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14 de diciembre de 2025 | Provincia

Partido Justicialista

Máximo Kirchner se repliega, Axel Kicillof se atrinchera e intendentes temen ser el pato de la boda

La inminente renovación del PJ bonaerense expone el fracaso político de Máximo Kirchner y La Cámpora, la debilidad de liderazgo de Axel Kicillof y una interna cada vez más cruda entre cúpulas que buscan preservar poder y cargos, mientras los intendentes evalúan disputar el control partidario ante el ninguneo del gobernador.

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El PJ bonaerense debe renovar su conducción, mal que le pese a Máximo Kirchner y a La Cámpora. No han sido años buenos los de su presidencia, en los que aplicó la habitual estrategia de su organización de recurrir a todas las variables posibles para marginar a los ajenos, aunque de este modo el partido se achique y se resienta y los resultados electorales se compriman, en proporción exacta con el crecimiento exponencial del descrédito y del malhumor social que cosecha su organización. 

Le ha costado pero, finalmente, el “hijo de dos presidentes” ha debido comenzar a aceptar su fracaso político en toda la línea, y archivar su sueño de reelección en la cúspide partidaria bonaerense. El problema es que ese fracaso es compartido por La Cámpora, cuyas pretensiones iniciales de convertirse en una poderosa organización nacional derraparon hasta terminar siendo una estructura política atomizada, con incidencia en algunos municipios y en la provincia de Buenos Aires, y esto debido a su endeble inserción territorial. Es un armado de aparato, siempre lo fue, y ahora, en la derrota, queda mucho más expuesto.

Dentro de la interna del Partido Justicialista hay otros dos competidores: el gobernador y los intendentes peronistas. A Axel Kicillof le caben las mismas consideraciones que a Máximo: no tiene inserción territorial si no es la que le prestan los alcaldes municipales; pretende ejercer su autoridad prescindiendo de toda participación popular; y, a diferencia de La Cámpora, le escapa a tomar decisiones que podrían incrementar su poder y su inexistente liderazgo. Tanto una como otro le temen a la participación popular, por lo que, ante el inevitable proceso de renovación de autoridades partidarias, ambos buscan alcanzar un acuerdo de cúpulas. De consultar a los afiliados, ni noticias.

Sin mayor entusiasmo, Máximo Kirchner tuvo que convocar al consejo partidario para discutir la renovación. La cita será el viernes de la semana próxima en Malvinas Argentinas, municipio administrado por el dirigente Leonardo Nardini, con la expectativa de tener confirmadas las nuevas autoridades para el mes de marzo de 2026. Todo en silencio y a hurtadillas, bien lejos de la mirada y de la participación pública.

El problema es que la renovación partidaria coincide con la guerra total en la Legislatura, donde La Cámpora intenta darle un golpe de estado al binomio Kicillof - Verónica Magario, no para voltearlos sino para vaciarlos de toda cuota de poder. En el Senado de la Provincia de Buenos Aires, busca apropiarse de la vicepresidencia primera. Y así colocar a alguien propio en el segundo lugar sucesorio del gobernador. También pretende ocupar la secretaría Administrativa de la cámara alta, una de las cajas más preciadas de la provincia y que maneja una elevada cuota de poder. Por esta razón La Cámpora pretende que el presidente del partido sea alguien próximo, aunque no propio, con buena relación con Axel Kicillof y Sergio Massa. Kicillof no vería esta maniobra con malos ojos, el problema es que esa aparente pax armada no consigue ocultar la guerra que avanza indefectiblemente en el Senado.

Para Máximo se trata de ganar tiempo y, mientras trata de limar de todas las formas posibles a la cúpula institucional de la provincia, quedarse con las carteras que maneja en el gabinete bonaerense: Martin Mena (Justicia), Florencia Saintout (Cultura), Nicolás Kreplak (Salud) y Homero Giles (IOMA), y con los más de quinientos cargos y contratos que les reconoció Kicillof.

El problema aquí son los intendentes peronistas, que no consiguen terminar de digerir la incapacidad y la falta de carácter del gobernador. Hasta ahora lo han respaldado, y eso les valió quedar muy limitados en las boletas electorales proviciales y ni qué hablar de las nacionales. Ahora temen ser el pato de la boda de un acuerdo en el que Kicillof, como pato rengo, concede sin limitaciones con tal de llegar al fin de su mandato. Algunos de ellos postulan la alternativa de confrontar contra el candidato de Máximo, cualesquiera que sea, para tratar de tomar el control partidario. Aunque eso les implique tensar la relación con Kicillof, quien, aislado en su torre de marfil, pretende que todo está en orden mientras se le derrumban las paredes de su arquitectura endeble de poder. (www.REALPOLITIK.com.ar)


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