a un eventual éxito en las intermedias, mientras que la sociedad centra su mirada en el deterioro económico y social sin solución de continuidad. Sin plan B ni capacidad de reacción, el gobierno ha decidido tocar el último timbre: solicitar un auxilio financiero al gobierno de Donald Trump, por lo que viajará a Estados Unidos a pasar la gorra. Se trataría de una contribución en clave geopolítica, que significaría una clara señal a los mercados de que los compromisos serán cumplidos en tiempo y forma. 

Pero no hay confirmación aún, y en caso de que se dilate la respuesta, la sangría de divisas del Banco Central se incrementará y el gobierno deberá decidir si reinstala un corralito para personas humanas, o si libera el dólar, con el consiguiente impacto sobre los indicadores de inflación.

Por ahora, el futuro el gobierno está en manos de Donald Trump. El 26 de agosto seremos los argentinos los encargados  de emitir una señal contundente. Lo peor del caso es que, aunque la situación de la gestión es desesperante, se insista en que "todo marcha acorde al plan". Si esto es así, no queda sino pensar que se definió un plan que tenía como meta el fracaso, la destrucción de activos argentinos, el endeudamiento irracional, el empobrecimiento masivo de la población y la transferencia de ingresos. Claro está que blanquearlo no suma votos, o no debería hacerlo. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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